domingo, 8 de octubre de 2017

Al faro


Hoy me apetece poco escribir. A vueltas con lo del DIU (¿o es DUI?) ando con los esfínteres tensos. Pero en fin, hagamos un esfuerzo. Empezaré yéndome lejos y a ver si me animo. En St Ives (Cornualles), tierra extrema de filibusteros y bellos rincones costeros, acaban de concluir, tras 12 años y 20 millones de libras de inversión, una polémica franquicia de la Tate. La vista desde el mar me resulta criminal (juzga tu mismo, es el edifico gris con columnas), pero la verdad es que no puedo opinar viendo solo un par de fotos. Que conste que Oliver Wainwright viene a decir casi lo mismo del proyecto de un tal Jamie Fobert (antiguo colaborador de Chipperfield), al que se une una residencia de ancianos levantada justo al lado y financiada con ayuda de la galería de arte, que "colisiona con el museo como si fuera un bloque de la Costa del Sol". Rowan Moore, más positivo, comenta del edificio que es "casi bonito" por fuera. Ambos alaban su interior, con una impresionante sala de 500 metros cuadrados sin una sola columna. La verdad es que traigo el modesto proyecto un poco por tirarme el rollo safari sentimental porque conozco St Ives. Es una preciosa localidad costera en la que han encontrado refugio una extensa comunidad de artistas (algo que es evidente al pasear por sus pintorescas calles) y tiene unas recoletas playas en las que casi te puedes bañar como si estuvieras en el Mediterráneo (es la zona más soleada de Inglaterra), o por lo menos así la recuerdo. Pero lo más curioso es que aquí se encuentra el faro (de nombre Godrevy) que inspiró a Virgina Woolf para escribir To the Lighthouse, aunque ella lo sitúa en la otra punta de la Gran Bretaña, en Escocia. Woolf lo visitó en 1892, y así aparece en el libro de firmas de rigor. Algo antes de mi viaje por el West Country había leído la novela, que me costó un año terminar. Plomiza por momentos (prácticamente no pasa nada, es una serie de descripciones detalladas de pensamientos de la protagonista, stream of consciousness lo llaman), a punto estuve de colgar la lectura varias veces, pero finalmente conseguí acabarla y la verdad es que al final me gustó, no sé si porque le cogí el punto o por un Síndrome de Estocolmo de narices. Marchando mi cita favorita del libro: "What is the meaning of life? That was all, a simple question; one that tended to close in on one with years, the great revelation had never come. The great revelation perhaps never did come. Instead, there were little daily miracles, illuminations, matches struck unexpectedly in the dark". 

Hablando de patrias  y del sentido de la vida ayer se estrenaba Blade Runner 2049. Blade Runner fue mi patria durante unos cuantos años, su banda sonora aún lo es. Por eso no acabo de decidirme a verla. Quizá (la música seguro) me vaya a decepcionar y me acabe desgraciando el mito. Y siguiendo con las patrias a vueltas solo decir que da pánico contemplar estos días tanto odio visceral. El ser humano siempre necesitando de un contrario para reafirmar su identidad, ante el que sentirse superior, del que mofarse, al que aniquilar. Cuando nos sale la tribu apaga y vámonos.

Y el último texto que nos ha tocado a fondo esta semana ha sido el de Fernández-Galiano en el último AV (La enfermedad geométrica), dedicado a los chilenos Pezo von Ellrichschausen, arquitectos minimalistas, rectilíneos y miesianos (no en vano han dado clase en el ITT y vivido en los apartamentos Lake Shore Drive de Chicago). En un texto en el que se aúnan a cascoporro contrarios de todo tipo, se nos ofrece alguna de esas cerillas encendidas inesperadamente en la oscuridad que decía Woolf: "Ensimismados en nuestros juegos serios, perseguimos crear especies de espacios cuya exactitud abstracta los protege de los vendavales del mundo, y en ocasiones el mundo irrumpe en ellos con la violencia vigorosa de la vida. Este empeño testarudo en la exacerbación sintáctica y sistémica es una enfermedad lírica y literaria, pero no por ello menos virulenta. Multiplicamos las reglas arbitrarias para hallar la libertad que proviene del rigor y la disciplina, y ese paisaje exigente suministra a la vez ritmo musical y sedación analgésica". Con esa aparente facilidad que tiene don Luis para acercar opuestos, le mandaba yo de mediador al laberinto catalán. Más faros, por favor.

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