Efectivamente, los autores del escalón indómito (y otras escaleras varias) que te traía en la pasada entrada son los hermanos Aires Mateus, Manuel y Francisco. No sé si habrás tenido tan fácil averiguar qué intervención es esta ya que no la encontrarás en las monografías más conocidas sobre los lisboetas (ni siquiera en la exhaustiva de
El Croquis de 500 páginas). Yo la descubrí en la publicada por la editorial portuguesa
A+A Books, libro que hallé en
Naos, esa librería madrileña en la que acamparía un par de días. Planteada como
Guia de Arquitetura más que propiamente una monografía
(incluye un útil mapa), se centra en la obra portuguesa del estudio y aunque es pequeña en formato, prácticamente un libro de bolsillo, es ambiciosa en contenido, agavillándose en ella 63 proyectos (algo menos de un tercio de los que el estudio tiene en el país hermano) explicados eso sí en rápidos apuntes y con apenas un par de fotos, la mayoría en blanco y negro. Pero la particularidad que me parece más interesante de esta publicación es que las obras que aparecen han sido seleccionadas personalmente por los propios arquitectos. Hay dos pequeños pero jugosos textos introductorios (donde descubrí la entrevista que Tuñón les hizo para
El Croquis: si no tienes la revista como es mi caso te puedes al menos bajar la entrevista desde
su web) y un prólogo de nuevo mínimo pero enjundioso a cargo del dúo lisboeta que pronto nos demuestran, como en su obra arquitectónica, sus marcadas dotes poéticas:
"Mas um guia, como uma perspectiva do tempo através das obras, é também un ensinamento da capacidade que esse tempo tem de desenhar".
La intervención en cuestión es la rehabilitación mínima que realizaron en el Castillo de Alandroal en el Alentejo donde tienen numerosas obras, así hasta once solo en Grândola (sí, la
Vila Morena de la canción revolucionaria), hoy pletórica en arquitecturas últimas de afamados arquitectos lusos acaso por influencia de las vecinas y muy
chic playas de Comporta. En Alandroal, Aires Mateus se marcan un Lacaton y Vassal en toda regla, restaurando la fortaleza del siglo XIV lo absolutamente indispensable en plan
preferiría no hacerlo (ya hablamos del juego que ha dado en la disciplina la famosa frase de Bartleby, Tuñón tiene también un texto homónimo en
CIRCO sobre el tema). Es obviamente una obra menor y sin embargo la han querido presentar en nuestra
Guia como representativa de su quehacer. La ruina es sin duda un tema que les toca, todos sabemos que su primera obra relevante, la casa en Alenquer, tuvo su origen en un afortunado accidente: planteada en sus inicios como la reforma típica de una antigua vivienda, fue cuando el nuevo tejado se vino abajo que los hermanos tuvieron la visión de respetar los restos de la antigua vivienda, construyendo la nueva en el interior de la ruina colapsada. Pintadas ambas en el blanco preceptivo de gran número de sus obras, no es fácil distinguir lo nuevo de lo antiguo (también se conservan las ventanas preexistentes, ya tan solo marcos que rodean un vacío fantasmático). El espacio que queda entre ambas construcciones da al parecer mucho juego. Los arquitectos hablan de sentirse en él no entre dos edificios, sino entre
"dois tempos de uma mesma construção", vamos, como en
Dark. La monografía que
AV dedica a los lisboetas ahonda en el misterio y dice que en dicho espacio intersicial se generan "
situaciones imprevisibles". La clave por tanto no es lo nuevo ni lo viejo, sino el vacío acaso ominoso que conecta ambas dimensiones temporales.
Te enlazo a fotos y te haces idea. Tuñón en su entrevista habla de cómo Aires Mateus
juegan con la intemporalidad y remata:
"En el fondo preparan sus edificios para en un futuro lejano ser bellas ruinas". En Alandroal mantienen la ruina como decimos apenas sin tocarla, la escalera a la que añadieron el primer escalón es tan insegura que un alarmado cartel nos avisa de que no debemos subirlas ya que la caída es probable (en este punto uno se pregunta, como lo hacíamos con el parque bordelés de Lacaton y Vassal, ¿por dejar la preexistencia casi intacta debemos arriesgar la vida del inevitable descerebrado que se sentirá desafiado por el aviso? ¿Un arreglo en condiciones de dicha escalera no habría incluso mejorado la presencia del castillo? ¿Hasta qué punto dicho escalón solitario no es sino un manifiesto artístico-filosófico de poca utilidad para el que se parta la crisma (la existencia del cartel indica que ya se habría producido algún susto)?). La
Guia no cita en este proyecto a los arquitectos, que quizá podrían arrojar luz poética sobre su intervención y habla de
"uma operação de modestia". Con todo
te incluyo una cita de los arquitectos extraída de la entrevista de Tuñón que nos puede ser útil en este punto y pasamos párrafo:
"La ruina siempre es más fuerte, su potencialidad está incompleta, y eso la hace
infinita. Nos gusta, como hemos dicho, dejar la arquitectura como posibilidad, inacabada, para que el futuro la vaya ocupando". La mencionada entrevista entre Tuñón y los arquitectos hermanos para El Croquis merece comentario aparte. El contenido es realmente interesante, así la pregunta que el madrileño les hace sobre el pórtico de la facultad de arquitectura que mencionábamos en la anterior entrada, que no es otro que el de Tournai -si eres tintinófilo te sonará el nombre, allí está la sede de Casterman, la editorial del aventurero periodista-: ¿Rossi o Venturi? A lo que responden, ecuménicos, que tú mismo; o la relación que Tuñón establece entre los muros excavados de la Casa da Música y los que horadan muchas de las construcciones de los lisboetas, etc. Pero lo que sobre todo nos ha dado que pensar es las múltiples coincidencias que unen a ambos estudios. Tuñón y Mansilla no eran hermanos, pero trabajaban en una consonancia casi mayor que los lisboetas:"Luis Moreno Mansilla tenía un hermano gemelo con el que era fácil
confundirlo y un socio fraternal en casi todo diferente..." comienza el bellísimo obituario que le dedicara Fernández-Galiano; siempre se me olvida que Mansilla ya no está con nosotros, pero en las fotos de entrevistador y entrevistados en el estudio del madrileño que ilustran la conversación nos parece sentir la presencia del desaparecido Luis participando en la charla (cuánta tristeza hay en esa fatal asimetría que muestran las imágenes, de esas tres personas que deberían ser cuatro). Ambas parejas trabajaron curiosamente el mismo número de años (diez) con prestigiosos arquitectos que les dejarían marcada huella (los madrileños con Moneo, dirigiendo obras tan importantes como Atocha o la renovación del Thyssen, los lisboetas con Gonçalo Byrne, junto al que diseñaron el proyecto que quedó segundo en el concurso del centro cultural de Belem que a la postre, no sin intenso debate, ganaría Vittorio Gregotti). Mansilla y Tuñón estrenan su primera obra en solitario (el museo de Zamora) en 1998, el mismo año que Aires Mateus fundan su estudio. Solo un año antes se habían conocido, en un encuentro luso-español de arquitectura auspiciado por Moneo y Siza en Lisboa. En 2003 los lisboetas participarían también en el número 131 de CIRCO dedicado, como no podría ser de otra manera, al tiempo, en cuya portada aparece la iglesia de Biet Ghiorgis en Etiopía, excavada sobre el terreno, haciendo acaso alusión a la extracción y al vacío, igualmente señas de identidad del dúo. Cita de rigor: "Esta tentativa de resistencia al paso del tiempo, de supervivencia al curso de la historia, suscita la existencia de una esencialidad primordial y se constituye como hipótesis de intemporalidad o de eternidad que es, de algún modo, la ambición de toda arquitectura". La esencialidad que ellos buscan en las formas arquetípicas (la casa con tejado a doble vertiente) y en el color blanco, vernáculo y moderno a la vez, antiguo y nuevo al mismo tiempo. Y concluyen citando a Marc Augé (volvemos a la ruina):" 'Contemplar una ruina no equivale a hacer un viaje por la historia, pero sí a notar la experiencia del tiempo, del tiempo puro'. Tal vez sea esto lo que nos conmueve y atrae tan profundamente, que desearíamos construirlo desde el principio en ese estado". No procede teniendo en cuenta nuestra epidérmica condición ponernos a comparar las arquitecturas de ambos estudios, pero sin duda sería interesante establecerlas. Acaso la más obvia sería el uso mágico y lírico de la geometría para crear piezas intemporales que a menudo bordean el land art.
No podíamos terminar sin desvelar uno de los enigmas que planteábamos en la entrada anterior, el que tenía que ver con un importante premio que llevaba el nombre de un poeta (y una cita del mismo poeta a cargo de Fernández-Galiano en la monografía que AV dedicara a Aires Mateus). Es, claro, el principal poeta luso, Fernando Pessoa. Despejada ya la duda que te mantenía insomne por noches sin término deja que le dedique un par de lineas a dos inexplicables misterios sobre el tal galardón. El primero: no entendemos que se concediera sólo a Manuel y no a Francisco; el segundo: los únicos arquitectos que lo han recibido en su historia (que se inicia en 1987) son, aparte de Manuel, Souto de Moura (1998) y Carrilho da Graça (2008). ¿A qué esperan para dárselo a Siza? Por cierto, y ya te prometo que concluyo, te contaré que Pessoa ha sido inspiración para un recientísimo taller artístico (Los recuerdos son siempre geométricos) de Soledad Sevilla nada menos en el Helga de Alvear (sí, el mismo museo de Mansilla y Tuñón del que traíamos fotos hace poco), donde también tiene obra expuesta en una muestra junto a otras artistas. Sevilla ha llevado a Cáceres un conjunto de pinturas que ya presentó el año pasado en Madrid y se inspiran en El libro del desasosiego de Pessoa. Para el taller en concreto la artista, que gusta, como veíamos en Judd, de la repetición seriada, se inspira en los azulejos cerámicos que recubren las fachadas de los edificios de Lisboa para construir una gran instalación donde los trazados de la geometría son los protagonistas, volvemos pues a las geometrías poéticas y a la repetición acaso obsesiva que nos llamó la atención en la Galería de Colecciones Reales y vemos igualmente en las obras de Aires Mateus. Tendremos también que citarla, que remedio: "Con la utilización reiterativa de la línea intento crear un ambiente mágico, móvil y envolvente, lleno de luz y penumbra". El Kubo Kutxa de San Sebastián (en el Kursaal) albergó hasta hace un par de meses otra exposición suya que de nuevo tenía a Pessoa como fuente de inspiración, Mi propio paisaje, nombre extraído de un poema del autor portugués, Não sei quantas almas tenho. Una de las series de trabajos en dicha exposición llevaba por nombre Arquitecturas agrícolas, que de nuevo nos ha recordado a la fachada de la Galería de Tuñón (sus surcos labrados) y a, cómo no, Koolhaas. Su estudio, en el campo granadino, replica las geometrías presentes en las paredes perforadas de los secaderos de tabaco típicos de la zona. Decir en apunte telegráfico que Sevilla fue en los 60 pionera en el uso de los descomunales ordenadores de IBM entonces alojados en el edificio de Fisac en la Castellana madrileña (todo un alarde tecnológico en sí mismo) para la creación artística, aunque hoy la artista los recuerda por su lentitud y la necesidad de recibir continua asistencia de los expertos del Centro de Cálculo de la Complutense (uno de los cuales quizá fuera José Miguel de Prada Poole, el arquitecto pionero en estructuras neumáticas que se convertiría en su cónyuge). Se le considera también la primera artista española en crear una instalación, en las fachadas del MIT nada menos, en 1980 mientras disfrutaba de una beca en Harvard. Sevilla, valenciana, ingresó el año pasado en la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos con un discurso que tituló Lo que no perece.