domingo, 19 de abril de 2015

Curvas ruidosas

Bronca en Milán
 Hoy queremos celebrar que Chipperfield, el arquitecto británico al que las curvas le resultan  ruidosas, se ha despendolado con su última creación estrenada, la Città delle Culture en Milán, que luce unas recatadas pero evidentes curvas en una suerte de flor central que queda envuelta en (eso sí) contundentes parelelepípedos que hacen alusión al entorno fabril del edificio. Echando un vistazo a las espectaculares fotos del bello atrio que alberga dicho volumen central forrado de vidrio he acabado descubriendo el tremendo pollo que se ha montado a vueltas con el suelo. El arquitecto (poco dado a ruidosos numeritos) se ha subido literalmente por las paredes cuando ha visto el material utilizado, que juzga pobre, y no ha dejado títere con cabeza: inaceptable, patético, museo de los horrores, son calificativos que el arquitecto ha dedicado a su propia creación. Vamos, que se han cargado su obra. Pero es que hasta nada menos que el ministro de cultura italiano, Filippo Del Corno, ha entrado al trapo en la monumental trifulca.

Otras curvas inesperadas: Moneo en Huesca
¿Hay para tanto? Deyan Sudjic en su último libro, B de Bauhaus, que leo estos días, dedica parte de un capítulo a hablar de nuestro protagonista de hoy al que considera "el más europeo de los arquitectos británicos" , afirmación que por cierto no sé si es un lapsus, porque juraría que Gran Bretaña es parte de Europa, o la constatación de una evidencia: el país anglosajón no formaría parte de facto de la Unión (teniendo en cuenta lo fino que hila el director del Museo del Diseño de Londres, no me extrañaría nada que fuera lo segundo). Pues eso, que en dicho libro, Sudjic parece dar con la clave de lo que la prensa italiana ha dado en llamar  la "guerra del suelo": "Si uno mira la tienda de Miyake fotografiada en esa portada de Blueprint, el primer proyecto importante de Chipperfield, uno ve mármol blanco con vetas, lamas anchas de madera y una paleta compleja de materiales con papeles secundarios. (...) Ya entonces nos venía a decir que no había que hacer demasiado; puede que lo único que una tienda necesite sea instalar un suelo muy bonito". Y lo mismo un museo, parece ser.

Más curvas: Herzog & De Meuron en Cottbus
Podríamos dejarlo ahí y sentenciar el tema diciendo que Chipperfield es un tiquis y a otra cosa, pero lo cierto es que si escarbas un poco te encuentras con una historia truculenta. El arquitecto argumenta que lleva más de un año intentando solucionar el problema y que se ofreció incluso a pagar la mitad del coste total (300.000 euros) de la instalación de un nuevo suelo en condiciones, una cantidad que no parece importante si tenemos en cuenta los 60 millones que ha costado el proyecto, pero el caso es que el ayuntamiento se cerró en banda argumentando que tomaba su decisión basándose en el sentido común y en la defensa de los intereses del contribuyente, dejando caer que el arquitecto se llevaba crudo 3,6 millones del presupuesto total. En realidad el tema del suelo parece solo la gota que colma el vaso de un largo rosario de desencuentros: Chipperfield contraataca diciendo que se ha pasado tres años trabajando sin cobrar, los dos anteriores recibiendo una cantidad ridícula, y que también ha habido problemas de calidad con el hormigón suministrado.

Otro que tal baila: Harrison en NYC
El caso es que no parece que el arquitecto tenga mucha suerte recientemente. Su último proyecto sobre el papel, y eso que es en Europa, una sede para la fundación Nobel en Estocolmo valorada en casi 180 millones de euros (este sí, uno de sus típicos volúmenes rectilíneos), podría quedar descartada al recibir de nuevo un aluvión de críticas alegando que amenaza al centro histórico de la ciudad por su tamaño desproporcionado y que es demasiado brillante. Moneo, que proyectó también en la capital sueca un museo, tuvo igualmente que aguantar un buen chaparrón (finalmente le cambió el color porque el que sugería era al parecer muy triste), y eso que es un edificio que no se ve. En fin, volviendo al Nobel, juzga tú mismo.


Terminamos con el rey de la curva: Niemeyer y su edificio Copan

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