martes, 29 de marzo de 2011

El bueno, el feo y el malo

Vuelvo a Niemeyer. Leo hoy en la contraportada de El País la más interesante definición del Centro Niemeyer que he leído hasta ahora: "Es un hermoso espacio retrofuturista, es decir, es el futuro tal y como se concebía en los años sesenta, el futuro convertido en pasado y elevado a clásico". La firma Rosa Montero en un pequeño artículo titulado Locuras, en el que defiende, incluso con la que está cayendo, este tipo de proyectos y la creación artística en general. Al hilo de la definición, propongo una modesta consideración en el fondo presente en las palabras de Montero: el proyecto de Avilés ¿resulta realmente un esfuerzo creativo de primer orden? Sin negarle un ápice de belleza, no hagamos tampoco como en el famoso cuento del traje nuevo del emperador: el complejo asturiano se trata de un copypaste de edificios mil veces vistos del carioca que pegar, lo que se dice pegar, no pega mucho en Avilés. Lo que pasa es que Niemeyer es un mito, tiene 103 años y una popularidad que arrasa gracias a su espíritu campechano, libertario y directo. Tener en España una obra de Niemeyer es un logro innegable, pero quizá más por un coleccionismo a lo Vitra que por el proyecto en sí. A veces puede resultar injusto lo inflexibles y críticos que somos con algunos proyectos y lo benévolos y protectores que somos con otros. Podemos verlo en relación a otra reciente inauguración también en el norte (la Cidade da Cultura de Eisenman). Más impopular por razones indudablemente objetivas (el derroche económico), deberíamos pararnos a reflexionar -si somos capaces de obviar las escandalosas cifras- sobre aspectos más puramente arquitectónicos. Eisenman ha hecho un verdadero esfuerzo -o eso parece- de crear un proyecto que conecte con el lugar donde va a residir: la referencia a la vieira o a la fisonomía urbana de Santiago están presentes en la Cidade según el arquitecto, aunque lo reconozca a regañadientes (podemos leerlo en la conversación que a tres bandas tiene con Moneo y Fernández-Galiano en el último número de AV). Y como no hay dos sin tres, habrá que citar al tercer gran polo cultural del norte de la península, el que se convirtió en referente mundial: el Guggenheim de Gehry. Y aquí volvemos al principio. El arquitecto canadiense deja su firma personal en un edificio que si ha conectado con Bilbao es por el acierto de jurados y políticos quienes probablemente vieron la relación estética entre el feísmo brutalista del arquitecto y una ciudad postindustrial y decadente. La química funcionó, y cómo. ¿Y no será que a menudo la vida es simplemente injusta y el proyecto improvisado en una servilleta de papel de un genio simpático tiene al final más tirón y atractivo que el sesudo estudio de un arquitecto académico?

lunes, 28 de marzo de 2011

Mi reino por un niemeyer



La inauguración del centro Niemeyer en Avilés, con sus formas curvas como una ola de fuerza desmedida, está creando un desbordante tsunami cultural en el que recalan todo tipo de celebrities. En la reciente inauguración Woody Allen tocaba el clarinete para un aforo entregado en el que destacaban 2.000 estudiantes de instituto que, a decir de organizadores, descubrieron el jazz gracias al director melómano. Foster, Serrat, Saura o Brad Pitt son otras estrellas implicadas en el proyecto. Hoy además leo en la prensa que nada menos que Kevin Spacey ha anunciado que va a representar un Ricardo III en el auditorio del brasileño. Va quedar un poco fuera de lugar el tenebroso rey maquinador y sanguinario en un entorno tan radiante y luminoso en el que habría sido más apropiada, por ejemplo, La tempestad, con su carácter más alegre y festivo (obra que además sucede en una isla llena de magia y fantasía, algo que igualmente remite a la isla de la innovación asturiana). La gris y amenazadora Torre de Londres, donde Ricardo encierra (y liquida) a los descendientes de Eduardo IV para asegurarse el trono, poco tiene que ver con la blanca torre de Niemeyer cuyo restaurante con espectaculares vistas remite al placer más que al dolor. Y la sensualidad del complejo asturiano choca no menos con la fea deformidad del rey, quien al menos muere al final de la obra poco después de exclamar aquella famosa frase: "Mi reino por un caballo". No pocos alcaldes y concejales viendo el éxito de la iniciativa asturiana no suspirarán con la misma urgencia que el malvado rey por un niemeyer o similar en sus tierras por mucho que otros intentos similares hayan pinchado de mala manera (cuántos de ellos se aprestan estos días a inaugurar lo que sea, hasta aeropuertos a medio terminar, porque llega la precampaña y ya no se puede). Esperemos que el centro Niemeyer siga siendo un polo de atracción cultural por muchos años.

lunes, 21 de marzo de 2011

España, protegida contra tsunamis.


Pues sí. Fíjate lo que afirma Shigeru Ban (sobre el que por cierto hablábamos en la última entrada): "Ningún edificio construido después de 1981 se derrumbó a causa del terremoto. En ese año se cambiaron las normas de edificación. Otra cosa es el tsunami. En este sentido, lo que habrá que cambiar son los planes urbanísticos de las ciudades. Deberán construir edificios de ladrillo, de al menos cuatro pisos de altura en las costas, que funcionen como un muro, para proteger los demás edificios. No estoy muy seguro de que sea algo bonito, pero es lo único que funcionaría". Benidorm, Torrevieja y demás perlas de nuestro litoral pueden estar contentas. No hay mal que por bien no venga... Artículo.

viernes, 18 de marzo de 2011

El papel de/en la arquitectura



Shigeru Ban, autor del centro Pompidou Metz, creó unos refugios para los damnificados del terremoto de Fukuoka en 2005. Con unas simples particiones realizadas con papel, cartón y tela, la idea era ofrecer un mínimo grado de intimidad a las masas de afectados que se veían obligados a pasar juntos varios días en gimnasios y grandes instalaciones. Tras el nuevo terremoto que acaba de asolar Japón, Ban vuelve a ofrecer sus refugios y ha colgado una página especial en su web donde pueden hacerse contribuciones económicas.