sábado, 21 de agosto de 2021

Réplicas

 


A las consabidas erres ecológicas (reducir, reutilizar, reciclar) a este paso habrá que añadir una más: replicar. Estamos siendo testigos con cada vez más frecuencia en el ámbito arquitectónico de un furor replicante de entornos naturales. Ojo que como decíamos hay mucho postureo, recordemos el  comentario de Wright según el cual un médico esconde sus errores con tierra, un abogado con papeles y un arquitecto con plantas. ¿Recuerdas el montículo artificial de MVRDV en Londres (por cierto que tras una clausura temporal debido a la lluvia de críticas, la atracción ha reabierto gratis y el responsable del ayuntamiento finalmente ha dimitido)? Pues en la foto de hoy tienes ocurrencia similar, más surrealista aún, de Terunobu Fujimori, se trata de uno de los nueve pabellones diseñados con ocasión de las Olimpiadas de Tokio. El de Fujimori, quien resulta ser un reconocido teórico arquitectónico con más de 50 años de práctica profesional a sus espaldas (algunos lo comparan con Venturi y Scott-Brown por su afán de investigar arquitecturas anónimas y anómalas), es en realidad una casa de té, típica construcción japonesa a la que el arquitecto ha dedicado su atención en otras ocasiones con resultados no menos excéntricos. La casa de té dadá que hoy te traigo, a la que sólo se puede acceder mediante una escalera de mano (la página web recomienda no llevar falda para la ocasión), mira al estadio olímpico de Kengo Kuma, otra construcción en la que la madera y la vegetación son protagonistas. Kuma, como Fujimori, se ha afanado a menudo en replicar la naturaleza y numerosos son los ejemplos que podríamos proponer (aquí el último), uno de mis favoritos es la Great Bamboo Wall, uno de los varios alojamientos a cargo de arquitectos de prestigio realizados en un exclusivo complejo a la vera de la Gran Muralla china (de ahí su nombre) y que, gestionados por la corporación hotelera Hyatt, pueden alquilarse en esta página web que te enlazo por si te animas (de todas formas si prefieres algo más cercano tienes un concepto parecido -las Solo Houses- en la comarca turolense de Matarraña). Kuma nos explica su elección del bambú para la piel de la casa: si la Gran Muralla pétrea quería separar, el bambú, poroso y flexible, quiere unir. Y hay más: "El bambú tiene una piel especialmente bella y, además, alberga un alma. En Japón hay un famoso cuento infantil sobre cómo la princesa Kaguyahime, la diosa de la luna, nació dentro de un tallo de bambú". El arquitecto, por cierto, acaba de terminar en Barcelona otro muro, esta vez con cadenas de alumnio, en una escalera de la casa Batlló que parece simular una ondulante gruta rocosa de uno de esos famosos arquitectos rocailleurs del siglo XIX. 

Hablando de rocas, también tenemos réplicas notables que comentar. No sé si te diste cuenta, pero en la última foto de la entrada anterior te colé una réplica. Era Hondalea, la intervención de Cristina Iglesias en el faro de la isla de Santa Clara. Ya todos conocemos la obra de la artista donostiarra, en la que se reproduce con exactitud un paraje rocoso de la costa cercana en el interior del desventrado faro (cuya linterna sigue aún funcionando). Uno se pregunta qué sentido tiene replicar la naturaleza que tienes justo al lado; acaso tendría más sentido la intervención similar que hizo en plena City de Londres a la vera de la sede de Bloomberg, diseñada por Foster, y que a Wainwright le pareció metáfora de los sumideros del poder económico (obviamente no creemos fuera intención de Foster o Iglesias provocar esa imagen, sea como fuere no es de extrañar que el arquitecto inglés fuera uno de los primeros en visitar Hondalea). En su interior, recuerdas el lema de Tyrell, la corporación que fabricaba replicantes: More human than human. Las rocas metálicas contra las que choca un mar falso (en realidad agua dulce bombeada) son casi más naturales, más perfectas que la naturaleza real, y en esos inquietantes minutos en los que paseas por la instalación te preguntas no sin escalofrío si en un futuro no tan lejano seremos definitivamente reemplazados por réplicas impolutas. Acaso es lo que el ser "humano" merece. El faro de Iglesias rasga la noche con una luz oscura, en el oxímoron con el que Fernández-Galiano, ya no me acuerdo a ton de qué, recordaba la misión desasosegante que todo arte que se precie debe desempeñar. 

Escucho mientras termino la entrada Soil Festivities, de (cómo no) Vangelis, el mago de los sintetizadores. Este álbum de 1984, que festeja la naturaleza con temas sobrecogedores (especialmente los dos primeros, acaso entre los mejores de toda su obra) se inicia con un trueno y lluvia electrónicos (¿o son reales?). 

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