jueves, 28 de marzo de 2024
sábado, 23 de marzo de 2024
Abstracciones (2)
"Una hoja, con miles más, es un color, una forma; seca, podrida, es una abstracción. El arte abstracto es -por donde- realista. Sin embargo, ¿qué es el realismo al uso? Una ceguera, el arte del miope, de cuerpo y alma. La arquitectura, arte abstracto, es, puede ser, natural; estudiar la naturaleza es bueno para el arquitecto. (...) Pensemos lo que somos y acertaremos al hacer nuestra arquitectura". Seguimos con Alejandro de la Sota, esto decía en una conferencia dictada en Madrid en 1956. Hoy lo queremos emparentar con Harquitectes, el estudio de Sabadell que lleva ya más de 20 años empeñado, como de la Sota, en extraer la esencia de la arquitectura, ese "escollo puro" al que tan difícil nos es llegar porque vivimos dominados por la retina, como no para de repetirnos nuestro mayor profeta en el desierto sobre este tema. La dictadura de la imagen arquitectónica nos impide profundizar en lo que realmente importa, nos vuelve, qué paradoja, miopes, ciegos; así lo explican los catalanes: "Salir de esta espiral que nos expulsa hacia lo superficial resulta cada vez más difícil pues vivimos inmersos en una cultura arquitectónica dominada por la representación y, por tanto, la respuesta más fácil resulta siempre proyectar desde esa representación visible y situarse en una posición cada vez más alejada de la vivencia real de los espacios y sus rituales". Partiendo de una cita de Peter Brook, el revolucionario director de teatro británico que se dedicó a buscar, como nuestros protagonistas en arquitectura, la esencia más básica del hecho teatral: "¿Puede hacerse visible lo invisible mediante la presencia del intérprete?" (en El Espacio vacío), los cuatro integrantes de Harquitectes han emprendido un fascinante viaje a la esencia de la disciplina que para ellos radica, simple y llanamente (como dijo Roger Tudó, uno de los socios, en una charla para la GSD), en crear edificios que proporcionen experiencias agradables en su interior. ¿Cuántas veces se juzga un edificio por cómo luce en las fotos sin haber ni siquiera entrado en él? Para ello crean ambientes que están en contacto con el exterior y la naturaleza (como nos pedía de la Sota), en los que los espacios intersticiales son clave, y donde el confort térmico es fundamental, surgiendo al fin ese momento mágico en el que lo invisible se hace palpable (la "vivencia subjetiva y ambiental del espacio") en pos de una arquitectura "fisiológica" frente a la "metafísica" que propugnaba la modernidad heroica. "Tal vez la brecha entre lo proyectado y la vida sea una tara intrínseca del proyectar. O puede que sea aún mejor: tal vez la Arquitectura aparezca precisamente en ese mágico espacio e instante", esto no lo dicen Harquitectes, sino nuestro mayor guardián de lo cotidiano. La toma de decisiones en el proyecto constructivo de los sabadellenses a menudo tiene más que ver con cuestiones térmicas que estructurales, y siempre recurriendo a una tecnología completamente natural, nunca mecánica. Es obvio que están haciendo, como dice Fernández-Galiano en un AV dedicado a ellos, la arquitectura que hoy debe hacerse (Jaume Prat va más allá, reclamando para ellos el Pritzker al hilo de la última casa del cuarteto). "La importancia de la arquitectura no es otra que la del ambiente que crea", otra de las frases lapidarias de don Alejandro, podría muy bien ser el lema del estudio catalán. No diremos que se refería al Pabellón alemán de Barcelona, porque la modernidad ya no es referente de estos arquitectos (la Farnsworth con sus engañosas transparencias está demasiado expuesta como para invocar lo invisible) salvo acaso en su voluntad de crear un mundo mejor, otra forma de vivir más saludable. Los interiores pulidos, lujosos y fríos del cantero de Aquisgrán dan paso en los de Sabadell a exteriores (e interiores) que se dejan sin revestir, en un afán al principio de abaratar costes pero que después de ha convertido en santo y seña del estudio. Podríamos conectarlo de nuevo con Peter Brook (si me permites que recargue aún más el párrafo) cuando habla del Teatro tosco (Rough Theatre), el actor no debe preparar su personaje construyendo sino demoliendo, utilizando una interesante metáfora arquitectónica: "La preparación de un personaje es exactamente lo opuesto a construirlo; es demolerlo, quitar ladrillo a ladrillo todo lo que constituye la musculatura del actor, las ideas e inhibiciones que se interponen entre él y su papel, hasta que un día, como una poderosa ráfaga de aire fresco, el personaje invade todos sus poros". Los edificios de Harquitectes, de tan despojados, dan la sensación de estar inacabados, con una estética povera que provocará rechazo entre minimalistas fake (v. Pawson) pero en los que la materia (un simple muro de ladrillo en el que se entremezclan distintos tipos como podemos ver en la casa 1014, que igual puede recordar a Muuratsalo) deviene casi arte; así lo explican ellos: "...descubrimos que estas estructuras murarias sin revestir, que dejaban vistos elementos convencionales fabricados para ir revestidos, eran mucho más hermosas y expresivas que si quedaban ocultas tras enfoscados o enyesados. No se trataba de una belleza abstracta, sino de una belleza fruto de su participación en la experiencia del espacio y de introducir su propia historia material en el comportamiento del edificio". De lo abstracto hemos llegado a lo concreto, lo real (aunque para don Alejandro es lo mismo; a saber, yo ya me he perdido).
De la Sota, como mencionábamos en la entrada anterior, hablaba de la honrosa orfandad que sentía tras ver morir a sus ídolos heroicos y contemplar cómo surgían las voces críticas contra la modernidad de Rossi o Venturi y Brown (lo que unido a su fracaso en la obtención de la cátedra en la Escuela de Arquitectura madrileña le llevó a su famoso "arresto domiciliario" autoinfligido). Iñaki Ábalos, en un artículo en la monografía de AV mencionada, habla de la doble orfandad del arquitecto contemporáneo, que no puede ya recurrir a los arquitectos modernos ni tampoco a la arquitectura vernácula, denostada por simplista y reaccionaria en un mundo tan denodadamente complejo (v. Jaque), pero acaba su artículo indicando que el trabajo de Harquitectes permite abrigar la esperanza de una verdadera superación de esa orfandad duplicada. Terminamos como empezamos, con don Alejandro: "Un buen día dejé de trabajar y procuré pensar libremente en lo que hacía y se hacía. Ese mismo día empezaron a desprenderse tantos añadidos que a cualquier pensamiento serio sobre arquitectura se abrazaban, se pegaban como auténticas lapas, crustáceos. El resultado limpio era atractivo y pensé que también podría llamarse Arquitectura, tal vez arquitectura, y disfruté con esa a minúscula ya que me bastaba para resolver los problemas que siempre la arquitectura tuvo que resolver: la ordenación del mundo donde desarrollamos nuestra vida." (En la foto, intervención de Harquitectes en el edificio de la Lleialtat Santsenca).
sábado, 16 de marzo de 2024
Abstracciones
"Yo creo muy seriamente que el mundo sería distinto si el mundo gustase del arte abstracto; lo creo así. Si la humanidad se elevase tanto, tanto que dejase de ser, las relaciones humanas serían otras, distintas, nuevas. Es necesario gozar de las cosas ahí donde dejan de serlo, en su principio, donde desapareció tanto de su superficialidad que no queda más que ese escollo puro, lo noble que en toda cosa hay. (...) Podría hablarse, al hacerlo de las obras de Chillida, de su gran belleza estática o dinámica, de su euritmia, de calidades... Yo prefiero darle las gracias -estoy pesado- por su lección de cómo hay que entender hoy el mundo. Si en las demás artes, en los demás quehaceres de la vida, fuéramos capaces de imitar a Chillida en sus esculturas, habríamos hecho un buen arte. La arquitectura no es tan abstracta como la gente cómodamente se cree; también a veces es como en pintura "niña y abanico". Sigamos el ejemplo de Chillida y habremos hecho algo". Quien así habla es nada menos que Alejandro de la Sota, en un texto de título Chillida publicado originalmente en 1958 y que puedes encontrar en Alejandro de la Sota. Por una arquitectura lógica y otros escritos de Puente Editores. Viniendo de Cuenca nos parecía oportuna la cita. Sorprende el discurso del pontevedrés, a menudo llano y asequible pero ojo que cuando has bajado la guardia te puede dejar KO en un despeine. Me recuerda al dicho sobre el gallego en la escalera, no sabemos a veces si don Alejandro sube o baja, va o viene, defiende una idea o su contraria. De todas formas queda palmaria su defensa de una arquitectura esencial y su modernidad militante (en 1969, tras la doble puntilla asestada a la arquitectura moderna en 1966, se declara honroso huérfano de los modernos heroicos :"No puede entrar un desaliñado en el Pabellón de Barcelona. Eso es importante"; "La década de 1920, alfa y omega de la arquitectura"): "Ahora sentimos y deseamos reducir al mínimo la arquitectura para que, la que salga de la prueba, sea puro extracto. Defendemos la pobreza en un mundo fatuo y engreído, y que conste que esta no es una postura cómoda, ya se sabe, ni tampoco popular porque no halaga. Atacamos el mármol y el bronce como concepto, aunque podamos llegar luego a usarlos", efectivamente hace uso de ambos en el Gobierno Civil de Tarragona; acuciado por la culpa acude a Sert, quien alivia su mala conciencia: "Todo lo que saque usted del suelo y, laborado o no, lo pone encima, está bien".
Me llaman también la atención sus coincidencias con Fuller, el que preguntara a un anonadado Foster cuánto pesaba su edificio, así dice Sota en 1963: "El peso total del edificio debe ser la norma; entra entonces el ingenio para disminuir densidades ¿No horrorizan esas moles de hormigón, de masas de ladrillo, verdaderos accidentes telúricos que van como a hundir la tierra?". Y con Koolhaas. En un texto sin fechar de título Arquitectura posmoderna escribe: "¿Necesita la arquitectura de su historia para ser hecha? (...) Se siente un descanso grande cuando, ante el nuevo trabajo, no tenemos historia entre las manos. No hay mayor presencia que la ausencia", que resuena con esta otra cita del holandés en La ciudad genérica: "La Historia cuando está presente obstruye la pura explotación de su valor teórico como ausencia".
¿Vuelve la arquitectura abstracta, amnésica, lacónica? El flamante e inesperado nuevo Pritzker, Riken Yamamoto, parece practicarla. Yo hasta diría que su biblioteca en Tianjin (en brutal contraste con la otra de MVRDV -más de "niña y abanico"- en la misma ciudad) se da un aire al Gobierno Civil de Sota.
sábado, 9 de marzo de 2024
La ciudad equilibrista (2)
Seguimos en Cuenca. El tercer edificio era el más fácil de adivinar, el Museo de Arte Abstracto de la ciudad Patrimonio de la Humanidad que como adelantábamos fue fundado por Fernando Zóbel en 1966. El año pasado finalizó la reforma que ha llevado a cabo el estudio experto en museos Frade Arquitectos, responsables por ejemplo de la rehabilitación del Museo Arqueológico Nacional o de las arquerías de Nuevos Ministerios (hoy Casa de la Arquitectura) en Madrid. Sobre la reforma del museo conquense, que se inició en 2016 coincidiendo con el 50 aniversario de su creación y cuya principal actuación ha sido la instalación de equipos de climatización, la Fundación March, desde 1981 responsable del mismo, editó una video-performance de nombre Vaciar el museo que puedes ver aquí. La intervención fue muy compleja teniendo en cuenta lo delicado del emplazamiento, las bellísimas Casas Colgadas del s.XV.
El museo efectivamente tuvo que vaciarse casi al completo aunque nunca llegó a cerrar del todo y una selección de sus obras inició un periplo que le llevaría a diferentes ciudades españolas y extranjeras en una exposición itinerante que llevó por título El pequeño museo mas bello del mundo, frase que sobre él dijera Alfred H. Barr Jr cuando lo visitó en 1967. Hablamos, ojo al dato, del primer director del MoMA, el responsable de exposiciones canónicas como Cubismo y arte abstracto (1936), donde expuso el famoso mind map que trataba de explicar el arte del momento, hoja de ruta que aún hoy da que hablar (en 2020 la March dedicó una exposición a las genealogías del arte donde fue protagonista principal), por no hablar de las que dedicó a la máquina como objeto artístico (1934) o a la arquitectura moderna (1932) comisariada por Philip Johnson, el autor de las Torres Kio madrileñas y futuro pope de la arquitectura americana, y eso que por aquel entonces, hay que ver, aún no había estudiado Arquitectura, su major en Harvard había sido Filosofía. Ambos desarrollaron una intensa relación profesional y personal hasta el punto que Johnson diseñó su lápida como es obvio (observa por qué). Pues como decíamos Barr, en calidad de misionero de la modernidad como le llamó Alice Goldfarb, se pasó por Cuenca en 1967 recién jubilado y quedó prendado del flamante mini MoMA de Zóbel como no podía ser de otra manera. Así lo relata el pintor en sus diarios y lo recoge Ángeles Villalba en el catálogo de la exposición que le dedicara el museo Reina Sofía en 2003: "Barr visitó tranquilamente el lugar, tomando notas. Al final preguntó si tenía tiempo para dar otra vuelta. Lo hizo: empezó de nuevo por el principio y repitió todo el circuito. Almuerzo en casa de Sempere. Barr me susurró al oído que él y su esposa pensaban que era el museo más bello que habían visto nunca. Le pregunté si podía repetírmelo. Dijo que sí, y lo repitió en voz alta. Los asistentes aplaudieron y allí mismo le nombramos conservador honorario".
Igual tendríamos que haber empezado hablando de Fernando Zóbel; la verdad es que sí. Déjame que subsane tamaño dislate dándote ahora unas breves pinceladas sobre el pintor detrás del museo conquense. Zóbel nació en Manila en 1924 en el seno de una adinerada familia de orígenes alemanes y vascos que aún hoy sigue liderando las listas de potentados asiáticos. Su padre, Enrique Zóbel de Ayala, hombre de negocios de gran éxito, aún conoció la dominación española de las islas, que llegaría a su fin en el famoso Desastre de 1898 donde devino palmario que del antiguo Imperio en el que no se ponía el sol nada quedaba ya. En la penosa guerra contra Estados Unidos perdimos Cuba, Puerto Rico y las Filipinas, estas dos últimas colonias vendidas a los americanos, si hubiéramos hecho lo propio con Cuba (jugosas ofertas hubo), otro gallo nos habría cantado, a nosotros y al resto del mundo (cómo habría cambiado la historia del siglo XX sin una Cuba libre). Como el dinero no tiene bandera la familia Zóbel de Ayala supo adaptarse bien a los nuevos conquistadores (poco se ha hablado por cierto de la cruenta guerra librada por los americanos contra los independentistas filipinos, una suerte de pequeño Vietnam pero con resultado muy diferente), aunque la Falange franquista, de la que Enrique era mano derecha en las islas, intentó conspirar contra los americanos durante la dominación japonesa en la Segunda Guerra Mundial. Enterado Franco (que pronto se dio cuenta de que los Estados Unidos sería el único país que podría sacarle del aislamiento internacional), desmanteló de un plumazo la Falange filipina y aquí paz y después gloria. No es momento ni lugar para hablar sobre la rapidez con la que se perdieron las raíces hispanas en las islas aunque la arquitectura, que al cabo es de las artes la más perdurable, ofrece ejemplos verdaderamente curiosos de la hibridación que allí se produjo entre el barroco español y los estilos locales, echa un vistazo a la iglesia de Miagao por ejemplo, declarada Patrimonio de la Humanidad en 1993.
Como es lógico Zóbel, tras estudiar Filosofía y Letras en Harvard, comienza a trabajar en las empresas de su padre pero pronto descubre que su vocación es otra. La pintura desde siempre le ha atraído y durante los 50 compatibiliza con esmero obligación y devoción. Sus cuadros, al principio figurativos, se tornan abstractos tras descubrir a Rothko en una exposición en Providence (Zóbel viaja de manera compulsiva hasta el final de sus días: la muerte le sorprende en Roma adonde había ido a ver una exposición sobre pintura veneciana). Otro de los rasgos que definirán su obra, las suaves pinceladas caligráficas, son inspiradas por el arte chino, del que se hace experto tras el hallazgo en una de las fincas familiares de un yacimiento de porcelanas chinas. Japón también le inspira, tras un viaje al país nipón reforma su casa (que podría haber sido diseñada por Neutra) y la decora en un estilo minimalista. Estamos en 1958, Zóbel está muy involucrado en la vida artística de Manila (es nombrado por ejemplo conservador honorario del Museo Nacional de Filipinas), pero siente que necesita dedicarse aún más a su arte. Se toma un año de vacaciones y se instala en Madrid, en el 5 de la calle Velázquez. En el 59 ofrece su primera exposición individual en España (en Filipinas ya ha organizado varias) y se relaciona con los artistas del momento. Vuelve finalmente a Manila tras su año sabático pero su corazón se ha quedado en España. Oigamos lo que escribe en diciembre de ese mismo año: “No es fácil determinar lo ocurrido el año pasado. Han pasado demasiadas cosas (...). España, en cambio, es una explosión de luz. Llena por completo el vacío. (…). Y hasta el placer de pasear por las calles y escuchar el sonido del español. El sonido del hogar. Puede que sea algo importante: este reconocimiento del hogar. Si hay que perderse en algún sitio, que sea en éste. Pese a todos los ornamentos, pese a la comodidad de la prosa inglesa, en última instancia me reconozco como español. Y lo demás es cuento. (...) Me encuentro a mí mismo en la pintura de España; soy uno más. Aceptado como tal por los otros, que son, en general, mis amigos. Me uno a ellos en el momento del descubrimiento, cuando empezamos a despertar interés. Sucede ante mis ojos: Tàpies cubierto de dinero y de gloria desde la Bienal de Venecia; Feito asentado en París; Saura en boca de todos; Canogar, con sus obras reproducidas a todo color en las revistas de arte francesas, sorprendentemente bien, y empiezo a participar en las exposiciones organizadas por el Gobierno en otros países: Suiza, Alemania, Escandinavia, Sudamérica. Es el momento propicio, por lo menos a ese nivel. Soy un pintor de renombre, con todo lo que eso significa. El verdadero descubrimiento es la posibilidad de aceptar un modo de vida". En 1960, año decisivo, entra en una crisis personal que, tras una depresión severa, le hace tomar la gran decisión: abandonar los negocios familiares, dedicarse a la pintura a tiempo completo e instalarse definitivamente en España. No mucho más tarde como sabemos, funda el museo que nos ocupa tras buscar emplazamiento primero en Madrid, luego en Toledo y finalmente, por consejo de su amigo Gustavo Torner, artista e ingeniero oriundo de Cuenca (al que debemos la escultura de la madrileña Plaza de los Cubos), en la ciudad única. Los contactos de Torner con las autoridades locales le facilitan por un precio ridículo el espacio de las Casas Colgadas. Monta su estudio en la ciudad, pronto le siguen Rueda, Saura, Millares, Mompó... Cuenca se hace abstracta.
Un último párrafo para hablar de la que es quizá una de las obras más importantes del museo y que también tiene su historia (breve). Se trata de la pieza Abesti Gogora IV de Chillida (una de las pocas que hizo en madera), que Zóbel adquiere tras conocer al escultor en 1964 por intermediación de Antonio Saura. Zóbel comenta que siente una conexión inmediata con el artista, acaso por tener raíces vascas (recordemos también que la esposa de Chillida, Pilar Belzunce, tenía ancestros filipinos) y haber experimentado las mismas dudas sobre qué camino vital tomar: Chillida dejó colgadas Arquitectura y el fútbol; Zóbel empezó Derecho tras estudiar Filosofía y Letras en Harvard pero lo abandonó, de su vida profesional ya hemos hablado. Además ambos nacieron el mismo año, 1924, estamos ya celebrando el centenario de Chillida; del de Zóbel nadie se ha acordado aún. Es obvio también que les unen rasgos estilísticos como el gusto por la abstracción, el arte primitivo y las formas caligráficas. De hecho, la galería Mayoral de Barcelona montó en 2019 una exposición bajo el título Camins Creuats (Caminos cruzados) en la que su comisario, Alfonso de la Torre, hizo dialogar obras de ambos artistas, nos da detalles Pilar Parcerisas: "Tretze pintures de Zóbel, datades entre 1961 i 1978 i deu escultures de Chillida, de 1978 a 1998, dialoguen als espais de la galeria i reclamen una atenció per a un moment dolç de la història de l’art espanyol que trencà amb l’hegemonia de l’ informalisme expressionista que representà El Paso a l’entorn de 1957 per una abstracció més ordenada, lluminosa, racional, silenciosa, que s’estendria a altres autors, com Gerardo Rueda i Gustavo Torner, amb qui Fernando Zóbel compartiria la creació d’aquest museu únic a l’estat espanyol, fruit de la seva passió pel col·leccionisme".
Ahora que ya conoces un poco más sobre este museo (y a qué dedico el tiempo libre), me despido hasta nueva entrada.
viernes, 1 de marzo de 2024
La ciudad equilibrista
Sí, era Cuenca. El pedrusco que te colocaba en primer plano en la primera de las fotos, y que podrías pensar que estaba ahí para tapar el edificio, que también, era una pista clave. Te pongo más fotos de los inmuebles en cuestión y resolvemos.
El primero es un auditorio que lleva desde hace un par de años el nombre del conquense más universal, José Luis Perales, quien llamó a esta ciudad de rocoso poderío la ciudad equilibrista y montó su estudio de grabación sobre la hoz del Huécar siguiendo acaso la estela de otros artistas liderados por Fernando Zóbel que en los 50 quedaron prendados de estos dramáticos acantilados que perfectamente podrían haber sido cincelados por Oteiza. Firma el edificio José María García de Paredes al que Arquia dedicaba la pasada semana un evento en su sede con ocasión de la presentación del libro Escritos sobre arquitectura y arquitectos, evento al que llegué tarde para inscribirme por lo que me quedé compuesto y sin plaza. Lo sentí porque lo presentaba Eduardo Prieto, el arquitecto filósofo del que he disfrutado artículos y libros varios, lo que me habría permitido verle en vivo. Virtualmente ya lo conocíamos porque vi una conferencia suya en la March (mientras friego, ya sabes) colgada en Youtube, te la enlazo con mi muy encarecida recomendación. Prosigamos. Todo el mundo sabe que García de Paredes es un experto en auditorios musicales y que en el más famoso (el de Granada) trabajó con uno de los mejores especialistas en acústica del mundo, Lothar Cremer, quien había colaborado con Scharoun en la nueva Philarmonie de Berlín nada menos. Todos sabemos también que García de Paredes casó con una sobrina de Manuel de Falla, de donde probablemente le venga dicha predilección por la música, disciplina a la que gusta de comparar con la arquitectura como podemos observar en el discurso para su ingreso en la RABASF, leído en 1986 (Paseo por la arquitectura de la música), donde cita al músico gaditano: "Mi trabajo de compositor no es tan misterioso como usted imagina: podría compararse al de un escritor que fuera a la vez arquitecto". El texto, que está en el libro que te comentaba, es técnico y árido por momentos pero también incluye curiosas anécdotas. Siempre banales, te hemos escogido la más trivial: la sorpresa que el mencionado Cremer se llevó al investigar en los 60 la increíble acústica del teatro de Epidauro: "Nos encontramos con un misterio acústico que somos incapaces de explicar: tan pronto como comenzaba la representación, las chicharras, que hacían un ruido tremendo desde los árboles próximos, paraban de repente su canto". ¿Habrán evolucionado las chicharras de la Argólida tras más de dos mil años escuchando representaciones de generación en generación hasta aprender a respetar la música y las actuaciones? ¿Habrán devenido chicharras melómanas? Pasmoso. Rápido inciso: la ópera de Bayreuth diseñada por Wagner toma como referencia Epidauro. Volviendo al presente y al José Luis Perales (hermano pequeño del Auditorio Nacional de Madrid, también de García de Paredes) y por dar un apunte personal más allá del copypaste, diremos que el edificio (que vimos solo desde fuera) nos resultó frío y distante en un primer momento, cortante en sus aristas tajantes, pero al acercarnos observamos que no había para tanto. Se nos antojó eficaz pero sin alardes, resolutivo pero sin carisma, desconcertante en su estilo (¿moderno tardío? ¿postmoderno? ¿antimoderno? ¿ninguno de los anteriores? ¿todos?), ajeno a su entorno por timidez o ensimismamiento y equilibrado pero anodino. Nos sentimos tan identificados con él que nos cayó bien de inmediato. Terminaremos diciendo que se trata de un edificio póstumo que debió ser acabado por el yerno de García de Paredes, Ignacio García Pedrosa (del que hablábamos hace un par de entradas) tras su muerte repentina en 1990. Él y su socia y esposa, Ángela García de Paredes, tienen también en Cuenca la intervención en la iglesia de San Pablo para crear el Espacio Torner, dedicado a uno de los artífices del Museo de Arte Abstracto de Cuenca junto a Zóbel. Un último apunte para señalar que Ángela ha seguido los pasos de su padre y el año pasado fue elegida académica de la RABASF, candidatura presentada por el compositor y director Tomás Marco y los arquitectos Luis Fernández-Galiano (quien leyó la laudatio) y Juan Navarro Baldeweg, casi nada.
Un párrafo mínimo muy cogido por los pelos te voy a insertar aquí si me lo permites. La estación del AVE de Cuenca, de nombre Fernando Zóbel, nos llamó también la atención en nuestro viaje. De muy moderna factura (2010), incorpora en su fachada una suerte de celosías en acero corten. Me ha sido prácticamente imposible encontrar el nombre de su arquitecto, sólo en una web de Avlo se menciona a Rafael de La-Hoz (no nos extrañaría teniendo en cuenta el gusto del cordobés por las celosías en todas sus variantes; es cierto que en la página oficial del arquitecto no aparece pero tampoco sería una prueba definitiva ya que no es infrecuente que los grandes estudios se olviden de hacer mención a sus obras más menores). Con todo sería bonito en términos de salseo que fuera obra de de La-Hoz ya que su padre trabajó precisamente con José María García de Paredes en el Colegio Mayor Aquinas en Madrid, premio nacional de arquitectura en 1956. Cierro ya, siempre agradecido por tu paciencia.