El sueño de la razón produce monstruos y el de la modernidad igual también. Aquí te presento esta casa, a la venta por 2,2 millones de euros, en Gales. Antes de nada échale un vistazo a más fotos y un video aquí . Como ves los arquitectos, que se venden como expertos en conservación de edificios antiguos, han cogido una follie del 1712 y le han adosado, ensartado más bien, varios paralelepípedos blancos en infumable brocheta. Suerte esquiva la de este bello pabellón de caza, que en 1910 ardió y ahora pues fíjate. Pero para gustos los colores. La modernidad en Inglaterra fue la verdad muy particular y pocas veces ortodoxa y blanca (con excepciones, así los diseños de Connell, Ward and Lucas): o se entregaron con fruición al brutalismo, del que acaso llegaron a ser líderes estelares, o se dedicaban a sintetizar sin prejuicios los órdenes clásicos, lo que Lutyens llamaba The Big Game. Otros tomaron como norte a los nórdicos y se sacaron de la manga inmuebles como la poderosa British Library de Londres de Colin St John Wilson y su pareja MJ Long, cuya épica e interminable construcción, que llevó tres décadas, Wilson la llamaba "mi guerra de los 30 años". ¿No te recuerda un poco a Moneo? Él también tiene un puntazo nórdico: la torre de Atocha es un pedazo del ayuntamiento de Oslo en Madrid. Wilson trabajó con Leslie Martin, otro moderno sui generis, tan pronto levantaba fríos bloques lecorbuserianos (el Loughborough Estate) como se decantaba por el cálido ladrillo nórdico en, por ejemplo, la elegante Peterhouse, residencia de estudiantes de la universidad de Cambridge donde, lo que son las cosas, estuvo alojado en los 60 el one de la crítica arquitectónica en español: sí, Fernández-Galiano. Allí descubrió, según cuenta en Textos críticos, la arquitectura moderna in the flesh: "Aquella breve torre rodeada de césped, donde pasé unos días demasiado cortos, permanece en la memoria como un emblema luminoso y confortable de la promesa moderna". Deja que te cuente otro cotilleo y termino: don Luis cursó estudios en el también británico Atlantic College, igual que ahora mismo lo hace nuestra infanta primogénita.
Pues aquí tenemos la última muestra del Orbanismo (el término es mío, para una cosa que no copio y pego que se sepa). Es como si el paralelepípedo moderno hubiera desfallecido y colapsado sin remisión en su centro (la tradicional atracción del barco pirata vendría aquí de perlas). Sin duda un trabajo arquitectónico espectacular, pero uno se pregunta, ¿a santo de qué? Va a ser que Viktor Orbán, como Franco en los 50, se ha dado cuenta de que no hay nada como la arquitectura epatante para contrarrestar una ideología retrógrada y la está liando parda en el Parque de la Ciudad de Budapest, donde no hace mucho se presentaba un museo de la Música con una extraña forma como de medusa gigante, que ahora podrá dialogar (a palos) con esta ola de fuerza desmedida. Tienes más fotos y una explicación seria y objetiva aquí, yo paso.
Más paralelepípedos modernos, este en Róterdam. Hasta es blanco y todo. Se posa no muy grácil sobre una antigua iglesia levantada en 1953. Mira que esta ciudad, verdadero laboratorio arquitectónico tras su brutal destrucción en 1940, aloja arquitecturas del más variopinto pelaje, pero este templo reconvertido en 33 apartamentos la verdad, me chirría un algo. Con todo si tuviera que elegir entre los tres sustos que hoy te traigo, me quedaría con este (aquí más fotos), se reutiliza lo más posible la estructura existente y crean 8 apartamentos más en la pastilla superpuesta. Al fin juntas y revueltas la modernidad miesiana estricta y la otra, híbrida e "impura". Y tú, ¿con cuál te quedas?
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