"Yo creo muy seriamente que el mundo sería distinto si el mundo gustase del arte abstracto; lo creo así. Si la humanidad se elevase tanto, tanto que dejase de ser, las relaciones humanas serían otras, distintas, nuevas. Es necesario gozar de las cosas ahí donde dejan de serlo, en su principio, donde desapareció tanto de su superficialidad que no queda más que ese escollo puro, lo noble que en toda cosa hay. (...) Podría hablarse, al hacerlo de las obras de Chillida, de su gran belleza estática o dinámica, de su euritmia, de calidades... Yo prefiero darle las gracias -estoy pesado- por su lección de cómo hay que entender hoy el mundo. Si en las demás artes, en los demás quehaceres de la vida, fuéramos capaces de imitar a Chillida en sus esculturas, habríamos hecho un buen arte. La arquitectura no es tan abstracta como la gente cómodamente se cree; también a veces es como en pintura "niña y abanico". Sigamos el ejemplo de Chillida y habremos hecho algo". Quien así habla es nada menos que Alejandro de la Sota, en un texto de título Chillida publicado originalmente en 1958 y que puedes encontrar en Alejandro de la Sota. Por una arquitectura lógica y otros escritos de Puente Editores. Viniendo de Cuenca nos parecía oportuna la cita. Sorprende el discurso del pontevedrés, a menudo llano y asequible pero ojo que cuando has bajado la guardia te puede dejar KO en un despeine. Me recuerda al dicho sobre el gallego en la escalera, no sabemos a veces si don Alejandro sube o baja, va o viene, defiende una idea o su contraria. De todas formas queda palmaria su defensa de una arquitectura esencial y su modernidad militante (en 1969, tras la doble puntilla asestada a la arquitectura moderna en 1966, se declara honroso huérfano de los modernos heroicos :"No puede entrar un desaliñado en el Pabellón de Barcelona. Eso es importante"; "La década de 1920, alfa y omega de la arquitectura"): "Ahora sentimos y deseamos reducir al mínimo la arquitectura para que, la que salga de la prueba, sea puro extracto. Defendemos la pobreza en un mundo fatuo y engreído, y que conste que esta no es una postura cómoda, ya se sabe, ni tampoco popular porque no halaga. Atacamos el mármol y el bronce como concepto, aunque podamos llegar luego a usarlos", efectivamente hace uso de ambos en el Gobierno Civil de Tarragona; acuciado por la culpa acude a Sert, quien alivia su mala conciencia: "Todo lo que saque usted del suelo y, laborado o no, lo pone encima, está bien".
Me llaman también la atención sus coincidencias con Fuller, el que preguntara a un anonadado Foster cuánto pesaba su edificio, así dice Sota en 1963: "El peso total del edificio debe ser la norma; entra entonces el ingenio para disminuir densidades ¿No horrorizan esas moles de hormigón, de masas de ladrillo, verdaderos accidentes telúricos que van como a hundir la tierra?". Y con Koolhaas. En un texto sin fechar de título Arquitectura posmoderna escribe: "¿Necesita la arquitectura de su historia para ser hecha? (...) Se siente un descanso grande cuando, ante el nuevo trabajo, no tenemos historia entre las manos. No hay mayor presencia que la ausencia", que resuena con esta otra cita del holandés en La ciudad genérica: "La Historia cuando está presente obstruye la pura explotación de su valor teórico como ausencia".
¿Vuelve la arquitectura abstracta, amnésica, lacónica? El flamante e inesperado nuevo Pritzker, Riken Yamamoto, parece practicarla. Yo hasta diría que su biblioteca en Tianjin (en brutal contraste con la otra de MVRDV -más de "niña y abanico"- en la misma ciudad) se da un aire al Gobierno Civil de Sota.
No hay comentarios:
Publicar un comentario