domingo, 15 de septiembre de 2019
Tunnel vision
Seguiremos hoy dando un par de apuntes sobre la película The New Rijksmuseum, the film.
Leo van Gerven, el vigilante fiel. Diez años vivió Van Gerven en una caseta de madera al lado del museo. Le vemos vagando en total soledad por el fantasmagórico edificio, vigilando sus grietas y escuchando sus quejidos en rondas nocturnas que acaso remitan a la famosa De Nachtwacht. Dice cuidar el edificio como si fuera su mujer, y sentirse afortunado de poder vivir allí. Cuando hay noticias de que un grupo de ciclistas tienen intención de asaltar el pasaje central cerrado al paso, le vemos apuntalando casi con furia los cierres de madera con los que se ha tapiado el fatídico túnel. En otro momento sube a uno de los áticos del museo rifle en mano y dispara sin miramientos a las palomas que allí se refugian. Cuando las obras del museo concluyen, una excavadora destroza su humilde casa. "Duele" es su único comentario.
Taco Dibbits, el hombre tranquilo. Es el primer personaje que aparece en la película, toda una premonición ya que 2016 será nombrado director del museo tras la marcha de Wim Pijbes, el director que concluirá la renovación en 2013. Aquí le vemos por cierto felicitando al museo del Prado por su bicentenario y afirmando que unir a Velázquez y Rembrandt en una exposición (Velázquez, Rembrandt, Vermeer. Miradas afines) que aún puedes ver en el museo madrileño, ha sido un sueño hecho realidad. En el momento de su aparición en la película, cuando aún es director Roland de Leeuw, ostenta el cargo de conservador de la colección del siglo XVII. Al abandonar De Leeuw la dirección parece que tiene opciones de sucederle (en la película señala que cree tener las condiciones para asumir el puesto aunque no es él quien debe decidirlo), de hecho la prensa le menciona como posible ganador. Cuando finalmente es Wim Pijbes el elegido, le vemos tocado. La cámara de Oeke Hoogendijk, la directora, actúa una vez más como válvula de escape: "Durante unos días estuve hundido, acudía al jardín de mi casa y metía las manos en el estiércol", pero lejos de dar sonoro portazo lo asume con gran deportividad, aceptando su ascenso a director de colecciones como oportunidad para trabajar codo con codo junto a Pijbes, así por ejemplo en sucesivas reuniones con Jean-Michel Wilmotte, arquitecto francés encargado del diseño interior del museo (por cierto que uno de los momentos más desopilantes de la película se produce cuando, durante una de las interminables reuniones sobre el color en que deberían pintarse las salas, detalle que también dio mucha guerra, el arquitecto no puede evitar dar unas cuantas cabezadas para pasmo de los holandeses). Volviendo a Dibbits, su talante sosegado vuelve a verse en otro importante revés que la cámara recoge (supuestamente) en directo. El Rijksmuseum tiene una simbólica colección de arte moderno (entre sus piezas hay por ejemplo dos sillas de Rietveld, una escultura de Constant o una bella maqueta del Pabellón Philips que Le Corbusier creara para la Expo 58 de Bruselas, aquí hablamos de él) y Dibbits cree llegado el momento de ampliarlo con un cuadro emblemático de Jan Schoonhoven que va a salir a subasta en Sotheby´s. Pijbes le da luz verde y el director de colecciones se prepara para pujar telefónicamente. La subasta se inicia en 75.000 euros, el tope de Dibbits es 300.000 ya que, como bien señala, no deja de ser dinero público. El precio sube raudo y finalmente se vende por 450.000. Dibbits atiende las indicaciones de su representante en Sotheby´s, cuando se supera el tope establecido le vemos dudar pero finalmente da instrucciones de no seguir pujando. La decepción se dibuja en su rostro (debe ser duro que el museo más importante de tu país no pueda adquirir una obra que acabará probablemente en una colección privada) pero su actitud es calmada, lejos de las de De Leeuw y Pijbes, a los que veíamos subirse por las paredes con el culebrón ciclista (Dibbits no toma parte en esa trama, pero en una intervención poco después de uno de los muchos sinsabores a cuenta del famoso túnel, señala sin referirse directamente a ello que el museo no puede parar, que hay que seguir adelante, en clara referencia al airado bucle en el que ha entrado Pijbes).
Menno Fitski, la edad de la inocencia. Fitski, candoroso y encantador, es sin duda el personaje más entrañable de los que aparecen en la película. Conservador de la modesta colección asiática del museo (lo sigue siendo), para la que Cruz y Ortiz levantaron un anguloso pabellón exento, en la película se le ve entregado en cuerpo y alma a su trabajo. Entusiasmado ante el hecho de que su colección vaya a quedar alojada en un edificio de nueva creación, realiza una maqueta del mismo partiendo de los planos de los arquitectos con el fin de encontrar la mejor ubicación para sus piezas, que ha fotografiado en escala. Hace incluso un recortable, también en escala, de Ronald de Leeuw, a quien vemos a continuación en Tokio gestionando la compra de dos tallas japonesas del siglo XIV, dos amenazantes guardianes de un pequeño templo, a las que Fitski había echado el ojo. Le vemos angustiado cuando, ya al fin en el museo, los pedestales diseñados para los guardianes sobresalen unos pocos centímetros de la base sobre la que se insertan las figuras... Para que las estatuas encuentren feliz acomodo en el museo se lleva a cabo una vistosa ceremonia sintoísta. Fitski es sin duda el que más siente la marcha de De Leeuw, quien abandona el museo y Holanda para vivir un dorado retiro en Viena.
Acabamos ya la reseña de este docudrama que te deja un poso amargo. Es un trabajo excelente que, como ya hemos dicho, no toma partido. Presenta hechos y actores con total objetividad, a menudo descarnada, y eres tú el que debe juzgar, aunque me parece obvio que el personaje favorito de Hoogendijk es Dibbits, el único que parece capaz de, como se dice en inglés, "pensar fuera de la caja" (think outside the box), esto es, aceptar distintos puntos de vista manteniendo una actitud flexible y creativa ante los problemas (es curioso, en español tenemos una expresión similar pero con el enfoque en negativo: "sacar a alguien de sus casillas"). Hay un único detalle, en la nota publicitaria de la contraportada del video, en el que la directora parece querer mostrarnos su opinión: hablando de lo que nos vamos a encontrar en la película (ambición, decepción, amor al arte...) desliza "Tunnel vision", que bien podría traducirse como "estrechez de miras" (volvemos a la caja), en una más que probable referencia al túnel de la discordia que enfrentó a museo y ciclistas. Un pero entre paréntesis: no entiendo que no se incluyeran como una de las tramas que se entrecruzan en la película las aparatosas obras del vestíbulo subterráneo, que, al inundarse, exigieron la contratación de buzos. Aparece una breve referencia en una de las escenas eliminadas, que se recogen en un segundo DVD. Nuestra escena eliminada favorita es una en la que vemos a Pijbes (recuerda que con una cita suya iniciábamos la entrada anterior), perdido en su túnel, comentando que va a escribir un libro que dice va a llamarse el ABC del lenguaje de las reuniones, de "Action item" a "Zombie project". Para gente que quiere hacer cosas posibles u obstruirlas. Busca en su ordenador una lista donde ha ido guardando expresiones rimbombantes, que desgrana entre risas casi histéricas: "blue sky thinking", "zombie project", "flesh out the issue", "typical win-win situation", "if we are not on the same page, we won´t get all our ducks in a row"... Pijbes, que había dirigido el Kunsthal de Rotterdam antes del Rijksmuseum, ya no dirige museos sino una fundación que quiere fomentar la vida cultural en Rotterdam. Si quieres conocerle, aquí te cuenta cómo descubrió, a los doce años en un viaje escolar desde la lejana Groningen, el museo que años después llegaría a dirigir.
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