viernes, 15 de agosto de 2014

El verso suelto del arquitecto bombero




¿La Bauhaus en Donosti?

Siempre me sorprendieron las formas redondeadas y sobrias de este edificio municipal en una ciudad como San Sebastián, tan proclive a los ángulos rectos y las fachadas con pompa y circunstancia. En la de este luce, algo desafiante, su año de construcción (1933, año por cierto en que Hitler acababa con la Bauhaus), y me pregunto si esta rara avis tiene algo que ver con su único compañero en formas adustas y aerodinámicas de la ciudad, el Club Naútico (1929) de Aizpurua y Labayen del que recientemente hablábamos, (aunque también podríamos incluir en la magra lista el edificio de La Equitativa, igualmente de 1933, a cargo del arquitecto Fernando Arzadún). Hubo suerte (cuántas veces he intentado encontrar en vano el nombre del arquitecto de un edificio que me ha llamado la atención): su autor, Juan Rafael Alday, fue de 1909 a 1950, el arquitecto municipal de San Sebastián. 



La arquitectura, como la política, hace extraños compañeros de cama, y este edificio, situado en la calle Easo y recientemente restaurado, es buena muestra de ello. En él conviven, algo contra natura, una comisaría de la Udaltzaingoa (Policía Municipal), oficinas municipales, el conservatorio de música de la ciudad y, hasta hace poco, una estación de bomberos que el edificio había alojado desde su inauguración. Me pregunto cuántos conciertos habrá destrozado la escandalosa salida de los camiones de bomberos ante una emergencia.  Por cierto que se da también la curiosa circunstancia de que Alday tuvo al mismo tiempo que ejercer de jefe de bomberos de la ciudad (por aquel entonces el cargo de arquitecto municipal llevaba aparejado este otro). Según cuenta el hijo del arquitecto en una entrevista para El Diario Vasco, más de una vez su padre apareció con una brecha en la cabeza tras volver de apagar un fuego (la familia guarda como recuerdo el casco de bombero de tan singular arquitecto). Si lo pensamos bien no es algo tan descabellado: ¿Quién mejor para apagar el incendio en un edificio que el que conoce su estructura a fondo? ¿Y quién mejor para diseñar edificios seguros?

Mi “tesis” es que este edificio fue en cierta medida influido por el Club Naútico en sus formas y en su casi total ausencia de ornato. Si nos fijamos en otros edificios oficiales de Alday en la ciudad (el mercado de la Bretxa, las escuelas de Amara) veremos que no parecía muy devoto del movimiento moderno que digamos. Para muestra fíjate en este botón, la única casa particular que construyó, en Prim 22 (por cierto que diez números más arriba en la misma calle tenían su estudio Labayen y Aizpurua).
Pastelería fina

Como ves, poco que ver con el verso suelto de Easo. ¿Cabe la posibilidad de que Alday, impresionado ante las formas modernas del Naútico y su gran impacto mediático (con visita de Le Corbusier in person para verlo) hiciera un discreto homenaje al barco varado de Aizpurua y Labayen? Quizá hasta leyó el beligerante manifiesto de Aizpurua (“Cuándo habrá arquitectura”, publicado en La Gaceta Literaria en 1930), que empezaba “La arquitectura en España no existe; no hay arquitectos, hay pasteleros (….). Exigid en vuestras construcciones todo: higiene, solidez, confort, racionalidad, economía; todo, menos decoración; esa palabra os denigra, no debe existir, y si la pedís, os darán pastelería y pagaréis como cosa buena”, para después  reclamar la existencia de “arquitectos arquitectos”  que luchen por ganarse su autoridad: “La culpa del retraso de la arquitectura es del cliente, según el arquitecto; “no nos dejan hacer”. El enfermo cree en el médico; el abogado me arregla este asunto: ¿por qué el arquitecto no me construye mi casa? No creo en él, no tiene autoridad. Mientras el arquitecto no tenga confianza en sí mismo, autoridad y criterio, no habrá arquitectos, estaremos en manos del cliente. ¿Cómo queréis construir vuestras ideas si no educáis a las masas?”. ¿Se sintió aludido Alday? Me pregunto también si llegarían a conocerse ambos arquitectos (es posible, Aizpurúa  hizo un anteproyecto para el ensanche del barrio donostiarra de Amara por encargo del ayuntamiento).  Sea como fuere lo que es obvio es que en Easo quiso experimentar con nuevas formas arquitectónicas más dinámicas y despojadas de toda calórica ornamentación (aunque, quizá viéndolo demasiado frío, le dotó de algunos detalles Art Decó), aprovechando la condición dinámica y maquinista que una estación de bomberos sugería.
Fíjate en mi escudo republicano de Donosti (sin corona)

Alday no pasará ciertamente a la historia de la arquitectura por el edificio moderno (y algo modernista) de Easo, ni seguramente por ninguno de los otros que hizo para la ciudad, pero sí que acabó creando un icono involuntario: la barandilla que bordea la playa de la Concha, dentro de un plan de reordenación del  paseo de Miraconcha que inauguró allá por 1916 Alfonso XIII, en esta foto puedes ver al arquitecto departiendo con el rey, que se hace acompañar por Primo de Rivera (a la sazón sólo general pero ya apuntando maneras). Lo más curioso del dato es que prácticamente nadie sabía que Alday era el autor del diseño de la barandilla (que devino icono tardíamente, allá por los 70), hasta sus propios familiares lo desconocían. También del arquitecto municipal son los obeliscos que rematan la bajada principal a la playa (conocidos popularmente como Los relojes) y la soberbia farola que a su vez se convirtió en uno de los premios del Festival de Cine de San Sebastián. Alday dio forma a la exitosa (y pastelera) postal de Donosti que hoy todos conocemos. Si Aizpurua levantara la cabeza... (en fin, a nadie le amarga un dulce, hasta Le Corbusier acabó saltándose su dieta: ¿Qué es Ronchamp sino un suculento merengue?).

Racionalismo vs pastelería: observa cómo la barandilla de Alday es abducida por el Náutico...


No hay comentarios:

Publicar un comentario