martes, 1 de agosto de 2017

Sustos extremos (2)




Arrea, ¿a qué me recuerda esto?

Seguimos con más sustos extremeños, no por más programados que el anterior, menos impactantes. Fíjate lo que SelgasCano nos ha dejado en Plasencia. De gestación compleja, fue este extraño auditorio víctima de la crisis, padeciendo crudas críticas de los que veían en este tipo de intervenciones arquitectónicas un despilfarro inútil. Tras varios parones, diez largos años y 21 millones de euros, la enorme crisálida ha visto al fin la luz hace poco más de un mes, aunque el edificio llevaba ya un tiempo acabado y había sido noticia en no pocas revistas de arquitectura. No tenía muchas esperanzas de encontrarlo abierto, pero al acercarme a la puerta vi que no estaba cerrada con llave. Entré y de inmediato vino a mi encuentro una simpática joven que andaba por allí, única moradora del edificio, que, tras presentarse como Cristina, directora del complejo, nos dijo que, efectivamente, no estaba abierto al público. Ahí puse yo en marcha todos mis maduros encantos, diciéndole que había venido expresamente de Madrid para ver el edificio (si has leído la entrada anterior sabrás que no es del todo así, pero es que me estoy volviendo un bloguero sin escrúpulos). Viendo a mi encantadora familia (cuántas puertas me han abierto mis tiernos infantes), y adulada por mis comentarios (yo seguía dorando la píldora al edificio non-stop), se ablandó y nos hizo un pase privado por buena parte del cascarón sintético. Solo me faltó levitar. 

Soy fan de SelgasCano, ambos de mi quinta, especialmente de sus auditorios de Badajoz y Cartagena que, sobre todo el último, conozco bien (en el lateral, muy abajo, tienes fotos). De hecho, el único El Croquis que tengo en casa es un monográfico del estudio madrileño con portada dedicada precisamente al auditorio de Plasencia y fotos alucinantes de Hisao Suzuki (como esta). Únicos españoles que han realizado hasta el momento uno de los pabellones efímeros  que cada año arquitectos de prestigio diseñan para la Serpentine Gallery londinense, José Selgas y Lucía Cano se lían la manta a la cabeza en Plasencia y levantan una extraña estructura que dialoga con su entorno de manera tan fluida a como lo haría un platillo volante. La visión, para mí al menos, es de difícil digestión en vivo y en directo, por más que en fotografía (especialmente si es de Suzuki) resulte realmente atractiva. En El Croquis explican su proyecto, pero la verdad, no me aclaran mucho. Es cierto que el terreno donde se asienta el auditorio es que no hay por donde cogerlo: un terraplén extremo en el límite entre la ciudad y el puro campo, entre "lo tristemente artificial y lo natural. Campo extremeño que cualquiera puede entender como equivalente del mar" (¿otro barco pues?).  "Lo artificial era tan agresivo que había formado un talud de 17 metros de altura sin el más mínimo respeto a la orografía natural, que permanece enterrada debajo. Por contra, en nuestra propuesta, y como reacción a lo que supone un imparable arrollamiento, decidimos respetar al máximo el terreno en que nos apoyamos, ocupando la menor superficie de parcela posible" (ante lo artificial, hagamos algo aún más artificial y alienígena). El edificio se plantea como "pieza de presencia inmediata", una "señal nítida para el pasajero" que lo observa desde la carretera de Salamanca (prueba conseguida). Los madrileños hablan también de una "arquitectura tendente a un estado estacionario" ("Atenuar la arquitectura" lleva por nombre la entrevista que abre la revista) y, citando a Dostoievski nada menos, defienden alimentarse de la estupidez, que el ruso consideraba sencilla y honrada frente a la esquiva y engañosa inteligencia: "Con esta otra perla de Fiodor enlazamos con una de las herramientas de trabajo que nos parece más necesaria, y que se encuentra bastante marginada hoy en día: el error. Masacrado el error por una falsa necesidad de inútil perfección -que ha copado incluso la arquitectura, disciplina en la que tal perfección no es solo innecesaria sino diluyente de muchos posibles valores que quedan tapados por esa estúpida búsqueda de la perfección, porque lo auténtico solo aparece con lo imperfecto, con lo manual, con lo artesano, con lo inexacto-". Un poco después acuden a Fellini: "Pero nosotros, ante esta inalcanzable y 'determinada realidad', al contrario que frenarnos, hemos conseguido que todo esto sea el detonante para tener algo muy claro: el no tener nada claro. Nos quedamos, por tanto, en ese terreno que define Fellini con la frase "me gustaría nacer todos los días", que él empleaba por dos motivos: por disfrutar de las cosas con ojos limpios, nuevos, por primera vez; y por poder hacer las cosas con ingenuidad, sin ataduras de la memoria y la sociedad". Ryue Nishizawa, la mitad de SANAA, habla también de ellos en la revista: "La arquitectura de SelgasCano tiene sentido de movimiento, sus obras aspiran a una libertad que trascienda sus límites". Mira, tú mismo: 



Aquí, lo último de SelgasCano (fotos de Iwan Baan). 

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