sábado, 4 de noviembre de 2017

Xocs



Volvemos a la City, enclave londinense al que ya hemos dedicado unas cuantas entradas. Verdadero xoc de trens arquitectónico (como puedes observar en la foto), unos cuantos grandes de la arquitectura han dejado aquí su huella (o al menos lo han intentado). El mismísimo Mies proyectó para esta zona una torre que finalmente no cuajó, en su lugar Stirling acabaría levantando un estridente edificio (lee la historia completa aquí). También muy cerca Koolhaas hizo para Rotschild una sobria y elegante torre inmaculadamente rectilínea, quién sabe si queriendo recordar en plan fantasma del padre hamletiano el proyecto del arquitecto alemán, que el holandés tiene mucha retranca. Foster acaba de inaugurar aquí la sede europea de Bloomberg, con la que nos meteremos en el segundo párrafo, aunque el de Mánchester ya tenía justo al lado un galáctico edificio de oficinas en forma de armadillo, el Walbrook. Hay también obras clásicas, como el Banco de Inglaterra de Soane, un banco de Lutyens reconvertido en hotel con un restaurante diseño de Terence Conran nada menos o la pequeña iglesia de San Esteban Walbrook, encapsulada hoy entre grandes construcciones modernas (en esta foto la puedes ver entre la torre de Koolhaas y The Walbrook de Foster), construida poco después del famoso incendio de 1666 por Christopher Wren. Como ves, el nombre Walbrook se repite mucho por aquí, se trata de un río que cruzaba esta zona (hoy ya cubierto), y que resultó crucial en la fundación del Londinium romano allá por el 40 d.C. O sea, que 2.000 años nos contemplan.

Pues como digo el último en construir en tan sensible ubicación ha sido nuestro Norman Foster, que ha levantado para el antiguo alcalde de Nueva York (Bloomberg estuvo presente por cierto en el foro que Foster organizó en el Teatro Real de Madrid hace unos meses coincidiendo con la inauguración de su fundación), una sede que en la foto de arriba aparece detrás del edificio triangular que está justo en el centro de la imagen. Nosotros también hablábamos de esta sede hace ya algunos años, y citábamos al propio arquitecto, que definía su proyecto como una construcción nada tímida. Lo que son las cosas, cuatro años después justamente se la pone a caldo por serlo en exceso: ahí tenemos la cañera crítica de Oliver Wainwright, que sin cortarse un pelo asemeja el edificio (en el mismo titular) a un cortinglés de provincias que encima ha costado la friolera de 1.000 millones de libras. Para mí que los sufridos londinenses están ya tan acostumbrados al desaforado skyline de la ciudad que la sobriedad se les antoja un peñazo. Por cierto que el mismo Foster junto a Nouvel estuvo a punto de construir en este mismo solar hará unos años un edificio mucho más a tono con sus pavorosos vecinos para el que la española Metrovacesa había comprometido 600 millones de libras. Al final la crisis se lo llevó por delante (no hay mal que por bien no venga), aunque ya se le había asignado mote: el casco de Darth Vader, sí, tal y como lo oyes. No veas el cachondeíllo de la prensa británica cuando el proyecto se vino abajo: que si la fuerza no les acompañó, que si Foster y Nouvel sintieron la fuerza de la recesión, y tal. Frente a semejante despropósito el nuevo edificio de Bloomberg mantiene un perfil bajo, que para aspavientos y xocs ya tenemos a Viñoly (la foto de arriba, de Foster+Partners, no es nada inocente), y busca transmitir confianza y estabilidad siendo casi su única "nota de color" unas pantallas móviles de bronce en la fachada para regular la entrada de luz (Foster las llama branquias -gills-) y la instalación de Cristina Iglesias Arroyos olvidados, muy apropiada para el lugar aunque habría que señalar que la artista donostiarra ya lleva años trabajando en este tema y para el Centro Botín ha hecho algo parecido (Wainwright, demoledor de nuevo, señala que quizá la instalación, que le recuerda a una "fétida ciénaga", sea una metáfora de los oscuros manejos de las empresas de servicios financieros...). Rowan Moore, crítico de The Observer mucho más benévolo con la sede, resalta sus impresionantes logros en términos de sostenibilidad, el edificio gastaría un 70% menos de agua (los inodoros funcionan con un sistema de vacío) y un 40% menos de electricidad que la media, Wainwright también lo señala pero lo contrapone a la enorme energía embebida, que diría Fernández-Galianoque suponen los exóticos materiales que se han utilizado en su construcción: 600 toneladas de bronce traídas de Japón y grandes cantidades de granito indio. Moore destaca también su osado diseño interior con una espectacular escalera helicoidal que asemeja a las esculturas de Serra (quizá para compensar el discreto exterior, un patrón típico de los edificios de la City), junto con una voluntad de diseñar un entorno amigable para los más de 4.000 empleados de la empresa de información digital, destacando por ejemplo el espacio llamado La Despensa (donde obviamente se sitúa el comedor para los empleados), junto al que se ubican colmenas de verdad, un gran acuario y un invernadero combinando sin prejuicios tradición y modernidad, lo digital y lo analógico o lo virtual y lo háptico, que diría Pallasmaa. Por cierto que como no hay dos sin tres, otro de los grandes de la crítica arquitectónica inglesa, Jonathan Glancey, que escribió en The Guardian de 1997 a 2012 y es autor, junto con otros libros, de una recomendable Historia de la Arquitectura (aunque en mi opinión muy sesgada hacia mundo anglosajón), también ha dado su versión de la sede de Bloomberg en el último AV Monografías (200) dedicado a Foster y en el que participan otros señeros críticos de la altura de Goldberger, Jencks, Negroponte, Sudjic o Zugaza, antiguo director del Prado que reseña, claro está, el proyecto de la rehabilitación del Salón de Reinos. Glancey habla del edificio como un "vecino respetuoso" que resulta "incluso discreto" en su exterior, y que muestra "que la nueva arquitectura de la City (y de Londres en su conjunto) puede ser a la vez antigua y moderna sin caer en la trampa del historicismo" destacando su carácter cívico también por haber realizado el enorme esfuerzo (reconocido sin ambages por Wainwright y Moore) de alojar en sus entrañas el templo romano de Mitra del s. III, descubierto en 1954 y que se había movido de su emplazamiento original poco después para construir un edificio. Ahora se ha realojado, junto con 14.000 piezas (entre ellas unas tablillas con los primeros documentos escritos a mano encontrados en Gran Bretaña), en un museo situado en el sótano del Bloomberg, justo en el lugar donde fue hallado.

Acabamos ya esta densa entrada, tan abigarrada como la propia City. Buena semana.






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