domingo, 11 de noviembre de 2012

Kafka vs Moneo


La línea recta será rancia y aburrida, pero cuando tienes un día kafkiano te puede arreglar el cuerpo (y el alma). Si eres un control-freak y tienes unos de esos días en los que de pronto todo se desencaja, corre al edificio de Moneo más cercano y súmergete en su estructura legible, coherente y lógica. Contempla cómo todo parece encajar a la perfección, aférrate a sus limpias formas y encontrarás la paz en los ángulos de 90 grados. Moneo es cartesiano, es gramático. Y al igual que la gramática vertebra y pauta el lenguaje, los cubos del navarro nos ofrecen el espejismo de que el mundo, la vida, puede ser ordenada, controlada, domada. Quién no ha intentado alguna vez meter en cintura a la realidad mediante  una tabla de Word o de Excel para percatarse pronto de que la realidad, como dice Bauman, es líquida y se escapa por los múltiples resquicios de nuestras torpes estructuras. Pues bien, los cubos de Moneo, aparentemente banales, son perfectas tablas tridimensionales que al acogernos consiguen el milagro de hacernos olvidar el caos y la entropía. Si tienes un día torcido no se te ocurra ir al Guggenheim de Gehry o al ático austriaco de los Coop Himmel(b)lau. Lo mismo acabas con una crisis de ansiedad de caballo. La curva, tan ruidosa, tan evocadora del inquietante infinito, es para días mejores. Lo que te digo, corre a un cubo de Moneo.

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