domingo, 4 de diciembre de 2016

Juego de tronos (2)


Más contendientes para el Salón de Reinos del Prado, echemos un vistazo a sus propuestas:


-Cruz y Ortiz, en su propuesta de nombre Octubre, plantean una actuación similar a la de Foster y OMA en cuanto al volumen (recordemos que es un añadido posterior) de la fachada sur, esto es, eliminarlo y en su lugar colocar un atrio que dé entrada al museo. La única diferencia aquí es que en lugar de dejar un espacio diáfano, los andaluces lo dividen en dos plantas, una especie de semisótano (que recuerda a la intervención subterránea -o más bien subacuática- que tuvieron que hacer en el Rijksmuseum) por donde se entra al recinto y una planta superior de mayor altura que da acceso a la zona "noble" del edificio, ambos en el estilo sobrio y elegante (pero más bien frío) que caracteriza al estudio.
Como fachada interior, ni el regreso al XVII que propone Foster ni la modernidad radical de OMA (por cierto que en los paneles de la exposición del Claustro del Prado no consta que el proyecto del holandés, Historia en movimiento, se haya realizado en colaboración con Linazasoro), sino que se mantiene el estilo de la fachada actual. Desde el exterior el atrio (que se iguala en altura con el tejado, desparece por tanto la terraza) tiene una curiosa forma de celosía o enorme rejilla que también podría recordar a las enormes lámparas (las jaulas metafísicas en palabras de Moneo) que cuelgan de los patios interiores del Rijks. La gran pega de esta actuación es que se elimina la tercera planta sobre el Salón de Reinos con lo que el espacio expositivo queda muy mermado. De hecho los arquitectos -evidenciando así dicha carencia-  proponen en una especie de plan B levantar dicha tercera planta si fuera necesario.




-Vamos con Nieto y Sobejano, también en solitario, que dan a su propuesta el intrigante nombre de 190613. Los madrileños crean un nuevo espacio -como casi todos los demás- en el volumen adosado a la fachada sur, pero en lugar de convertirlo en un atrio introducen en él dos plantas con salas de exposiciones. Mantienen a su vez la tercera planta original del edificio principal, por lo que aquí vamos bien surtidos de espacio.
Desde las nuevas salas, abiertas hacia el interior, podemos ver el Salón de Reinos a través de un patio de luces, y si miramos hacia abajo, la planta de acceso, creándose un conseguido juego visual que quizá sea lo más destacable del interior. La fachada sur resulta cuando menos extraña. Las nuevas salas quedan clausuradas hacia la calle con un hermético cierre de aluminio (solo interrumpido por un ventanal justo sobre la estatua de la reina María Cristina y una abertura en forma de tríptico en un extremo) que desde la calle da un aspecto de contenedor de carga que dialoga mal con el resto del edificio.






-Arcadia es el nombre del proyecto de la UTE formada por Gluckman Tang, Álvarez Sala (coautores junto a Carlos Rubio, que ha trabajado aquí con Foster, de la torre PwC) y Enguita y Lasso de la Vega. De nuevo un cuerpo extraño es lo que nos proponen para la fachada sur, en este caso traslúcido, con el que envuelven el consabido atrio sobre el que sitúan una generosa terraza mirador (proponen dos más en los extremos del edificio). Esta encomiable voluntad de volcar el edificio al exterior junto al envoltorio cristalino recuerda al Whitney de Piano, lástima que no estemos en el Meatpacking district.





-Souto de Moura junto a Juan Miguel Hernández León y Carlos de Riaño Lozano (conocido por rehabilitar el cuartel de Conde Duque) firman la propuesta de nombre Philippus Rex, la más minimalista con diferencia, que más que añadir sustrae. Aquí no hay ni atrio ni terrazas, la fachada sur queda liberada y se le da una terminación que recuerda demasiado al Conde Duque. Sobre gustos no hay nada escrito, pero no parece casar bien con el resto del edificio. La entrada se aloja en un zócalo en esa misma fachada que parece de hormigón (único añadido al edificio que la propuesta sugiere). Se elimina la tercera planta sobre el salón de reinos y el espacio se recupera creando un sótano, algo que puede resultar problemático teniendo en cuenta lo delicado del subsuelo. Quizá lo más acertado de la propuesta sea el reordenamiento del espacio público que rodea al edificio.






-Pasamos de la sustracción a la adición a lo bruto. Hablamos del proyecto de lema bíblico Noli me Tangere a cargo de Garcés de Seta Bonet Arquitectes (impresionantes sus descarnadas estaciones de metro en Barcelona, aquí no aplican el concepto) y Pedro Feduchi Canosa (autores de las zonas de descanso del ayuntamiento madrileño). Su intención de replicar el salón de reinos con otra sala de igual altura en la planta superior les ha obligado a sobredimensionar el edificio. La vista de la fachada sur queda muy cargada: se mantiene la preexistente y se continúa por encima con un cerramiento que protege el atrio. Por dentro una profusión de escaleras (algunas de ellas mecánicas) quizá lo acercan más a un centro comercial que a un museo.






-Llegamos al fin a la propuesta de Chipperfield, de nuevo con nombre en clave (1204SDR), que ha presentado junto al conocido estudio b270 (juntos han trabajado también en la Ciudad de la Justicia de Barcelona y en el Veles e Vents valenciano; por cierto que el estudio de Fermín Vázquez ha colaborado también con Nouvel en la ampliación del Reina Sofía). Yo diría que en el exterior da en el clavo, la nueva fachada del atrio-entrada tiene una belleza atemporal  que le permite combinar a la perfección con el resto del edificio, ofreciendo una vista espléndida desde el interior a través de unos enormes ventanales. Al tejado en mansarda original se le da una terminación moderna que también sienta muy bien al edificio. La cosa cambia al entrar. El nuevo volumen está dividido en dos plantas (entrada y acceso al edificio "noble", como Cruz y Ortiz) por lo que la sensación al acceder es la de un espacio angosto; además, al no llegar hasta el techo del edificio principal, en la segunda planta sigue sin ofrecer la espectacularidad que sí tienen los atrios de Foster u OMA. Por otra parte Chipperfield aparentemente no dota de terraza al atrio (no veo barandilla), por lo que se pierde una oportunidad de aprovechar ese espacio muerto para abrirlo al público (como sí hace la propuesta Arcadia, por ejemplo). Igual es porque la gente pululando por ahí rompería el dichoso ethos minimalista que quiere imprimir el inglés en todas sus obras.

Por lo demás, mantiene la tercera planta sobre el salón de reinos (al que dedica especial atención proponiendo la recuperación de las obras -como Las lanzas de Velázquez- que originariamente colgaban allí), donde coloca otra sala de exposiciones que llama la atención por sus cerchas al aire. Da la sensación de que no se da ningún tipo de tratamiento especial al techo, y nos preguntamos si Chipperfield es consciente del clima madrileño en verano (muy distinto del gallego que ya sabemos sí conoce bien).



Conclusión, ¿es la propuesta de Foster la mejor? A ver, como comprenderás mi opinión vale lo que vale, pero ya puestos, al lío. Lo que me parece evidente es que el de Manchester se lo ha trabajado como nadie. Suponemos que tenía ganas de quitarse la espina clavada cuando aquel confuso concurso para la ampliación del Prado en los tiempos de Esperanza Aguirre, y no podemos olvidar sus estrechos vínculos con España. Traza Oculta lo tiene todo, y más. Un atrio espectacular (bien podría llamarse un salón del pueblo) que reproduce la misma vocación teatral que el salón de reinos a base de balcones y balconadas que nos permitirán ver y dejarnos ver, ideal en estos tiempos tan narcisistas; una fachada interior que quiere igualmente rescatar el estilo del siglo en que el edificio original fue levantado (con un celo por recuperar la memoria, el famoso espíritu del lugar, que no demuestra ninguno de sus contendientes); y encima, un poco más arriba, pasamos de sopetón cuatro siglos para entrar en una sala de exposiciones (la más grande de todas las propuestas al utilizar toda la planta del edificio tras eliminar la terraza sobre el volumen de la fachada sur) que promete incorporar la tecnología más avanzada: vigas Vierendeel para que no haga falta situar ni una sola columna, un sistema de iluminación para permitir un sinnúmero de combinaciones lumínicas, un techo (este sí, inteligente) que incorporará células solares y que también regulará la luz natural, la posibilidad de abrir la sala a las vistas sobre el Casón y alrededores, en fin, el sueño húmedo de todo comisario. Eso sí, semejante despliegue espacio-temporal que consigue la cuadratura del círculo uniendo Zeitgeist y genius loci tiene el precio de una sobrecarga narrativa (vaya, tengo el día pedante) especialmente en el tuneado exterior, que puede resultar cacofónico a más de uno (fachada abierta, fachada interior del s.XVII con rancios enrejados, visera high-tech...). Pero me da que se nos olvidará nada más entrar.



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