viernes, 10 de diciembre de 2010

Contradicciones donostiarras


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En San Sebastián unos vienen y otros se van. En enero cierra sus puertas Chillida-Leku, el museo dedicado a las obras del escultor donostiarra y pocos meses después las abrirá el Museo San Telmo, renovado y ampliado por Nieto y Sobejano (en las fotos), con una sobria fachada metálica perforada al estilo Herzog & De Meuron. Aunque la coincidencia es sólo a medias (corresponden a momentos distintos, el nuevo museo fue proyectado en época de vacas gordas, el cierre responde a otra de vacas famélicas), no deja de chirriarme. Según leo en la prensa, la rehabilitación y ampliación del museo etnográfico ha costado 23 millones, una cifra muy aceptable. El Chillida-Leku cierra por un ERE ante la imposibilidad de que sus dueños (la familia Chillida) hagan frente a su deuda acumulada que asciende a medio millón, una cantidad ridícula. Aunque Ayuntamiento, Diputación y Gobierno vasco han aportado dinero, la familia Chillida se ha quejado a menudo de la cicatería de las instituciones con el museo, que quizá tampoco haya tenido la mejor de las gestiones posibles habida cuenta del amateurismo de sus dueños. Sorprende tanta inversión para un museo de nula proyección exterior y tan poca para otro de una figura de la importancia de Chillida. Quizá es que precisamente los ayuntamientos estén para eso, para proteger lo estríctamente local y autóctono, que lo más universal ya se cuidará solo (o lo hará papá Estado: pues mucho me temo que Astuto Felino y compañía andan para pocos trotes con los affaires que se les acumulan: Controla como puedas, WikiSálvame, los excitantes vaivenes del índice de riesgo-país...). Sorprende más aún que el ayuntamiento tuviera otros proyectos culturales de gran calado en cartera como el centro Tabakalera, una inmensa fábrica que se pretendía reconvertir en espacio expositivo (el alcalde, el sempiterno Odón Elorza, acaba de echar el freno) para llenar no se sabe muy bien con qué. Ahora (a buenas horas) se habla como salida a la situación crítica del Chillida-Leku de la construcción de un pabellón anexo para exposiciones temporales, que al final es lo que aporta vida y dinero a los museos. Foster sin ir más lejos (un fan del escultor, fue a su funeral y se inspiró en él para diseñar la planta a su cargo del hotel Puerta América en Madrid) habría estado encantado de hacerlo. Sorprende finalmente que Oteiza, otro escultor vasco de renombre (pero probablemente más autóctono y menos universal que Chillida) tenga en Alzuza, su localidad natal en Navarra, una casa museo con un interesante anexo de (no podía ser de otro modo) Sáenz de Oiza gestionada en parte por el gobierno navarro.

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