Efectivamente, era Entrerríos, el poblado de colonización diseñado por Alejandro de la Sota en 1953 cerca de Villanueva de la Serena. De la Sota se refirió a él como "un pueblo al que se va" frente a aquellos por los que solo se pasa de largo, así que, obedientes, allí que nos fuimos al calor también de la muy recomendable exposición del museo ICO madrileño que, desde una perspectiva tan humana como técnica, recuerda la olvidada gesta de estos sufridos colonos. En una mañana desapacible de lluvia y viento inclementes Entrerríos, en un primer momento concebido tan solo para 122 habitantes, me sorprendió por el enorme vacío central, casi circular, en torno al que giran, concéntricas, sus calles. En lo que podría considerarse el centro de esta espiral se encuentra la iglesia, de planta circular también, rodeada por unos soportales que permiten llegar bajo techado al otro punto de referencia del pueblo, el ayuntamiento. Me sentí un poco como en un cuadro de Chirico, pero date una vuelta virtual a ver qué te parece a ti. Siendo por supuesto un trabajo de gran calado tanto urbanístico como arquitectónico que los que de verdad saben de esto han explicado con detalle en múltiples escritos (no esperes eso aquí, obvio), nos pareció que además había en él cuestiones de orden artístico e incluso, ya sabes que nos tira el melodrama, metafísico. Esa obsesión por el círculo que puede verse como te decía hasta en las baldosas concéntricas del suelo de los soportales, ese teatral vacío central -volvemos a Peter Brook- de desproporcionadas dimensiones en un pueblo mínimo donde interior y exterior se confunden, ¿qué sentido tienen? ¿Estamos ante la plasmación urbanísitica del arte del momento (abstracto)? ¿Es Entrerríos Oteiza/Chillida llevados a la planificación urbana? ¿Este vacío tiene relación con los vacíos en la fachada del Gobierno Civil de Tarragona? ¿En mitad de la nada, no habría sido más lógico crear un pueblo de urbanismo cuajado y cercano en lugar de ese agujero acaso negro que enfrenta a la iglesia con el ayuntamiento en singular duelo? ¿Se quiere hacer un pueblo o deshacerlo? Hay ciudades con plazas más pequeñas (¿y si fuera un homenaje a los épicos colonos que no temieron a los horizontes de grandeza, a los domadores del Far West hispano?). Ante la perplejidad, recurramos a nuestro experto en grandezas: "Where architecture reveals, Bigness perplexes; Bigness transforms the city from a summation of certainties into an accumulation of mysteries. What you see is no longer what you get". Y más adelante: "Bigness destroys, but it is also a new beginning. It can reassemble what it breaks. A paradox of Bigness is that in spite of the calculation that goes into its planning -in fact, through its very rigidities- it is the one architecture that engineers the unpredictable. Instead of enforcing coexistence, Bigness depends on regimes of freedoms, the assembly of maximum difference. (...) If urbanism generates potential and architecture exploits it, Bigness enlists the generosity of urbanism against the meanness of architecture. Bigness=urbanism vs. architecture". RK, siempre épico, también echa mano de la abstracción en la pintura para explicar (es un decir) sus teorías: "The containers of Bigness will be landmarks in a post-architectural landscape -a world scraped of architecture in the way Richter´s paintings are scraped of paint: inflexible, immutable, definitive, forever there, generated through superhuman effort. Bigness surrenders the field to after-architecture", compárese con esta otra cita de Sota en Por una arquitectura lógica: "Vencida ya la costumbre de hacer arquitectura-arquitectura; es decir, la que se basa en sí misma, producto de la propia cultura creada por ella misma, la que se imitó siempre a sí misma, la que siempre se enseñó para seguir haciéndola, la que jamás dejó ver que se puede hacer arquitectura sin hacerla". Sea como fuere, Entrerríos ha sido un éxito. Hoy, con condiciones muy diferentes a las que existían cuando se creó y con el fantasma de la España vacía a cuestas, ha sido ampliado y viven en él más de 800 personas.
Queremos pensar, estoy pesado, que Entrerríos es abstracto. Que hay una idea artística que lo ha configurado desde su concepción primera, desde el plano original. Y no es tan descabellado si pensamos que uno de los arquitectos más destacados del Instituto Nacional de Colonización, Luis Fernández del Amo, fue el primer director del Museo Nacional de Arte Contemporáneo fundado en 1951 en los bajos de la Biblioteca Nacional en Madrid a imagen y semejanza del MoMA con la ayuda de no pocos artistas del grupo de Cuenca. Aquí se expuso en 1957, en un espacio casi clandestino de nombre la Sala Negra, la trascendental muestra Otro arte, que algo antes había pasado por Barcelona, con pintores españoles y extranjeros del momento (Tàpies, Saura, Pollock, Millares, Feito, de Kooning, Mathieu... ). En 1966, año en el que se crea el museo abstracto de Cuenca, hizo gala de las tres primeras obras adquiridas a Picasso por el estado, algo inaudito teniendo en cuenta que el pintor estaba en contra del régimen franquista y como todos sabemos se opuso a que se llevara a España el Guernica, que se quedaría precisamente en el MoMA hasta 1981. El entonces director del centro madrileño, otro arquitecto, Fernando Chueca Goitia, lo anunciaba así: "Después de muchos años de ausencia de España, el español más significativo del momento actual vuelve, en cierto modo, a incorporarse al mundo patrio (....). No es el temperamento artístico el que falla: es el entorno social, que no está a la altura de contenerlo". Ahí queda eso. Dos años antes se había inaugurado en Barcelona un museo dedicado al malagueño, otra audacia más. La abstracción, pese a los muchos obstáculos, se convertía así en el vehículo que otorgaba al franquismo un barniz de modernidad que se hacía cada vez más necesario en los revueltos 60 (de manera similar en Estados Unidos el arte abstracto fue adoptado con fruición como santo y seña libertario -Rockefeller lo llamó "la pintura de la libre empresa"- muy oportuno en plena guerra fría; es sabido que el llamado Congreso por la Libertad de la Cultura, financiado por la CIA, patrocinaba conciertos de jazz, música nativa no menos libertaria, en países alejados de la órbita occidental como muestra de la modernidad democrática americana). Los abstractos españoles triunfaban en el extranjero (una de las primeras exposiciones que alojó el Guggenheim neoyorquino, en 1960, estaba dedicada a Miró, Picasso y otros abstractos, entre ellos Zóbel) mientras que en España no se les hacía un museo en condiciones: el de Fernández del Amo nunca tuvo un apoyo institucional firme y el de Cuenca fue iniciativa de los propios artistas liderados como vimos por Zóbel, quien lo financió en su totalidad y lo cedió en 1981, acaso en postrera venganza, a la fundación March y no al estado, aunque a Manuel Fraga le faltó tiempo para visitarlo a poco de inaugurarse (al igual que Alfonso Guerra y Javier Solana, a la sazón vicepresidente del gobierno y ministro de Cultura respectivamente, asistieron al funeral del pintor de Manila en 1984; el estado de nuevo alineándose con la modernidad). Estos datos y muchos más los puedes encontrar en el catálogo de la exposición itinerante que llevó los cuadros del museo conquense por diferentes ciudades españolas y extranjeras mientras se reformaban sus espacios como ya comentamos. A lo que quiero llegar con este desproporcionado circunloquio es que la abstracción era un referente cultural de primer orden en los años en los que Entrerríos fue creado, de ahí que pueda estar en la base de su peculiar urbanismo.
Y aún te quería hablar, ya en rápido apunte, de la no menos peculiar iglesia de Entrerríos (en la foto), que ejerce de centro de la espiral urbana. Este enorme cilindro (cómo se me parece a La Torre Roja de Chirico), en consonancia con la trama urbanística del pueblo como decíamos, puede recordar tanto a Botta como a Rossi, aunque no creo que Sota, moderno hasta las trancas, estuviera de acuerdo. Todos sabemos que en 1966 -repito, el año en que se fundó el museo de Cuenca- tanto Rossi como Venturi publicaron sendos libros icónicos que atentaron contra el movimiento moderno, el del americano, por cierto, editado por el MoMA. Igual vería don Alejandro con mejores ojos la comparación con la biblioteca de Asplund en Estocolmo, aunque tampoco puede decirse que el sueco fuera muy moderno que digamos, más bien le iba el clasicismo aunque en este edificio ya vemos una clara abstracción de las formas clásicas. El caso es que la modernidad siempre tuvo problemas para crear monumentos y para dar un valor simbólico a su arquitectura. En otro de sus pueblos de colonización, Esquivel en Sevilla, Sota hace para la iglesia una versión moderna de la Giralda que la verdad tampoco convence mucho (la única condición que puso el INC a sus arquitectos era que iglesia y ayuntamiento de estos pueblos debían tener un tratamiento singular), en todo caso, qué alejados ambos casos de su arquitectura posterior, cada vez más ingrávida y tecnológica. Por cierto que en 1959 proyectó, para Cuenca precisamente, una iglesia nunca construida con planta circular, quién sabe si inspirada en la de Entrerríos. En fin, creo que hemos cubierto con creces el cupo de ocurrencias así que nos despedimos hasta una próxima ocasión siempre agradecidos por tu atención.
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