domingo, 5 de febrero de 2017
Un cuento holandés
Flipo con Rem. Es descubrir una obra suya y oye, automático. Aquí te traigo la Dutch House levantada, como apunta irónicamente el propio arquitecto en S, M, X, XL, en una zona "montañosa" de su natal Holanda (50 metros sobre el nivel del mar) allá por 1995, y que he hallado en el magnífico blog rumano Ofhouses. Lo que más me sorprende no es tanto la casa en sí, sino cómo fue capaz el hombre de vender la moto a sus clientes ante determinadas decisiones arquitectónicas que, en mi siempre modesta opinión, no hay por dónde cogerlas. Te pongo más fotos y después monto una ficción -ya toca- que recoja uno de los encuentros que bien podrían haber mantenido el arquitecto y el sufrido matrimonio que le encargó la casa, a los que llamaremos -son nombres inventados- Dennis y Famke.
1993 estrena verano. Las calles de Ámsterdam rebosan de esforzados ciclistas y alegres turistas que disfrutan de una soleada tarde. En un recoleto velador al borde de un canal aguardan, expectantes, una pareja ya entrada en años (frisan acaso los 60), que sorben con delicadeza infusiones ya frías. Llevan casi tres cuartos de hora esperando al arquitecto que va a proyectarles una casa en el campo, y al fin van a conocer los primeros planos. Una moto de gran cilindrada pero añeja (son años duros para el estudio del holandés) encara de pronto la estrecha calleja y frena melodramáticamente justo al borde del canal. Desmonta con urgencia un espigado hombre con desbaratada pelambrera, nariz aguileña y mirada perdida, como si acabara de llegar de otra dimensión y aún no hubiera encontrado su ser. Se dirige, brioso, a donde se encuentra la pareja, pide a gritos un café doble con tres cucharadas de azúcar, deposita una de esas típicas carpetas azul marino de cartón con gomas sobre la mesa y se deja caer sobre un asiento con ensayada sobreactuación.
-"Famke, Dennis, vaya tráfico, llego tarde, estoy agotado".
-"Buenas tardes señor Koolhaas", responde Famke, "tranquilo, estábamos disfrutando de un té de roiboos y esperando impacientes sus noticias".
-"¿Tenemos ya planos?", espeta Dennis
-"Tengo un primer boceto muy aproximado". Abre la carpeta y saca un fajo desordenado de papeles. "Aquí tenéis".
La pareja, ansiosa, se abalanza sobre ellos. Estudian el plano y varios dibujos de la casa desde distintos ángulos durante un buen rato mientras Rem aprovecha para beberse el café casi de un trago.
-"Esto es la Farnsworth con pilotis", sentencia, decepcionado, Dennis. "Es una copia".
-"Vaya Dennis, te veo muy puesto", contesta, con estudiada afectación, el arquitecto. "Me alegro mucho que hagas esa observación. Te cuento. Mi punto de partida son Le Corbusier, Mies y demás modernos, ciertamente, para luego pasármelos por el mismísimo forro. Porque para moderno, yo. ¿Tiene la Farnsworth dos casas en una? Te has dado cuenta de la segunda vivienda que que hundo en el terreno cual búnker?"
-"¿Me estás diciendo que has superado a Le Corbusier y Mies?", le responde con sorna.
-"Mira, Dennis, ¿sabes cuál es el problema de Corbu? Que se enfrentó al vacío en el corazón mismo del maelstrom, y PARPADEÓ. Ese fue el encuentro con el destino de la modernización. Ese fue el verdadero fracaso (1). Yo no parpadeo. Nunca".
-"¿Y se puede saber qué es esa especie de protuberancia que surge en la fachada que da al patio?", tercia Famke, que ha estado mientras tanto mirando atentamente dicha extraña elevación.
-"Esa es la clave de todo, Famke. Buen ojo. Ahí es donde le clavo la puntilla a Corbu y Mies. Ahí es donde supero la deprimente austeridad moderna dando un tajo, con saña, a la horizontalidad obsesiva de esa panda y creo como una ola. ¿Conoces la película Un chien andalou de Buñuel y Dalí? Pues eso es lo que he hecho yo aquí con los modernos. Esta es una casa edípica. Me estoy cargando al padre. Con un par". Se ha venido arriba.
-"Y justo debajo de la "ola" sitúas una rampa que comunica ambos niveles", señala Famke, algo alarmada. "Un poco forzado, ¿no crees?"
-"Eso remite a la función oblicua de Paul Virilio".
-"¿Quién?", dicen ambos al unísono.
-"Es un filósofo y urbanista francés que me ha inspirado especialmente para vuestra casa. Virilio busca una arquitectura que juega al desequilibrio mediante el plano inclinado. El modelo a seguir para él es el bailarín, siempre en danza. Pura arquitectura coreográfica. Lo llama también topología: Las paredes se inclinan, se hacen accesibles, se recuperan para la vida. Acabemos con la ortogonalidad, ya no hay más afuera y adentro, sino "superficie y subficie". (2) Por eso también me interesa mucho un arquitecto español, de nombre Alejandro Zaera, que he contratado para mi estudio y tiene ideas muy interesantes sobre este mismo tema. Seguro que va a hacer cosas destacables (3). Volviendo a Virilio, os diré que participó activamente en las revueltas de Mayo del 68, para mí que la función oblicua no es sino un homenaje, acaso inconsciente, a las barricadas. Y vio el gran peligro del hombre moderno apalancado frente a la televisión y demás pantallas: quiso que no cayera en una adocenada inactividad, retomando las tronadas ideas de futuristas como Vincenzo Fani (alias Volt), que defendía un "alpinismo doméstico", por ejemplo situando la cama suspendida dos metros del suelo, y disponiendo para subir y bajar cuerdas y pértigas, en sus casas las escaleras dejarían de existir, y en su lugar habría toboganes y montañas rusas" (4).
-"Muy curioso", señala Dennis nada entusiasta, "pero ¿me puedes explicar por qué no pones una barandilla en el salón para evitar caídas sobre la rampa? Mira que de vez en cuando organizamos fiestas y la gente puede acabar perjudicada".
-"Y nosotros mismos", apunta, bajando la voz Famke y mirando de soslayo, "alguna vez nos fumamos un canutillo, qué le vamos a hacer".
-"No creo en las limitaciones. El espacio perdería carácter. ¿Os imagináis el efecto de una persona emergiendo paulatinamente por la rampa visto desde la planta de arriba? Algo así como la trampilla en el escenario por la que hacían aparición los personajes que se suponía venían del más allá, el Hades o los infiernos en el teatro The Globe de Shakespeare. Ahora parece que lo quieren reconstruir en Londres".
Rem da un repentino respingo y mira su reloj. "Lo siento, me tengo que ir pero ya, tengo otra cita en Utrecht esta misma tarde, voy a levantar ahí un edificio para la universidad. También va a llevar un pliegue que va a traer cola. Seguimos en contacto". Pone unos florines sobre la mesa y se va raudo dando grandes zancadas hacia la moto, con la que desaparece tras un rastro de humo blanco.
La pareja se queda en el velador mirando todavía incrédulos los planos. Les ha convencido, claro, aunque aún no lo saben.
(Aunque el relato es pura ficción, lo he adobado con datos verídicos. Como somos posmodernos, pero dentro de un orden, te he indicado con números los que podrían parecer inventados pero no lo son:
(1) Esta cita es real, del propio Rem tal cual (mayúsculas en parpadear inclusive). La puedes encontrar en S,M,L,XL.
(2) Lo de la "función oblicua" tampoco es inventado, si quieres saber más te recomiendo el libro Amanecer crepuscular de Virilio. Lo que sí es cuento chino es que inspirara a Rem para esta casa.
(3) Zaera trabajó en el estudio de Koolhaas de 1990 a 1993, aquí lo relata él mismo.
(4) Esto, aunque no lo parezca, también es rigurosamente cierto. Compruébalo en La ley del reloj de Eduardo Prieto).
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