jueves, 1 de marzo de 2012

¿Arquitectos acomplejados?


El otro día venía a decír algo parecido Gehry en una entrevista para The Guardian en la que reclamaba más expresión para la arquitectura. No lo planteaba tan crudamente como lo he expuesto yo en el título de la entrada, pero por ahí van los tiros. Tras décadas de desenfreno, los arquitectos, con un injusto sentimiento de culpabilidad corporativo (muchos justos están pagando por unos pocos pecadores), buscan un low profile y regresan al frío modernismo con edificios sosos, que no está el horno para bollos. ¿Pero qué pasa, dice el arquitecto canadiense, cuando los clientes demandan más juice, (azúcar diríamos nosotros)? Pues que el vacío que el arquitecto ha dejado y no se atreve a volver a asumir lo están llenando los artistas, como Eliasson o Kapoor (o Weiwei), que se alían con arquitectos para dar el toque creativo que éstos al parecer ya no pueden dar. Gehry no ve mal el concurso del artista -él mismo trabajó con Oldenburg-, el problema es que parece que ahora se coarta y corta la vena creativa del arquitecto: "los arquitectos no lo harán porque se les dice que no lo hagan. "No me seas travieso". ¿Entiende lo que le digo?". Arturo Franco, arquitecto que ha intervenido en una nave del Matadero madrileño (en la foto) decía esto hace unos días en El País:"Pero el nuestro fue un trabajo de contención, en torno a la no actuación. Tratamos de atarnos las manos al palo mayor, como Ulises, para no caer en la tentación". Arrea.

El archifamoso y ya cansino Menos es más, necesario para purificar y depurar los excesos pasados (en esta profesión y en tantas otras, no disparemos al arquitecto), vuelve con fuerza pero ¿hasta llegar al extremo de convertir al arquitecto en un mero tecnócrata (palabra que tanto gusta ahora) sin alma? En el NYT  leía el otro día un artículo de título "Por qué menos no es siempre más" en el que su autor daba la vuelta a la tortilla miesiana:"Cualquier edificio sin aparentes costuras está repleto de complejas juntas, empalmes y uniones que hacen que mil elementos distintos parezcan un todo escultórico y monolítico. Para hacer como sí dejaras todo fuera, debes remeter todo por dentro. Lo que parece espartano suele ser invisiblemente barroco". Y sale, según él, por un pico. Mira tú por dónde.

La puntilla: el Pritzker, el Oscar de la arquitectura -casi se dan a la par- se acaba de otorgar a un arquitecto chino de nombre Wang Shu, que lidera un estudio que se llama Amateur, porque él se considera ante todo un artesano, en sintonía con la sostenibilidad, el respeto a los materiales autóctonos, etc. Vamos, que él es arquitecto casi porque pasaba por allí. En el jurado Murcutt, otro que tal baila, que en el congreso Más por Menos (esa sí que es una buena máxima) de Pamplona sacaba pecho ante Piano y le espetaba que cuántos arquitectos trabajaban en su estudio, dejando claro que él, frente al italiano, aún tenía control directo sobre su obra. Por lo visto crear puestos de trabajo, coordinar equipos humanos y crear obras arquitectónicas tan complejas como The Shard (otra cosa es que nos guste) no tiene ningún valor para el australiano.

Recapitulamos. O sea, que un arquitecto tiene, primero que casi ocultar que lo es diciendo que es un artesano amateur, segundo, no actuar, como dice Arturo Franco, por más que le pese, que si hay algún elemento de autor que poner en la obra ya lo hará el artista glamuroso de turno, y tercero hacer un edificio mínimo, etéreo, evanescente. Vamos, que como el edificio se vea le vamos a brear a correazos. Y por la parte de la hebilla. Habrase visto.

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