Illa, el ministro filósofo, nos sorprendía hace unos días con el concepto de cabalgatas estáticas, un puro oxímoron que refleja uno de los rasgos más distintivos de la Nueva Normalidad: todo ha devenido estático, también en Navidad. Esta desaceleración brutal nos hace recordar con casi dolor el alegre dinamismo de no hace tanto; rememoramos aquello de la "modernidad líquida" de Bauman y nos da la risa floja; buscamos horizontes lejanos en fotos para encontrar tan solo un reflejo inmóvil. Mientras, los sabios piden paciencia y nos hacen ver cómo en un mundo cada vez más fragmentado, polarizado e individualista, la colaboración global ha facilitado la creación de vacunas en tiempo récord.
Es por ello que hoy vamos a dar una vuelta a un par de proyectos últimos de gran potencia matérica, pesados, masivos, donde se cultiva con fruición una estética de lo estático. Al final nos saldremos por la tangente para refrescarnos tras el probable agobio. Ambos proyectos están como no podría ser de otra manera en Suiza, en concreto en Zúrich. A la cultura germánica casi siempre le ha resbalado esa cultura de lo liviano e incorpóreo tan típica de otros lares y a menudo han preferido construcciones grávidas y un punto amenazantes para sus edificios (ahí están las obras de Christ & Gantenbein, Meili Peter, Max Dudler o Diener & Diener para atestiguarlo; H&dM van por libre). David Chipperfield acaba de presentar la ampliación del Kunsthaus de Zúrich tras diez años de planificación y desarrollo. De entrada, me digo, desde esa perspectiva entre inexperta e inepta tan propia de AÚ, que para ese viaje pues no necesitamos alforjas: una caja mortalmente aburrida con un interior, eso sí, brillante. A Chipperfield, no nos engañemos, siempre le ha ido lo rectilíneo, pero últimamente solíamos ver en sus obras (incluso en las situadas en el entorno germánico) un divertido guiño transgresor (así en Berlín) que aquí parece esfumarse. En posible justificación, el arquitecto inglés alega que ha querido seguir las rigurosas formas de los edificios que componen el resto del campus (de Moser, Pfizer -perdón, Pfister, en qué estaría yo pensando- y Müller). Será también que Suiza, acaso el país más estático del orbe (será el peso del oro), impone. Las generalizaciones son absurdas e impropias de blogs serios como éste, por lo que antes que perder la credibilidad que nunca tuvimos de inmediato te vamos a proponer otro grávido edificio que se acaba de inaugurar también en Zúrich y donde vemos un intento de introducir algo de dinamismo, con éxito incierto debemos apostillar. Se trata de otra ampliación de un museo, en este caso del Nacional de Suiza, de los arquitectos locales Christ & Gantenbein. Antes de enlazarte a fotos me veo en la obligación de avisarte, si eres persona de cierta sensibilidad, de que las imagenes son de tal potencia que acaso sufras del famoso síndrome de Stendhal no tanto por la belleza de las mismas como por su brutal contundencia. Vamos a ello sin más preámbulos: aquí están. Soy consciente de que algunos de mis seguidores, incontables como las estrellas, no volverán tras semejante bofetada matérica, pero elaborar un blog nunca fue tarea fácil. Al menos no me negarás que supone un relativo cambio tras la pulsión paralelepipédica de Chipperfield. Christ & Gantenbein parecen haber creado un volumen que quisiera moverse (no sin torpeza), especialmente si vemos la planta con esas formas como papirofléxicas. Decir finalmente que en su página web los suizos señalan haber tenido dos profesores que les han marcado especialmente: uno de ellos, nuestro Josep Lluis Mateo, quien, tras revisar sus proyectos, les decía con perverso laconismo que podían estar bien o no, sembrando en ellos la duda de si aún podrían haberlo hecho mejor. Quizá también el autor del centro cultural de Castelo Branco (que parece va a echarse a andar de un momento a otro cual díscolo transformer) haya influido en esa cierta voluntad dinámica que vemos en esta obra.
Termino con un proyecto que acabamos de descubrir y que está en las antípodas de la severidad germánica. Es de Sou Fujimoto (otra vez) y nos parece interesante contrapunto a tanta rotundidad matérica. El autor de la casa NA nos propone esta vez un hotel en el que "sus piezas se dispersan en el espacio con un orden espontáneo" (son palabras de Fernández-Galiano en el último AV dedicado al japonés). Volvemos al fragmento, acaso deberíamos llamarle píxel, que no es otra cosa que el fragmento digital. El propio logo del hotel lo forman varios cuadrados separados conformando a su vez otro cuadrado mayor y acaso recordando a esa follie pixelada que hizo en París (Many small cubes) en 2014. El hotel Shiroiya, que así se llama, en la ciudad japonesa de Maebashi, es un oxímoron total al conjugar un edificio anodino de los años 70 (la "Heritage Tower") con un patio interior como de cuento (japonés) en el que el arquitecto ha dispuesto una segunda construcción, la "Green Tower", experimental y fragmentaria, con una montaña artificial habitable sobre la que se sitúan extrañas casetas en las que no nos costaría imaginar al Bill Murray de Lost in Translation. Mejor lo ves. El hotel ya admite reservas. La foto que preside nuestra entrada es del bello atrio situado en el edificio preexistente, donde se dejan al aire las vigas originales, en ese típico afán de Fujimoto por aligerar lo sólido.
Nos vamos ya. Te dejo con la cita de rigor hoy de Alessandro Baricco, escritor italiano, que curiosamente opina que nuestro mundo prepandémico era "una ficción de inmovilidad" y que la pandemia será la perfecta excusa para que "al fin ocurra algo": "Había demasiadas cosas sumidas en una prolongada y exasperante agonía: el sistema democrático, la sociedad de consumo, el sistema capitalista, el Antropoceno, la cultura romántica, las élites del siglo XX (....): un otoño eterno estaba volviendo melancólico un mundo incapaz de permitirse el lujo del invierno y el esplendor de la primavera. Solo una conmoción podía sacarnos de esa coyuntura.(...) Por resumirlo de forma sintética y brutal, vivimos, desde hace cincuenta años por lo menos, un duelo latente entre el viejo mundo y el nuevo: la pandemia decidirá quién gana". Sigue leyéndolo aquí.
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