Estarás pensando, instalados como llevamos ya un buen número de entradas en los 50, que soy un nostálgico empedernido de aquellos años. Pues no. Para empezar no viví en esa época y tampoco me parece muy emocionante que digamos (menos aún en España), aunque en lo arquitectónico al menos hay algo de indudable atractivo en ella. Estos días he vuelto a hojear el libro Espacios Españoles de Fernández-Galiano, que me llamó la atención porque su cubierta recoge una foto aérea de Vegaviana, el poblado de colonización de Fernández del Amo que, gracias a las conocidas fotos de Kindel, devino icónico representante de los más de 300 que se construyeron. Las fotografías de Joaquín del Palacio (Kindel), empiezo hoy pronto con las citas, "presentan una escenificación irreal, tan abstracta que termina por borrar, antes de que aparezca, la irrefutable naturaleza antropológica del espacio proyectado y construido", como dice Iñaki Bergera en Fotografía y arquitectura. Pero a lo que iba, en el libro de Fernández-Galiano mencionado me topé con un texto que sirvió de prólogo al catálogo de una muestra arquitectónica dedicada precisamente a los 50 y producida por la Universidad de Navarra en 2004 (Los brillantes cincuenta) donde se ponían en valor 35 proyectos modernos de arquitectos alejados del canon oficial; Sota obviamente no estaba presente pero sí Vegaviana, de la que don Luis destaca su poesía abstracta. Como siempre el arquitecto filólogo da con las claves del presunto atractivo de tal decada: "Enfrentados con la creciente complejidad del mundo que nos rodea, y confundidos por la algarabía teórica y estética de la arquitectura contemporánea, lo que hoy nos atrae de los cincuenta es su simplicidad" y concluye, clarividente: "Los cincuenta permanecen en la memoria teñidos de una escasez que se confunde con austeridad, dibujando un retrato de dignidad adusta que hace olvidar su grisalla melancólica, y solo nuestro malestar con el emprobrecimiento espiritual paralelo a la abundancia material e informativa contemporánea puede trazar en sepia un panorama nostálgico de aquel tiempo despojado". Trasteando por internet sobre la exposición, que ha recorrido diferentes emplazamientos de toda España, me he encontrado con lo que parece la introducción del catálogo, a cargo del comisario de la muestra, José Manuel Pozo, un experto en aquellos años. Pozo también tiene brillantes comentarios para la Vegaviana fotografiada por Kindel: "Las nuevas presencias, geométricamente puras, elaboradas, repetitivas y racionales, distantes y extrañas a lo que sucede a su alrededor, provocan un fuerte contraste en las fotografías con las de los animales que aparecen acompañándolas, vagando a su aire; al igual que chocan con las figuras de las mujeres tocadas de negro a las que se ve, mientras hacen la colada, mirando de lejos algo que parece que ‘no fuese con ellas’, pero que, sin embargo, son sus viviendas; esas figuras ¿vivas? confieren a las escenas, abstractas pero reales, que las fotografías han detenido, el aspecto de auténticos collages fantásticos; la fuerza de esas inevitables presencias, reales y prosaicas, nacidas de la tierra, hacen que esa arquitectura, voluntariamente esencial e implantada, llegada de fuera, adquiera, por contraste, el carácter de una creación onírica e irreal, no apta para esos habitantes ni para esos parajes, como si de un decorado se tratase; de este modo el mundo rural, espontáneo y diverso que, por otra parte, tenía vida propia, se veía atraído hacia el ámbito de lo racional, del que procedía la serie repetida de las elementales formas blancas. En este poblado los edificios vienen a ser, en cierto modo, los ‘objects trouvés’ de Duchamp, que parece que hubiesen sido abandonados en un ámbito humano que no les corresponde, obligando a unos y otros a una fantástica simbiosis"; también lo compara, como hacíamos con Entrerríos, a las imágenes "irreales, oníricas, tocadas de inhumanidad" de Chirico, el pintor de Volos, la misma ciudad por cierto que vio nacer a Vangelis, otro heleno a quien también le daba a veces por la abstracción como en aquella indescriptible performance junto a Georges Mathieu.
Toca, con todo, volver a la contemporaneidad como no puede ser de otra manera en un blog que se dice último. La abstracción sigue unida a la arquitectura en numerosos ejemplos, nosotros te hemos traído algunos que nos gustan especialmente y otros que no tanto. Empezamos con un estudio barcelonés fundado en 2004 y dirigido por un italiano y un gallego, Barozzi Veiga. Fernández-Galiano de nuevo titula el editorial del AV dedicado a ellos Un clasicismo abstracto, clasicismo que al cabo no reside en los órdenes sino en el orden: "La belleza violenta de sus volúmenes y espacios no descansa en ornamentos amables o referencias históricas, sino en la audacia de la propuesta formal y en la decantación extrema de sus ecos lingüísticos, en un proceso de depuración hacia el grado cero de la arquitectura que deja un residuo sólido de áspera abstracción". De la Sota estaría entusiasmado con ellos. Con semejantes premisas no es de extrañar que el estudio haya tenido gran éxito en Suiza, hogar de los más abstractos entre los abstractos. En Chur por ejemplo realizaron la ampliación de un museo de arte alojado en un edificio de corte palladiano, la Villa Planta terminada en 1876 y que en los 80 fue restaurada por Zumthor nada menos. Barozzi Veiga levantaron un cubo anónimo enfrentado a la villa cuya fachada está conformada por una repetititva (casi hasta la obsesión) malla de piezas de hormigón cuadradas. Dicha ornamentación sería una réplica moderna de la que puede encontrarse en el edificio decimonónico (con patrones bizantinos también muy repetitivos, así en la cúpula), como también lo es su estricta geometría por lo que, aunque parece un objeto autónomo, el cubo toma como referente a la villa, a la que de alguna forma sintetiza (o pixela). Barozzi Veiga llaman a este concepto "Monumentalidad sentimental", que vendría a buscar un arquitectura "que es específica y autónoma, íntima y monumental, que aspira a pertenecer a un lugar y al mismo tiempo pertenecer a todos los lugares". Al concurso del museo de Chur se presentaron dos asentados equipos helvéticos (EM2N y Valerio Olgiati) que perdieron frente al estudio hispanoitaliano. Acaso escociera más el veredicto a Olgiati, que tiene su estudio a 20 kilómetros escasos de Chur, en Flims. Olgiati lleva la abstracción un paso más allá, creando una arquitectura que quiere ser, como él mismo la llama, "no-referencial", un término que solo en la introducción de su libro Arquitectura No-Referencial repite unas rallantes 25 veces, contadas por tu seguro (y friki) servidor, en plan mantra plasta. Básicamente lo que viene a querer decir es que en estos tiempos nihilistas que nos ha tocado vivir la arquitectura debe optar por desprenderse de toda atadura historicista o ideológica, ya rancia e inútil, y volar sola: "Un edificio existe solo para sí mismo", suelta de pronto, para pasmo de un Moneo por ejemplo. Por contra, el Sota más último estaría, de nuevo, encantado: fuera la semántica, centrémonos en la sintaxis; al garete lo "extra-arquitectónico". La foto que encabeza la entrada de hoy es una obra suya (un auditorio en Flims) y ejemplifica bien la idea. Eso sí, igual si tuvieras que vivir justo en frente ibas a acabar algo perturbado (y dentro es peor). O no, porque la clave según Olgiati es desconcertar para que el observador responda a los interrogantes como Dios le dé a entender, estamos ante un reto creativo de primer orden:"Kant, por lo tanto, afirma que una persona se aburriría si pudiera comprender algo totalmente. Una persona ya no trataría eso creativamente una vez que lo haya conceptualizado". Y echa mano (como Sota con Chillida y Koolhaas con Richter) del arte abstracto para explicarse: "Un ejemplo para explicar este fenómeno son las pinturas del expresionismo abstracto, por ejemplo el trabajo de Mark Rothko. Si alguien se parara frente a una pintura de Rothko y luego llegara a la conclusión de que él o ella entiende completamente una pintura que mira, nunca la volvería a ver de la misma manera porque es ahora una cantidad totalmente conceptualizada. Sin embargo, es innecesario decir que si una obra es completamente inaccesible para las personas por cualquier razón, tampoco ofrece una experiencia estética deseada. Es por eso que podemos señalar un paseo en una cuerda floja y por qué el espacio es extremadamente estrecho para que un trabajo artístico, en nuestro caso un edificio, cause el estímulo adecuado en nuestro aparato sensorial". ¿En el auditorio de Flims Olgiati perdió pie en su cuerda floja y se metió un buen morrón? "El mundo fundamentalmente no-ideológico y no-referencial, en el que todo es posible en todas partes todo el tiempo, tiene una relación mucho más realista y mucho más ágil con las fuerzas prevalentes que ordenan nuestro mundo". A ver si lo que pasa es que en mi simplismo extra-arquitectónico (seguro que mi aparato sensorial no es tan potente como el de un arquitecto), no estoy enfocando el tema correctamente: el auditorio me descoloca porque sigo buscando significados donde no los hay. No existen ya paradigmas, ni canon, ni historias, jobar, estamos solos ante la inmensidad del océano no-referencial. Hablando de cuerdas y arquitectos me acuerdo ahora de Coderch, cuando, en las antípodas del suizo, decía que el arquitecto tenía que trabajar con una cuerda atada al pie "para que no puedan ir demasiado lejos de la tierra en la que tienen raíces y de los hombres que mejor conocen". Pero ¿de dónde le vendrá a Olgiati este nihilismo tan excerbado? Creemos raudos un relato ad hoc. Su padre, Rudolf, también arquitecto y autor de una obra de mucha mayor calidez (compárese con la Villa Além de Valerio, solo apta para metafísicos recalcitrantes), gustaba de atesorar toda clase de fragmentos y artefactos de antiguas granjas suizas en una suerte de atiborrada Wunderkammer (hasta aquí todo verdad). Imaginemos ahora al pequeño Valerio entrando en el laberíntico lugar y perdiéndose en su interior en medio de ominosos ornamentos hasta que finalmente puede ser rescatado por su madre, alertada por sus gritos de terror. Acaso nunca superó el trauma y los fragmentos vernáculos le perseguirían hasta la edad adulta en incontables pesadillas arquitectónicas... O simplemente, como nos decía Fernández-Galiano explicando los "brillantes" 50, Olgiati Jr solo pretende liberarse de las complejidades de un mundo cada vez menos comprensible echando todo el lastre (las "lapas y crustáceos" que dice Sota) por la borda y aquí paz y después gloria.
Termino dejándote con más funambulistas de lo abstracto. Si obviamos a Ando, más que nada por centrarnos en ejemplos últimos, destacaría el trabajo de dos estudios latinoamericanos, los chilenos Pezo von Ellrichschausen y los peruanos Barclay & Crousse. Por no cansarte más te enlazo a las imágenes de algunos de sus trabajos y te dejo en paz. De los primeros, sin página web, deja que te destaque la Casa Poli o la Casa Solo en España (aquí tienes una selección de sus obras y una entrevista por si te pica la curiosidad); Barclay & Crousse sí tienen estupendo sitio web.
P. D.: Ayer se fallaban los premios Mies van der Rohe, con sorpresa importante (para mí al menos). Ciertamente no en el apartado para arquitectos emergentes, concedido a la biblioteca Vargas Llosa en Barcelona de SUMA Arquitectura que ha ganado ya toda clase de galardones (entre ellos el de mejor biblioteca de nueva creación del mundo); me refería al premio principal, que yo al menos suponía que iba a recaer en el brillante Colegio Reggio del no menos brillante Andrés Jaque. Y sin embargo el jurado se lo ha otorgado al proyecto de unos jóvenes arquitectos alemanes acaso tan emergentes como SUMA, Gustav Düsing y Max Hacke, que han creado un lacónico, modesto (y abstracto) pabellón de estudio para la universidad de Braunschweig siguiendo el principio que los autores llaman "design for disassembly", algo así como un diseño preparado para el desmontaje; un edificio ligero, alegre y tímido que apenas se posa en el terreno y bien podría recordar al Sota de Miraflores o la casa Domínguez, que muestra, según Moises Puente, el "miedo atávico gallego a tomar contacto con tierra" (y las tecnologías arquitectónicas de los estudios americanos, referentes en aquella España acomplejada). Vuelvo a Coderch: ¿el mensaje del inesperado premio Mies (o uno de ellos) podría ser que sigue vigente el "no son genios lo que necesitamos ahora" de....1960?
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