Qué hay de nuevo. Con tu permiso voy a seguir dándole a la verticalidad y la horizontalidad. ¿Cómo? ¿Que van ya tres entradas con tema tan abstracto y obtuso? Oye mira, Santiago de Molina se tiró trece lunes hablando de escaleras en su blog, que se dice pronto, y aquí nadie se ha quejado, así que chitón.
Dentro de poco tenemos ya celebrándose el Congreso de Arquitectura y Sociedad de todos los junios en Pamplona, que este año nos sorprende no sólo con su título (Menos arquitectura y más sociedad), más horizontal imposible, con ecos de La arquitectura sin arquitectos de Rudofsky, sino también con el extenso plantel de no-arquitectos invitados: tenemos escritores (Leonardo Padura, Eduardo Mendoza), (ex-) alcaldes (Manuela Carmena, Joan Clos) y un crítico de diseño (Deyan Sudjic), menos mal que también hay un urbanista (Salvador Rueda) y varios arquitectos (de renombre solo dos para mí: Dominique Perrault, el autor de la Caja Mágica madrileña y Farshid Moussavi, ex compañera de Alejandro Zaera-Polo en FOA). De director, Luis Fernández-Galiano, como siempre, junto a Patxi Mangado. Pues eso, que esperamos con especial ilusión las aportaciones acaso surrealistas del autor de Sin noticias de Gurb o El último trayecto de Horacio Dos, convenientemente espoleado por don Luis.
En la bienal de Venecia, de la que ya hemos venido hablando en alguna que otra entrada, centrada este año en el lema Freespace y a cargo del estudio irlandés Grafton Architects, la cosa también se torna horizontal. Oliver Wainwright la llama "la bienal de los bancos" y es que las arquitectas han dispuesto un buen número de dichas piezas urbanas (de variado diseño al parecer) por doquier para que el agitado transeúnte se relaje y vea, que ya solo somos capaces de mirar (y eso cuando no estamos echando un ojo al móvil). Como señalan las comisarias, el arquitecto debe ofrecer regalos visuales que alegren el ojo no solo del cliente, sino también del incauto paseante. Wainwright apostilla: "Una pared hermosa, a los ojos de Grafton, puede dar placer a un paseante aun cuando nunca entre dentro, como lo puede dar un vistazo a un patio o un lugar para recostarse en la sombra o guarecerse de la lluvia. La idea es embridar la energía de los regalos de la naturaleza, recordándonos cómo la arquitectura puede capturar la luz, una brisa o las ondas en el agua y explotar la magia de lo que ya está ahí". No podemos estar más de acuerdo con esta visión tan profundamente democrática de la arquitectura y con la invitación a la contemplación sosegada de nuestro entorno construido (Anatxu Zabalbeascoa en reciente crítica alababa también el espíritu contemplativo de esta bienal, aunque nos prevenía contra su lado oscuro: la inacción). Yo mismo me acerco alguna que otra vez a Ascaso, acaso la pastelería más refinada de Madrid, (me animo a confestarte estas debilidades pequeñoburguesas ahora que hemos descubierto que son pecadillos veniales), y no tanto por los deliciosos pasteles que te ofrecen con delicado gesto sus jóvenes a la par que decadentes camareras, sacadas como de una novela de Virginia Woolf, sino porque desde una enorme cristalera puede contemplarse una bella pared de ladrillo desnudo, de verticalidad masiva, inquietante, alienada, diseñada en los 60 como parte de una ampliación del edificio principal de la embajada sueca por un equipo de arquitectos de dicho país (M. Ahlgren, T. Olsson y S. Silow, diseñadores también de un elegante teléfono por cierto) con dirección de obra a cargo de Luis Blanco-Soler, el arquitecto de buena parte de los cortingleses de la capital y coautor de la antigua embajada inglesa en la calle Monte Esquinza. La tienes en la foto de la entrada de hoy. Mucho me he fijado en esa protuberancia en forma de corona de tres puntas que sobresale de la pared, ¿será una alusión a las tres coronas en el escudo sueco? Me recuerda también mucho a Moneo, y es que el navarro trabajó con Utzon para Sidney así que debió quedar impactado por estos típicos muros cerámicos escandinavos (siempre he pensado que la torre de la estación de Atocha es un pedazo del ayuntamiento de Oslo en la capital). Despido el párrafo con una magnífica cita griega que Grafton Architects han traído a su Bienal: "la sociedad progresa cuando los ancianos plantan árboles a cuya sombra saben que nunca llegarán a sentarse".
Bueno, ¿y qué me dices de la explosión de horizontalidad sobrevenida que hemos contemplado esta semana en nuestro esforzado país? Un síncope vasovagal (ya sabes, ese jamacuco que hace que pases de la vertical a la horizontal en cero coma y te hace consciente de la extrema fragilidad de nuestro equilibrio) en toda regla, momento Koolhaas de inestabilidad y desconcierto totales. Pero esa es otra historia. Aunque, la verdad, casi me ha impactado más el editorial del último Arquitectura Viva. Con el título Golfo de sombras (no, no va sobre política sino sobre los prodigios arquitectónicos de los emiratos árabes), comienza horizontal, plano total, para casi sin previo aviso soltar al fin poderosa traca en forma de inesperada metáfora muy carnal quizá en clave liberad a Willy (pero el otro Willy). Ya intuíamos que Fernández-Galiano tenía una retranca potente. No te cuento más, disfrútalo aquí.
Acabamos con inquietante cita de Vicente Verdú en El País de ayer. Su artículo se titula El progreso: "Como ocurre con el fútbol moderno, la sociedad no avanza en vertical sino en horizontal. Todo equipo de fútbol que pretenda alcanzar la meta con pelotas hacia adelante es tan anticuado como fallido. El proyecto avanza no hacia adelante sino hacia los lados. Desde la investigación médica hasta el arte no se responde al modelo en escalera sino que (como en la moda) las innovaciones se esparcen en fulgores paralelos sin perímetro definido. Y el mundo de la cultura, de la educación, del trabajo y, en general, de las relaciones sociales reproduce el mismo dibujo blando, laxo y plural. Esta es la razón de que sea rancio, a estas alturas, hablar de "progreso" en su glorioso sentido inaugural. (....). ¿Conclusión? La época de la verdad y hasta de la verosimilitud ha caducado. La incertidumbre es la ley".
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