domingo, 1 de abril de 2018

Robots amables


Pues muy buenos días. He estado leyendo el último libro de Richard Rogers (A place for all people), y aquí te dejo un par de cosas que me han llamado la atención.

El libro toma su nombre de una frase en la memoria de su proyecto más famoso, el centro Pompidou, diseñado en los 70 junto a Renzo Piano, aunque se abre con otra cita, en este caso no suya sino de John Cage: "No consigo entender por qué la gente tiene miedo de las ideas nuevas, yo tengo miedo de las que son viejas". Toda una declaración de intenciones.

El autor de la T4 madrileña nombra como sus más tempranas influencias arquitectónicas el apartamento donde pasó sus primeros años de vida en Florencia con vistas al Duomo de Brunelleschi, decorado con mobiliario moderno a cargo de su primo Ernesto Rogers, arquitecto autor de la tremenda Torre Velasca de Milán. Su amor por los colores fuertes (el libro tiene una contraportada fucsia que lo hace imperdible) lo hereda de su madre, Dada, amante del arte y consumada ceramista, aunque al principio más bien le avergonzaba, especialmente cuando le llevaba al colegio. Abandonó Florencia para siempre a los cinco años, pero relata que la ciudad "entró en mi torrente sanguíneo, y ha permanecido conmigo como una plantilla, un ideal de lo que toda ciudad debe ser". Su apellido, nada italiano, proviene de un abuelo inglés, un dentista formado en París que se asentaría en Venecia (Dada era hija de un notable arquitecto e ingeniero de Trieste, una cosmopolita ciudad al filo a la sazón del Imperio Astrohúngaro donde James Joyce le daría clases de inglés). Rogers señala que su padre, Nino, amaba Inglaterra "como sólo puede hacerlo un extranjero" y vestía como un perfecto dandy inglés, de ahí también que le pusiera por nombre Richard y no Riccardo.

1939 marca un punto de inflexión en su vida: viendo que la guerra era inminente los Rogers se marchan a Inglaterra (Nino tenía pasaporte británico, herencia de su padre inglés). Richard llega junto a su  madre y su tío Giorgio, pianista profesional. Uno de sus primeros recuerdos en suelo inglés es oír a su tío ensayando piezas de Schubert y Chopin en un piano de cola al tiempo que retumbaban las bombas alemanas del Blitz y él se resguardaba debajo. Su vida burguesa llega a un abrupto final ("la vida había cambiado de color a blanco y negro"). Solían llenar la bañera de su minúsculo apartamento con agua caliente para calentar el piso. Nino, médico, consiguió un trabajo precario como doctor en una clínica para tuberculosos, Dada trabajaba también allí haciendo las camas y cuidando a los pacientes hasta que contrajo la enfermedad, momento en el que Richard fue enviado a un internado. Su experiencia allí fue cruda: sufrió castigo corporal desde el primer día que entró (tenía 6 años), apenas hablaba inglés, era disléxico y para colmo sus compañeros le acosaban. Sus padres le cambiarían a una academia de ambiente más relajado donde descubrió que tenía habilidad para el deporte (su tutor le recomendaba que "se centrara en darle al balón y se olvidara del estilo", consejo que le fue muy útil). Richard se siente liberado y sus notas mejoran, aunque siempre era de los peores de la clase. Hizo amigos (alguno aún le dura) y tuvo su primera novia.

En 1945 acaba la guerra y comienza un mundo nuevo en el que los ingleses dan la espalda a Churchill y la política se vive con inusitada intensidad. Su padre, al contrario que la mayoría de los médicos según Richard, aplaude la creación de la atención médica gratuita (un invento británico), y el propio arquitecto considera a los políticos de la época como "héroes de la sociedad moderna". Él mismo conocería nada menos que al ministro de interior del gobierno laborista británico (James Chuter-Ede), paciente de su padre (es obvio que Nino ha progresado profesionalmente), cuya ideología progresista le marcaría para siempre. A los 17 empieza a viajar solo: corre los sanfermines, en San Sebastián pasa una noche en un calabozo por bañarse desnudo en La Concha, y en Venecia vuelven a meterle en la cárcel dos semanas por pegar a un hombre que inexplicablemente había intentado arrojarle al agua desde un atestado vaporetto (después le acusaría de intentar propasarse con su mujer). Las influencias de su abuelo (el dentista) consiguen que pueda salir. Antes de abandonar la ciudad una prostituta que ha conocido en la cárcel le acompaña en un recorrido turístico "alternativo" por Venecia, para horror de su abuelo. Es consciente de que sin la ayuda de su familia lo habría tenido muy crudo.

La arquitectura empieza a atraerle gracias a su primo Ernesto, el arquitecto de la desproporcionada Torre Velasca, el propio Richard reconoce que la primera vez que vio el monumental edificio en plano le pareció "retrógrado y pesado", llegando a sugerir un diseño alternativo en acero. Richard trabajaría para el estudio del primo (BBPR) en pequeños encargos mientras hacía su servicio militar en Trieste (entonces, a primeros de los 50, bajo mando inglés y estadounidense debido a disputas territoriales entre Italia y Yugoslavia). El arquitecto del Pompidou estudiaría en la Architectural Association (la que después acogería a Koolhaas, Hadid, Chipperfield, Pawson y tantos otros), "donde debatía sobre filosofía tanto como estudiaba arte". Las pasó canutas (el dibujo no era lo suyo y la dislexia no ayudaba), pero el último año, en el que tuvo a Peter Smithson como tutor, (coautor junto a su esposa Alison de los Robin Hood Gardens, complejo del que la Bienal de Venecia va a exponer un fragmento salvado in extremis de la piqueta cual reliquia arquitectónica: ¿hay un revival moderno?) las cosas mejoraron.

Richard comenta en posterior capítulo su entusiasmo por el Movimiento Moderno, relatando cómo años después llegaría a pasar una noche en la Casa Farnsworth junto a su hijo invitado por su dueño, Lord Palumbo, experiencia que -al contrario que los decepcionados Herzog y de Meuron- describe como mágica: "Nunca olvidaré la magia de dormir al lado de Roo [su hijo] en esta joya perfectamente realizada, apenas capaz de cerrar los ojos por la emoción, ambos maravillados ante la elegancia y la precisión del edificio, y del diálogo que establece con los campos que lo rodean".

Volvamos a los 50. Mientras estudia en la AA conoce a Su Brumwell, su primera esposa. Sus padres, sofisticados, progresistas y amantes del arte, calaron hondo en Richard, que comenta que uno de los primeros proyectos del Team 4 junto a Su, Foster y su esposa Wendy Cheesman (Creek Vean), fue financiado por un cuadro de Mondrian que el propio pintor holandés le había dado al padre de Su como pago de una deuda de... 37 libras! Richard hace hincapié en el profundo compromiso social de la arquitectura por aquel entonces (en 1956, el departamento de arquitectura del ayuntamiento de Londres contaba con 3000 empleados): "Un sentido de responsabilidad social hacía que pareciera natural para la mayoría de los jóvenes arquitectos trabajar para el estado en lugar de para proyectos privados como es el caso hoy en día". A Richard y Su les unía esa sensibilidad social, en su luna de miel trabajaron en un kibbutz de Israel, "un joven país que se parecía a una utopía socialista, cultivando naranjos en mitad del desierto". Poco después, en 1961, viajan a Yale ambos con becas Fulbright. Allí Richard debe trabajar a lomo caliente, con profesores (como Rudolph) que les imponen más de 80 horas de trabajo semanales, "un correcional arquitectónico", en sus palabras. "Fue una introducción  al diferente ritmo de vida en América. La gente se enorgullecía de no tener vacaciones o no parar para comer, en contraste con Europa". Frente a la AA, donde el debate teórico era el centro de la vida académica, en Yale el énfasis estaba en la producción, algo que se reflejaba en una rivalidad entre los estudiantes según su procedencia: "Los americanos colgaron una pancarta que decía "Haced más"; el contingente inglés respondió con otra donde se leía "Pensad más"'. Allí pudo disfrutar de conferencias de Kahn, y se hizo amigo de Stirling (que da nombre hoy al premio arquitectónico más importante del Reino Unido), del que cuenta jugosas anécdotas como que robaba ceniceros en el Four Seasons neoyorquino o que juntos montaban fiestas tumultuosas con la frecuente visita de la policía. Especial mención merecen las referencias a Foster, también becado como él, aunque, como Richard señala, con un background completamente distinto (los orígenes del de Manchester son mucho más humildes). Foster era allí un "estudiante estrella" gracias aparte de su enorme tesón a sus excelentes dotes para el dibujo (también en esto tan distintos). Su conexión, con todo, fue total: "Durante cinco o seis años solíamos hablar durante horas, a menudo hasta altas horas de la noche, sobre ciudades, arquitectura o nuestro estudio. Era una aventura amorosa verbal e intensa, y no creo que haya tenido unos debates intelectuales tan maravillosos con nadie más". Juntos viajaban a Chicago (la "Florencia de los Estados Unidos") y visitaban edificios de Wright, Mies o Sullivan. Juntos hicieron también un proyecto de final de curso de líneas modernas que parece que a Philip Johnson (que por aquel entonces iniciaba su deriva postmoderna) le gustó más bien poco. Años más tarde sería uno de los miembros del jurado que elegiría el diseño de Rogers y Piano para el Pompidou.

Muchas veces te habrás preguntado de dónde le viene a Richard esa obsesión por las formas industriales, que hizo que el Príncipe Carlos tildara el Lloyd´s de refinería en el centro de Londres. Pues fue en este mismo viaje a los Estados Unidos donde comenzó tan peculiar love affair. Junto a Su tras garduarse decidieron viajar por el país en plan On the Road de Kerouac (con un baqueteado Renault Dauphine cuyo motor se incendiaba cada dos por tres), y quedó prendado de las factorías e industrias, en particular le llamó la atención su enorme escala, desconocida para él hasta ese momento. "Eran la esencia concentrada y desnuda de la expresión funcional. Pero podían también ser visualmente emocionantes e incluso románticas, iluminadas en la noche o envueltas en humo".  Llegaron hasta California, donde visitaron las Case Study Houses (Rogers destaca las de Rudolph Schindler, sobre el que había hecho la tesis en Yale y las de Raphael Soriano). Tras trabajar brevemente con SOM en San Francisco, ya en 1963, se volverían a Europa.

Rogers continúa el relato con la casa que hizo para sus padres en 1969 en Wimbledon, donde ya empieza a vislumbrarse el Pompidou, con un lenguaje moderno claramente influido por las Case Study Houses y transparencias que remiten a la Maison de Verre, que había visitado en París y sobre la que escribió su primer artículo arquitectónico en 1966 para Domus (y donde  utiliza inauditos materiales como paneles de alumninio aislantes que entonces se utilizaban solo para camiones frigoríficos), trabajo que curiosamente antepone en el libro a sus proyectos con Team 4, anteriores en el tiempo.  El estudio lo había montado justo a la vuelta de Estados Unidos, en 1963 junto a Norman Foster, Su, Georgie Cheesman (una antigua novia) y su hermana Wendy, que se convertiría en la esposa de Norman (pues a mí me salen 5). Los comienzos fueron humildes: establecieron el estudio en el apartamento de Wendy y un antiguo compañero de la AA tuvo que hacerles una enorme caja para poner sobe la cama que sirviera como mesa de trabajo durante el día (la anécdota la cuenta también Foster en la biografía escrita por Sudjic); cuando venían clientes llamaban a amigos para que pulularan por la casa como si fueran arquitectos de la firma para que el estudio pareciera más importante. Sus primeros proyectos, Creek Vean, una casa para los padres de Su, y Murray Mews en Camden les llevan 14 horas de trabajo al día, siete días a la semana y la experiencia, especialmente en el segundo de los proyectos, resultó frustrante por los pobres resultados a pesar del trabajo invertido. Al menos les sirvió como lección que les hizo repensar su forma de trabajar en relación con la tecnología y el proceso de construcción: "La tecnología es la materia prima de la expresión arquitectónica, el equivalente a las palabras en poesía". Pronto llegarían a la conclusión de que "una obra debería ser un lugar de montaje, dejando la construcción de componentes para el taller. Al utilizar componentes y sistemas industriales, nuestra arquitectura podría estar basada en un kit de elementos intercambiable y adaptable, no en la creación de una casa de muñecas perfectamente formada. No sería música clásica congelada [como decía Goethe que era la arquitectura] sino jazz, permitiendo la improvisación, alimentada y apoyada por un ritmo regular. (...) Nuestros edificios no serían templos clásicos donde (para utilizar las palabras del arquitecto florentino Alberti) 'nada pudiera ser añadido o eliminado o alterado sino para peor', al contrario, serían amables robots, sistemas abiertos no deterministas [¿que suena mal? Pues a ver cómo traduces tú non-deterministic open-ended systems] que puedan responder a las necesidades de los usuarios, cambiando cuando estas cambiaran y permitiendo la improvisación". Rogers menciona a continuación proyectos en esa línea como la fábrica Reliance Controls, último trabajo del Team 4. Norman y él se separarían por aquel entonces, Richard lo achaca a que no había encargos a pesar de que varios de sus proyectos fueron premiados y gozaron de cierta fama (una de sus casas, eso no lo menciona curiosamente Rogers sino que lo oí en una conferencia de Fernández-Galiano, se utilizó para una truculenta escena en La naranja mecánica de Kubrick) y a que ambos necesitaban mayor libertad para desarrollar su propio lenguaje arquitectónico. Diez años más tarde, en un deprimente hotel en Nueva York, hablaron de volver a colaborar, pero la conversación quedó en nada. Su y Richard continuaron su investigación para crear estructuras lo más ligeras posible en línea con los trabajos de Fuller y Otto, y en 1971, junto a Renzo Piano, desarrollan por ejemplo una estructura modular que sirviera como hospital en espacios rurales y que era capaz de autocontruirse (estaba elevada sobre columnas encima de las cuales se colocaban las grúas que permitían su construcción). Estamos ya a las puertas del Pompidou... Pero si te parece lo dejamos para otra entrada.

Rogers (tumbado) en Yale. Foster justo detrás.  



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