La Touraine, conocida como el jardín de Francia gracias a su vocación agrícola, es famosa por sus castillos de cuento, a cuál más ampuloso, que, con Versalles, son explicación palmaria de la Revolución Francesa. Sin embargo, acaso no sean más hermosos que las sencillas granjas que, como bodegones de Morandi, hilvanan estas llanuras de horizontalidad recalcitrante que casi parecen más el producto de un tiralíneas de dimensiones cósmicas que de una naturaleza que imaginábamos más azarosa. A cincuenta kilómetros del emplazamiento de esta foto nació Descartes, ese geómetra y filósofo que, cansado de las bizantinas diatribas escolásticas, buscó crear un método de razonamiento más sencillo, y uno se pregunta si el origen de dichos afanes intelectuales y matemáticos no están en la topografía casi artificial de estas tierras ya cartesianas antes que él. El filósofo nació en un pueblecito llamado Le Haye en Touraine en 1596 (en 1967 el nombre se cambió a Descartes en su honor), toda una premonición ya que acabaría mudándose a Holanda, quizá porque había más libertad de pensamiento, más necesidad de sus exactos cálculos geométricos o simplemente porque sus inmensas planicies le recordaban a su tierra.
Clemens Driessen se define a sí mismo como un "geógrafo cultural". Profesor en la universidad holandesa de Wageningen, especializada en aplicar toda clase de innovaciones tecnológicas al campo de la agricultura, tiene un ensayo de nombre Descartes Was Here. In Search of the Origin of the Cartesian Space publicado en Countryside: A Report de OMA y Rem Koolhaas, libro surgido a raíz de la exposición que el arquitecto neerlandés llevó al MoMA hace tres años. Driessen aporta datos muy interesantes sobre el trabajo de Descartes en Holanda, codo con codo con, según él, su alma gemela Constantijn Huygens, hombre de letras (traductor de Vitruvio y, entre otros, John Donne al holandés), poeta políglota, avezado diplomático y padre de Christiaan, inventor del reloj de péndulo, que sometería a la humanidad a la precisión del orden temporal como la retícula lo había hecho con el espacial, y descubridor asimismo de los anillos y lunas de Saturno. Si hemos de creer a Driessen, la retícula cartesiana, heredada de romanos, griegos, egipcios y demás, sería optimizada por Descartes y Huygens, nuestro dinámico dúo de geómetra y poeta, que la llevarían a la práctica con esmero para el hoy desparecido palacio de Honselaarsdijk (el "Versalles del Norte"), donde no solo se alzaba el tal palacio de rigor sino todo un complejo por supuesto reticular de jardines y huertos en el que se experimentaba con cultivos traídos de las colonias holandesas (todo ello financiado por cierto gracias a un cargamento de plata proveniente de una flota española convenientemente atacada por los piratas de turno). Koolhaas -todos sabemos que el grid es su Santo Grial- abordó a Driessen interesado en la historia de este suntuario complejo agrícola del XVII en su búsqueda acaso obsesiva de un lugar primigenio donde la retícula hubiera tomado forma para, fundiendo naturaleza y artificio, maximizar la producción agrícola. No te voy a dar más la turra con el tema, que luego me salen unas entradas infumables. Si quieres más pues te lees el libro. Además este, al contrario que los precedentes, es de dimensiones mínimas (Rem es una persona de extremos), así que en este caso sí que te lo puedes llevar a la playa. Tiene al final un texto de RK (firma así, en plan falsa anonimización) de título ? en el que ensarta 875 preguntas (aprox) de la más variada índole, te incluyo botón de muestra: "¿Puede una generación refractaria al riesgo lidiar con los grandes dilemas?". De todas formas, si en estos días festivos eres poco proclive a lecturas sesudas, deja que te recomiende unas muy visuales clases magistrales sobre el poder de la línea y la geometría para ordenar y crear mundos a cargo de Justo Isasi, profesor ya retirado de la ETSAM que no es otro que Focho, el dibujante de Arquitectura Viva. Descartes sale a colación. Verás de lo que es capaz con una simple tiza, una sencillez muy trabajada, una capacidad de conectar ideas simpar y una aristocrática langueur, como si llevara toda su vida viviendo en Chambord.
Descartes no es la única figura de renombre que pasó por esta bella región que centra el hexágono. Francisco I atrajo a Leonardo da Vinci nada menos regalándole, cómo no, un castillo en la cercana Amboise, donde residió hasta su muerte pocos años después. Allí también yace enterrado. Suya es la bella escalera de doble espiral que se sitúa en el corazón del glorioso Palacio de Chambord. Por rellenar un poco el párrafo, que si no se me queda un poco descompensado con respecto al resto, te diré que Francisco I fue el gran rival de nuestro Carlos V y anduvieron entre guerras y treguas casi toda su vida. El monarca francés fue apresado en la guerra de Pavía y permaneció bajo cautiverio (de lujo) en Madrid. Juan de Urbieta, uno de los soldados que le dieron captura tras ser abatido su caballo tiene pomposa avenida en Donosti (era de Hernani) y más modesta calle en Madrid, si lo sabré yo, que vivo al lado. Creo que puedo ya cerrar párrafo, agradecido siempre por tu paciencia.
Volviendo a la Touraine, te daré un par de apuntes de interés arquitectónico sobre su capital, Tours. De aquí es nada menos que Víctor Laloux, starchitect beauxartiano de finales del XIX y principios del XX que en París dejó la estación de Orsay (hoy museo impresionista) y en Tours levantó el ayuntamiento, la estación y la basílica de San Martín de Tours en estilo neobizantino para alojar los fatigados restos del santo de la ciudad, brutalmente violentados por hugonotes y revolucionarios. La estación, de potentísima fachada, se enfrenta en diálogo imposible con el Palacio de Congresos de Jean Nouvel, quien empezó aquí a trabajar con sus enormes viseras. Aquí tienen también un recoleto museo de arte contemporáneo, mira tú por donde, Aires Mateus, sí, los de la no-rehabilitación de Alandroal, mucho más respetuoso con el entorno que el edificio de Nouvel. Los hermanos lusos nos dan muestra aquí de nuevo de su gusto por la sencillez formal, los juegos con el vacío (que inspiran la tipografía del museo) y el uso del color blanco, aunque una de las salas de exposiciones está pintada completamente de negro. Acabamos con elucubración, al estilo RK. ¿Estará la espectacular escalera que diseñaron para la universidad de Tournai (proyecto realizado al mismo tiempo que el de Tours) inspirada por la que comentábamos de Leonardo da Vinci en Chambord?
No hay comentarios:
Publicar un comentario