domingo, 2 de septiembre de 2018

Significante y significado (2)


"La búsqueda de "significado", "narrativa" y "metáfora" es la enfermedad de nuestro tiempo". Así de contundente se expresa Sean Griffiths en Dezeen al hilo del proyecto ganador para el campus del University College Dublin (UCD) a cargo de Steven Holl, quien dice haberse inspirado en la famosa formación geológica conocida como Giant´s Causeway  (la Calzada del Gigante). Llama la atención de Griffiths el hecho de que dicha calzada no solo está más bien lejos de Dublín (a unos 250 kilómetros), sino que ni siquiera está en Irlanda ya que se encuentra en Irlanda del Norte, porción de la Isla Esmeralda perteneciente al Reino Unido. Ya empezamos mal, o no, porque "al reducirla [la Calzada del Gigante] a una burda forma de mercantilización que da a su arquitectura un valor no mucho mejor que el de una imagen impresa en un paño de cocina, nos ha dado pie a la siguiente pregunta: ¿Por qué tantos arquitectos sienten la necesidad de empeñarse en este tipo de torpe y poco edificante proyección del "significado" en sus obras?". Griffiths aporta como posibles razones una reacción ante el nihilismo de nuestra sociedad capitalista o la falta de confianza en sí mismos de los arquitectos, que necesitarían de torpes muletas pseudoartísticas para "vender" su obra al público. Alude el autor al filósofo Ray Brassier, quien llama a abrazar una "realidad independiente de la mente, ajena a los valores y significados con los que la adornamos para hacerla más hospitalaria", y a Barthes, quien afirmara que todo significado es arbitrario, para llegar a la demoledora conclusión de que "los significados arquitectónicos no son sino ficciones consoladoras, a menudo usadas con fines perversos". Dichos significados serían inestables y superficiales por naturaleza porque no se basan en la realidad material, son simples "construcciones mentales". Pasa después a valorar el Movimiento Moderno, que habría intentado desligar a la arquitectura de esta clase de significados espúreos intentando transmitir otros que para Griffiths son de más valor como la expresión de la materialidad o la fe en el progreso científico "ya que dichos edificios son productos de un tiempo en el que, al contrario que en el presente, el esfuerzo arquitectónico estaba dirigido a mejorar la vida material en forma de casas, colegios y hospitales".

Hay que entender el rebote del caballero ante los desmadres en la elaboración de relatos de muchos arquitectos que se esfuerzan en explicar con alambicados significados la forma de sus edificios. Partiendo del mismo ejemplo que da él, el del proyecto para la UCD de Holl (arquitecto al que la crítica inglesa ya dio caña con saña en Glasgow), resulta casi de chiste que el arquitecto americano relacione el edificio central del campus (el Centro de Diseño Creativo, con ese nombre resulta muy tentador no proponer un diseño potente) con la Calzada del Gigante, cuando ese afán por los prismas le acompaña de siempre, junto a sus características pasarelas. Aquí no hay, difícil cuando solo existe un edificio de cierta altura, pero con todo observa cómo está surcado por lo que bien podrían ser pasarelas cortadas a cuajo que miran al cielo. Libeskind, otro de los arquitectos que presentaron proyecto, sigue en la misma línea. Apostado delante de una librería repleta de libros dedicados a los constructivistas rusos, explica su proyecto (en el que el Centro de Diseño, al igual que el resto de los edificios del campus, luce sus habituales aristas cortantes) aludiendo al libro de Kells y a Joyce, alumno de esta universidad. Echa un vistazo al resto de los proyectos aquí. En la mayoría vemos (o al menos así me lo parece) cansinas referencias a otros trabajos previos del estudio (el diseño de Diller Scofidio+Renfro para el Centro de Diseño sugiere la High Line neoyorquina, su más famoso proyecto, mientras que UNStudio recurren al cilindro y la espiral típicos en su obra), pero al menos no las intentan encubrir con interesadas citas a la cultura irlandesa.

En fin. Lo cierto es que, a pesar de los evidentes abusos, sucede que al cabo el ser humano necesita de los relatos y los significados que van más allá de la cruda realidad. Por eso leemos libros, vemos películas, jugamos a videojuegos, nos engancha Sálvame. Necesitamos vivir otras vidas que nos lleven más allá de las nuestras, a menudo planas e insulsas, necesitamos referentes que nos hagan olvidar por un momento nuestra cósmica soledad. Y eso en arquitectura es difícil pedírselo a un crudo ángulo recto (aunque no imposible). Ya en 1943 Sigfried Gideon, el principal ideólogo del Movimiento Moderno,  en un manifiesto de nombre "Nueve puntos sobre la monumentalidad" (firmado junto a José Luis Sert), mostraba su preocupación por la pobre capacidad de representación que poseía la arquitectura moderna. Y en los cinco congresos del CIAM posteriores estuvo siempre presente una crítica a la banalidad del funcionalismo. En el capítulo dedicado al Realismo Soviético en La otra arquitectura moderna, David Rivera hace referencia al tema al explicar cómo Nikita Jrushchov desautorizó en los 50 dicho movimiento, que buscaba mediante la creación de una arquitectura monumental preñada de símbolos la conexión del proletariado con el proyecto nacional. Los teóricos que apoyaban una vuelta al lenguaje funcionalista y austero atacaban a arquitectos y artistas estalinistas señalando que tantos pórticos y columnatas en realidad lo que buscaban era sugerir una realidad ideal, paralela, y "desviar la atención de la monotonía de la vida soviética", a lo que Rivera, que parece poco fan de la Modernidad más ortodoxa, argumenta: "Y ¿no ha sido la creación de esa realidad compensatoria uno de los auténticos objetivos de la arquitectura a través de su historia?". 

Sea como fuere la verdadera razón por la que he traído aquí el artículo que nos ocupa es la morrocotuda sorpresa que me he llevado cuando, al final del mismo, leo un pequeño currículo de su autor, Sean Griffiths. Resulta que el caballero es uno de los fundadores de FAT,estudio responsable de una obra enloquecidamente postmoderna, llena de "significados espúreos" y "metáforas pseudopoéticas" por utilizar las mismas palabras usadas en su artículo contra este tipo de arquitectura. Suya es por ejemplo la House for Essex, una casa inspirada en los cuentos de hadas para la que se inventaron una conmovedora historia falsa, casa por cierto que aquí nos sirvió como marco incomparable para una de nuestras ficciones. O sea que, o ha cambiado de opinión, a lo que tiene perfecto derecho (aunque no veo ningún arrepentimiento ni en su artículo ni en el comunicado que los arquitectos redactaron cuando, a poco de terminar la Casa para Essex, cerraron el estudio), o Mr Griffiths es un cínico redomado que ha estado haciendo una arquitectura conscientemente petarda para cachondearse de la postmodernidad (y de paso de todos nosotros) y defender en secreto la arquitectura moderna. Retorcido, sin duda, pero igual hasta cierto.


Casa en Matosinhos del estudio nu.ma



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