Este cuadro puede verse estos días en una pequeña exposición en Londres de la que se ha hecho eco Rowan Moore. Se llama The Last One y su autora es Zoe Zenghelis, quien sin duda te sonará como una de las fundadoras de OMA, el estudio del hoy todopoderoso Rem Koolhaas. Zoe colaboró en Delirious New York, en concreto en el "Apéndice: una conclusión ficticia" donde se exponían diseños imaginarios que llevaban el manhattanismo a sus últimas consecuencias. El cuadro que hoy abre la entrada es muy posterior (de 1994), y nos ha subyugado por su (posible) mensaje arquitectónico. Observa esa persona, apenas visible, que se sitúa en mitad del cuadro con brazos alzados acaso en actitud de exasperación. ¿Protesta por sentirse alienado ante las amenazadoras estructuras que le rodean? ¿Se siente absurdo en un espacio tan salvajemente desproporcionado? ¿Estamos ante una crítica del camino de desconexión con el ser humano, su escala y sus necesidades, que en cierto momento tomó la "gran arquitectura"?
En el número 8 de Teatro Marittimo, la revista de David Rivera que funde cine y arquitectura, se entrevista a Jan Gehl, el urbanista y autor de, entre otros libros, Cities for People. En ella narra que el primer capítulo del libro que sobre su vida han escrito Annie Matan y Peter Newman (People cities: the life and legacy of Jan Gehl) se titula "Making people visible", algo que el académico danés, espoleado por su esposa (psicóloga), se ha dedicado a hacer desde los años 60 (contribuyó por ejemplo a la portentosa peatonalización de Times Square junto a Snohetta, que ayudó a hacer menos delirante el centro de Nueva York). Gehl no tiene pelos en la lengua: "En lugar de centrarse en diseñar espacios [los pensadores "modernos"] pusieron todo el énfasis en los objetos. Esto divirtió mucho a los arquitectos, porque cuanto más llamativos fueran esos objetos más éxito iban a tener, aunque parecieran caídos del cielo. Por eso llamo a este tipo de arquitecturas "caca de pájaro", porque ya fueran torres u objetos con formas graciosas, se han ido soltando desde arriba sin estudiar dónde iban a posarse. Pero lo peor es que lo que quedaba entre esos objetos ya no era espacio concebido para la vida, sino espacio residual". Gehl nombra a Erskine como uno de sus grandes referentes: "Poco antes de morir dijo en una entrevista que le hicimos que 'para ser un buen arquitecto hay que amar a las personas, porque la arquitectura es un arte aplicado que debe lidiar con los escenarios donde se desarrolla la vida humana'", pero no tiene en similar consideración a, precisamente, Koolhaas: "Nosotros nos encargamos del planeamiento urbano del ámbito en el que se edificó ese Centro [el Dansk Arkitektur Center que ha diseñado Rem Koolhaas en Copenhague]. Analizamos el lugar y fijamos dónde habría que ubicar los accesos y las conexiones entre los distintos espacios urbanos. Después se encargó el proyecto a Rem Koolhaas, quien tiró esa ordenación a la basura e hizo algo completamente distinto. Entonces vino una fantástica lucha en la que defendimos diez cambios que habrían de realizarse en la propuesta para resolver diversos problemas que ésta generaba. Conseguimos que se realizaran los diez, pero pese a ello el resultado sigue sin estar bien".
Ahí lo dejamos. Por si quieres echar un vistazo a más cuadros de Zoe Zenghelis (te lo recomiendo), te enlazo a su página web.
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