En un muy interesante artículo para La Revista de Libros de nombre Cuando las catedrales eran verdes, Richard Ingersoll habla de hipertectura, una arquitectura asociada a proyectos faraónicos a menudo innecesarios y movidos por intereses especulativos para contraponerlo a una arquitectura y urbanismo centrados en la consabida sostenibilidad, aportando numerosos ejemplos de edificios y ciudades donde dicha concienciación ecológica se ha tomado en serio. El profesor y crítico californiano afincado en Italia no es optimista, concluyendo su artículo de esta sombría guisa: "Las contradicciones entre arquitectos, urbanistas y ciudadanos, que desean la Catedral Verde (Renzo Piano, por ejemplo, ha producido muchos edificios en otras ciudades con el más alto nivel de sostenibilidad [acaba de hacer referencia al Shard]), muestran que la mano invisible del capitalismo especulativo, motivado por la economía del petróleo, es todavía más poderoso que la revisión concienzuda en pos de ciudades sostenibles". Dicha cita me recuerda a uno de los capítulos que Peter Sloterdijk dedica a este mismo tema en ¿Qué sucedió en el siglo XX?, libro que estoy leyendo con agónico esfuerzo (no sé si por culpa de las enrevesadas ideas del holandés, la traducción que me temo mira a Cuenca a menudo o mis neuronas que ya patinan), esfuerzo que a la postre queda compensado por los no pocos destellos enjundiosos que jalonan el escrito: "Es probable que el romanticismo de la explosión -dicho con mayor generalidad: los derivados psíquicos, estéticos y políticos de la liberación repentina de energía- sea juzgado retrospectivamente, desde las futuras tecnologías solares "suaves", como mundo expresivo de un fascismo energético masivo-culturalmente globalizado". El filósofo gusta de sacudir al lector con crudas metáforas (las que seguro necesitamos para salir de nuestro desesperante letargo) para describir el Antropoceno, que él preferiría llamar Euroceno: "El trato de los seres humanos con su planeta se asemeja, pues, a un filme de catástrofes en el que grupos mafiosos rivales se tirotean con armas de gran calibre a bordo de un avión a 12.000 metros de altura". Después de tamañas citas convendrás que ya solo puedo seguir en nuevo párrafo.
Al hilo de la hipertectura de Ingersoll a nosotros se nos ocurre, ya ves tú, sugerir el término de microtectura para etiquetar proyectos mínimos, modestos y silenciosos que sin embargo tienen mucho que enseñar y nos reconcilian con una disciplina a veces desnortada (acaso como todos nosotros). Aquí te voy a traer un par de ejemplos. El primero, el denominado Hotel de Insectos de Batlle i Roig en Masnou, es portada del último AV, dedicado al estudio catalán con el subtítulo "Construyendo con la naturaleza". Se trata de una serie de estructuras protegidas por una malla metálica que sirven de refugio para insectos en peligro de extinción y se insertan en el parque Vallmora (aquí más fotos y explicaciones de los arquitectos). Por cierto que el propio Ingersoll aparece en la revista con un artículo titulado Maestros de la geografía, afirmando sobre Batlle i Roig que desde Olmsted "ningún estudio de arquitectura ha tenido un impacto tan profundo en la conformación de la geografía de una ciudad" destacando que sus proyectos, entre la agrícultura y el Land Art, conforman "un paisaje antropizado que, a través de la participación humana responsable, puede dar pie a una mayor eficacia ecológica". Y es que la ausencia de ruido mediático (si los comparamos con otros arquitectos de postín más dados a lo macro) no significa que un estudio no esté haciendo proyectos revolucionarios. Y por cierto también, el último Arquitectura Viva (206), en línea con la portada de su hermana AV, está dedicado a la arquitectura animal presentándonos diez ejemplos de estructuras diseñadas para dar refugio a animales de todo tipo (como esta para lémures en Melbourne). Fernández-Galiano justifica así el número: "Los derechos de los animales, defendidos por filósofos como Peter Singer o José Ferrater Mora, abren una etapa en nuestra relación con ellos que se manifiesta ya en su exclusión de muchos espectáculos, en las normativas de alojamiento y transporte que evitan el hacinamiento y en los protocolos de sacrificio que persiguen hacerlo sin dolor. Si Sigfried Gideon comparó los mataderos industriales con los campos de exterminio, J.M. Coetzee piensa que la humanidad se haría vegetariana construyendo los mataderos de cristal...". Lo mismo dice mi contraria, vegetariana convencida. Sloterdijk también tiene algo que aportar al respecto, agárrate: "Las proteínas animales constituyen el mayor mercado legal de drogas. La monstruosidad de las cifras sobrepasa toda valoración sentimental; ni siquiera los holocaustos militantes de los nacionalsocialistas, de los bolcheviques y de los maoístas se acercan a las abismales cifras rutinarias en la cría y explotación de vida animal".
Nos vamos a Londres. ¿Es posible que la capital de la hipertectura (y la hypetecture, hoy estoy sembrado), contenga ejemplos de arquitecturas mínimas, delicadas y sutiles? Pues sí. Rowan Moore firmaba hace unos días un artículo para The Observer (Clerkenwell Close 15: poesía en piedra) en el que nos hablaba de un pequeño edificio de apartamentos en el mismo centro de la capital británica cuya fachada de piedra caliza hace gala de una variada paleta de terminaciones que van desde el pulido exacto hasta la cruda exhibición de las vetas originales de la piedra (con fósiles marinos incrustados) incluyendo las cicatrices provocadas en el proceso de extracción. "La piedra se celebra como algo vivo, animada por la geología y el trabajo de los canteros. (...) Es una delicia ver la piedra tratada de esta manera, cuando lo normal es verla cortada con mortal precisión para formar demacrados revestimientos" . El matérico edificio, que Moore compara a una ruina romántica inspirada por Mies, alberga siete apartamentos y el estudio de sus creadores, Groupwork+Amin Taha. Por cierto que los arquitectos han utilizado piedra caliza porque en la zona existió en tiempos de la invasión normanda un convento de monjas, y como quiera que los normandos trajeran a las islas el uso de dicha piedra para la construcción el estudio decidió utilizarla, importándola de la misma Normandía. Tanta sutileza no ha sido del agrado de las autoridades locales del distrito de Islington, que han conminado a los arquitectos (agárrate de nuevo) a echar abajo el edificio alegando que no casa con el resto del barrio (al parecer le habían obligado a construirlo con ladrillo, como la mayoría de las casas de la zona). Llama la atención tanta pijotería en Londres, ciudad que ha permitido engendros como el Walkie-Talkie de Viñoly o la torre Orbit de Anish Kapoor.
Como la entrada de hoy está resultando intensa, dramática y hasta apocalíptica, acabemos con tema algo más ligero. A veces las "construcciones" más mínimas también pueden jugar muy malas pasadas. Hablábamos de Kapoor, el artista angloindio, y hete aquí que un señor se ha caído en una de sus obras (una suerte de agujero negro literal de nombre Descent into Limbo) instaladas en el museo Serralves de Oporto. Siza y Kapoor, otra extraña pareja. El accidentado caballero (un sexagenario turista italiano), con el que me solidarizo plenamente, hubo de ser hospitalizado pero ya está dado de alta. Más lucrativo ruido para Kapoor, experto en estas movidas (y nosotros ayudando). Me despido con Sloterdijk, nuestro filósofo incendiario de guardia, que tiene también su punto de vista al respecto (qué hombre este, es que no deja títere con cabeza): "Este es un reflejo del desvalido vitalismo que surge de la pobreza de perspectivas del sistema de mundo basado en la energía fósil. Desde ese trasfondo se entiende por qué, más allá de la convergencia señalada entre aburrimiento y diversión, la actividad cultural en el palacio de cristal [metáfora con la que designa nuestro mundo occidental] muestra una desorientación profunda. El alegre nihilismo masivo-cultural de la escena del consmidor final está tan desorientado y sin futuro como el nihilismo de alta cultura de la gente acomodada que crea colecciones de arte para conseguirse importancia personal".
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