Seguimos dándole vueltas al discurso de Fernández-Galiano cuyo final citábamos en la pasada entrada. Arquitectura y vida es su amplio título, con guiño indirecto a AV, como corresponde a una extensa disertación de marcado corte humanista en la que el nuevo académico de la de San Fernando mezcla con espíritu renacentista y pasmosa facilidad termodinámica, filosofía, ecología, arquitectura, arte o teología, que ya es decir, por no hablar de las numerosas expresiones latinas que trufan su presentación, vamos que don Luis parecería hablar la lengua de Plauto en la intimidad. Aviso: hay que encarar el texto con mente clara y neuronas alerta (aun así, para qué negarlo, hemos sufrido alguna que otra comprehensio interrupta), que esto no es un artículo o crítica generalista, estamos en nivel premium (por cierto, nada menos que Moneo contesta al discurso). El arquitecto y profesor introduce sugerentes etiquetas léxicas a fenómenos que atañen a la arquitectura y el urbanismo últimos, destacamos:
-El elogio de la mímesis ("frente al despilfarro material y energético del desorden caprichoso o el experimento interminable, la mejora gradual de las formas ordenadas que se reproducen mediante la mímesis posee una lógica económica, social e intelectual que hace de su abstracción un persuasivo realismo").
-La Babel horizontal, enemiga de la ciudad densa y compacta ("La tensión entre la gravitación urbana que nos reúne y la pulsión centrífuga que nos desplaza hacia las periferias hace vibrar la fibra esencial del actual debate sobre el territorio y el paisaje, que tiene en esa ciudad diluida sin límites ni carácter su protagonista ominoso, y en su metástasis planetaria la responsable más visible de nuestra crisis ambiental").
-La metástasis de iconos (en los últimos años se ha producido"el enclaustramiento de la arquitectura en el lazareto de los signos y los símbolos: una etapa, por cierto, paradójicamente calificada de ‘pesadilla semántica’ por un notorio autor de obras icónicas, Rem Koolhaas (...) incluso objetos de belleza singular se extravían en el laberinto cacofónico formado por una multitud de obras en pugna por lograr la atención del espectador, y esa auténtica metástasis de iconos acaba percibiéndose como una dolencia que aflige al cuerpo físico de las ciudades y al cuerpo doctrinal de la arquitectura"). Todo por culpa de la dictadura del ojo, signo de nuestra época y que conduce a una inevitable fatiga visual.
-La arquitectura atmosférica ("Haciendo de necesidad virtud, la arquitectura atmosférica procura un uso responsable de los recursos escasos, y al tiempo recobra el placer táctil de las fluctuaciones térmicas, la humedad ambiente o el movimiento del aire, abandonando la costosa y narcótica homogeneidad moderna").
-La estética termodinámica ("Esta arquitectura gaseosa o líquida no excluye, como es lógico, la solidez material de los edificios, pero desplaza elénfasis hacia las instalaciones y la climatización, soportes del confort térmico y fundamentos también de la sostenibilidad energética, y por lo tanto bases físicas tanto de una estética termodinámica como de una ética ecosistémica").
Pero es el final del cuidadosamente estructurado discurso, que en parte citábamos en nuestra anterior entrada, lo que más nos ha tocado. Fernández-Galiano deviene personal, crepuscular y un punto nihilista al afirmar tajante que el globo es una esfera amnésica, donde la entropía impone su ley testaruda, arruinando la construcción, descomponiendo la materia y borrando los rastros, que en un parpadeo del tiempo geológico se habrán desvanecido como un rastro de humo. El nuevo académico, quizá momentáneamente vencido por la entropía, palabra que se repite a menudo en el texto, o por los innumerables entrópicos que nos rodean, parece entonar un adiós a la vida que recuerda a los ríos manriqueños que inevitablemente van a dar en la mar que es el morir, al polvo serán mas polvo enamorado de Quevedo o al todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia de Blade Runner. En nuestro culto fanático por dicha película, no podemos evitar ver en la foto que poníamos como encabezamiento de nuestra entrada anterior la similitud entre un Fernández-Galiano encaramado en la azotea del BBVA bajo un cielo tormentoso y la escena de Roy Batty en la azotea del Bradbury entonando bajo la lluvia el famoso discurso I´ve seen things... poco antes de agotar su lifespan. Pues con la venia, aquí el académico se equivoca. A no ser que pretenda trascender miles de años en el futuro (ojo, hay pensadores, escritores y arquitectos que lo han conseguido, por qué no él), la entropía no es invencible. Incluso el más mediocre de los mortales trascenderá a su final en los recuerdos -preferiblemente buenos- que de él tendrán sus allegados (él mismo alude al principio del discurso a su padre y un amigo recientemente fallecidos, de los que dice permanecerán indeleblemente en su memoria), y no digamos en su obra si ha tenido la suerte y la dedicación de poner en buen uso sus talentos. Galiano hace una arquitectura de papel, como él dice, pero la palabra es más fuerte que el hormigón y perdurará más, y no digamos en la era digital. Vivamos como si la entropía no existiese, sí, ¿pero no sería aún mejor vivir asumiendo su existencia y sabiendo que podemos vencerla?
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