sábado, 7 de diciembre de 2019

Reciclajes


Leyendo el artículo Remote Control: Álvaro Siza in South Korea de Philip Christou en The Architectural Review he descubierto que el recién terminado pabellón de arte en el Parque Saya surcoreano (en la foto) es una réplica de un proyecto no realizado que el portugués diseñó en 1992, el año que ganó el Pritzker, para el Parque del Oeste madrileño con el fin de alojar a dos Picassos, uno sobre el nacimiento (Mujer embarazada) y otro sobre la muerte (el Guernica nada menos). Al parecer fue el cliente, a lo que se ve todo un conoisseur arquitectónico, quien pidió a Siza que realizara dicho proyecto, para lo que el arquitecto, junto a su colaborador Carlos Castanheira, redujo sus dimensiones y lo ajustó a la orografía de la zona. Siza, que se habría mostrado escéptico con la petición, comentó al cliente que el edificio estaba hecho para el Guernica, y que estaba seguro que el cuadro no iba a estar disponible, a lo que el resuelto promotor respondió que hiciera dos esculturas para el pabellón y problema resuelto. Siza, ni corto ni perezoso, ha diseñado una pieza en acero Corten suspendida del techo en uno de los extremos de la horquilla que conforma el edificio y para el otro ha creado un enorme huevo de mármol blanco. La primera escultura, según el autor del artículo, simularía un ángel flotando o una abstracción de la figura de Cristo (representando la muerte), el huevo de mármol haría referencia al nacimiento, de tal forma que el sentido original del edificio se mantendría. En sus explicaciones sobre el proyecto coreano, Castanheira no menciona el museo madrileño.

Este reciclaje de proyectos arquitectónicos no es infrecuente. Todos sabemos por ejemplo que la Casa da Música de OMA en Oporto fue un diseño en un principio pensado para una vivienda particular en Rótterdam finalmente no construida (a la que se había dado por nombre Y2K en referencia a la obsesión del cliente con los desórdenes informáticos previstos para el año 2000, cuando fue diseñada). Fernández-Galiano, en un artículo de la época (incluido en el segundo volumen de Años Alejandrinos), menciona el desconcierto ante tan tajante decisión en el estudio de Koolhaas, quien señaló sin empacho cómo sus colaboradores "no podían creer que fuésemos tan cínicos". Don Luis alega también que el holandés se encontraba de un "humor hipereficaz" tras un viaje a Nigeria donde "había entrado en contacto con el pragmatismo expeditivo  de las economías de supervivencia", a lo que se unía la urgencia de los promotores lusos, que pedían un proyecto en sólo tres semanas. Como sabemos, Koolhaas ganó el concurso: "la varita mágica del arquitecto transformó la calabaza en carroza" (es obvio que aquí, al contrario que Siza en Corea, se hizo necesario ampliar las dimensiones del proyecto).

Pues como la entrada se me queda algo corta, sigo con Koolhaas. Acabé Delirio en Nueva York como te decía, en esta última parte del libro destaca el capítulo dedicado a la visita de Dalí y Le Corbusier (por separado, al parecer no se podían ni ver) a Nueva York a mediados de la década de 1930, con momentos desopilantes provocados por los desbordantes egos de estos dos creadores extremos. Para empezar te pongo una cita que encabeza el capítulo sacada de un texto en inglés fonético -el pintor no dominaba el idioma- realizado por el propio Dalí para un discurso al poco de llegar a la ciudad: "BIUER! AI BRING OU SURREALISM. AULREDI MENI PIPOUL IN NIU YORK JOVE BIN INFECTID BAI ZI LAIFQUIVING AND MARVELOUS SORS OF SURREALISM". Te lo traduzco: "Beware, I bring you Surrealism. Already many people in New York have been infected by this (?) life-giving and marvelous source (?) of Surrealism" (tienes el resto del texto aquí). Otra anécdota de traca es el momento en el que el ampurdanés desembarca por primera vez en la urbe, y, al objeto de épater le bourgeois, manda hacer al cocinero del transatlántico una descomunal barra de pan de 15 metros (el cocinero le responde que con 2,5 va que chuta) con la que pretende presentarse ante los medios que le esperan a su llegada. Pero entonces sucede algo imprevisto: ninguno de los periodistas presentes le hace ni una sola pregunta sobre la enorme barra que blande ostensiblemente ("el desconcertador queda desconcertado"). Y es que es difícil superar a Coney Island. De Dalí se cuentan otras divertidas excentricidades de su paso por Niu York, a cual más marciana (esta la cuenta el propio pintor aquí). Es obvio que a Rem le fascina Dalí y su "método paranoico-crítico" (MPC), entendido como una conquista de lo irracional (la "explotación consciente del inconsciente"), una suerte de reciclaje del mundo racional desde la paranoia: "Cuando todos los hechos, ingredientes, fenómenos, etc, han sido clasificados y catalogados (...) gracias al reciclado conceptual, el contenido gastado y consumido del mundo puede recargarse o enriquecerse como el uranio". El MPC por tanto se dedica con ahínco a "cortocircuitar todas las clasificaciones existentes, volver a empezar". Pone ejemplos, como la relectura de El Ángelus de Millet en clave erótica; el propio Manhattan, visto a la luz del MPC sería "el retrato de una Venecia paranoica, un archipiélago de colosales recuerdos, avatares y simulacros que son testigos de todos los turismos acumulados -tanto literales como mentales- de la cultura occidental". Por cierto que aquí puedes ver a Koolhaas en una caótica conferencia sobre el tema en 1976 (sorprende su abundante melena), dos años antes de que el libro fuera publicado. Es evidente que en su obra arquitectónica Rem ha aplicado el MPC sobre la modernidad, dejándola hecha unos zorros.

Sobre Le Corbusier también hay jocosa anécdota a su llegada a la urbe en transatlántico allá por 1935: como los periodistas pasaban de él, dedicados a fotografiar a las celebrities que desembarcaban, su intérprete, mandado por el MoMA, da cinco dólares a un reportero gráfico para que le fotografíe al ver al arquitecto suizo demudado ante el desplante. El reportero le devuelve el dinero porque se ha quedado sin carrete, pero se apiada del apesadumbrado arquitecto y dispara su cámara vacía ante Le Corbusier, confortando así su ego moribundo. Ya centrado en temas arquitectónicos Rem menciona su "Ciudad Radiante", una reinvención de Nueva York, un anti-Manhattan descongestionado gracias a unos inmensos rascacielos de planta cruciforme (anda, como las columas de Mies), "cartesianos, límpidos, nítidos, elegantes y relucientes" como los define el propio arquitecto, que permiten liberar espacio a su alrededor. Le Corbusier propone un reciclaje extremo de la cuadrícula neoyorquina para crear un bosque de árboles cristalinos sin alma, un "no acontecimiento urbano" que es justo lo que los ubanistas neoyorquinos siempre habían tratado de evitar. Algo así como la belleza del caos inconexo frente a la aburrida perfección cartesiana. Obviamente nuestro arquitecto se fue como había venido.

Ahora ya puedo despedirme en paz, no sin antes volverte a recomendar el libro imprescindible de Koolhaas y de paso lamentar con enojo que Madrid se quedara por oscuros avatares sin una obra de Siza, al que por cierto se acaba de reconocer con el Premio Nacional de Arquitectura de nuestro país (interesante esa aparente contradicción que nos anima a borrar las fronteras).

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