domingo, 15 de junio de 2014

Arquitectura necesaria



¿Será esto lo que Eduardo Madina llama el shock de la modernidad? En fin, esta especie de cruce entre transformer y figura de Lego colocado como añadido en este adusto edificio (un hotel de lujo en Londres) es una escultura habitable de Antony Gormley que incluye en su interior una clautrofóbica habitación de 4 metros cuadrados (eso sí con una altura de 10 metros) en la que podrás pasar una bizarra noche si dispones (el precio es una estimación) de 3.100 eurillos. Nada como una cifra de escándalo para crear ruido mediático, y nosotros como ves cayendo en la trampa. El señor Gormley es famoso (en su país) por la escultura de El Ángel del Norte, una figura mitad humana mitad aviónica de 20 metros de alto y 54 de envergadura (lleva ingeniería de Ove Arup), y por una instalación macabra consistente en colocar maniquíes en lo alto de edificios en Nueva York que crearon no poco revuelo ya que muchos viandantes las confundieron con personas reales a punto de suicidarse (idea que quizá haya influido en esta última creación). Pues como te digo el artista ha vuelto a montarla en la capital del Támesis asegurando que la habitación en cuestión (Room es su lacónico nombre) está diseñada para provocar una experiencia metáfísica que haga preguntarse al filthy rich que se la pueda permitir lo típico de quién soy, de dónde vengo, adónde voy y tal. Pues seguro que tú, querido lector, o yo por algo menos de esa cantidad podríamos responderle a esas preguntas, aunque me temo que no le iban a gustar nada nuestras respuestas. Lo que daría por saber la opinión de Francis Kéré o Anupama Kundoo sobre esta última gracia del británico.

A unos dos mil kilómetros al sur, en Pamplona, pero a años luz en planteamiento, acaba de terminar un congreso de nombre Arquitectura Necesaria, el tercero de una serie anual organizada por la fundación Arquitectura y Sociedad (aquí hemos dedicado unas cuantas entradas a las dos anteriores ediciones) con el objetivo de llamar la atención no sólo sobre la arquitectura que ahora realmente necesitamos (lejos ya la época de vacas gordas, y es que "nada hay más interesante que la realidad", como ha señalado en su ponencia Patxi Mangado) sino también sobre la necesidad de volver a valorar una disciplina denostada por muchos como culpable de agravar nuestra crisis económica (cuando han sido en realidad los políticos y no los arquitectos sus principales responsables). Arquitectos sociales como la mencionada Kundoo (presente también en la exposición The architect is present) junto a figuras más conocidas como Dominique Perrault, el de la Caja Mágica madrileña, han debatido estos temas durante tres días como años anteriores en el sobrio edificio Baluarte de la capital navarra. 

Y a otros dos mil kilómetros, hacia el este esta vez, nos topamos con la Bienal de Arquitectura de Venecia, los juegos olímpicos de la arquitectura según la metáfora de Jonathan Glancey. Y mira tú por donde está dirigida este año por Rem Koolhaas, experto global en shocks de la modernidad, quien en lugar de presentar la típica colección de trabajos de arquitectos de renombre ha querido rendir homenaje a lo esencial en la arquitectura, lo más básico, lo más necesario, quizá haciendo un guiño al congreso pamplonica (como sucedió en la pasada bienal dirigida por Chipperfield). El planteamiento ha sentado mal entre los popes de la profesión (Perrault, precisamente desde Pamplona, soltó que el holandés era nada menos que "el nuevo anticristo"). Pues eso, que Koolhaas nos sorprende presentando en las exposiciones lo que no suele verse de los edificios, sacando sus tripas al descubierto: conductos de aire acondicionado, escaleras (se presenta el trabajo de Freidrich Mielke que ha escrito 31 libros dedicados a las escaleras y sus tipologías), ventanas, puertas, inodoros (con el trabajo casi obsesivo de Alexander Kira, experto en la ergonomía de esta necesidad tan básica), y otros elementos mecánicos, tecnología de la que también nos previene: "Los romanos podían construir cinco pisos. Con el ascensor podemos subir a  edificios de un kilómetro de altura, y en un futuro mucho más. Al mismo tiempo nos movemos más allá de lo puramente mecánico hacia un dominio de controles digitales, de moquetas que pueden leer las pisadas, de temperaturas de habitación reguladas desde el móvil. Hay un mundo de datos constantes fusionándose con la arquitectura. Un día tu propia casa podría traicionarte". Hay también cierto desencanto en el arquitecto: "La arquitectura es hoy poco más que cartón, nuestra influencia se ha reducido a un territorio que tiene un espesor de 2 centímetros". Todo ese mundo detrás de las paredes en realidad pertenece a otras profesiones, se ha convertido en "un dominio sobre el que los arquitectos han perdido todo el control". Si te interesa tienes un catálogo de la exposición en 15 volúmenes y 2.000 páginas (como no podía ser de otra manera), si no dispones de tanto tiempo echa un vistazo a este video de 4 minutos en el que Koolhaas in person te muestra la exposición y comenta algunos de estos temas.

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