miércoles, 12 de enero de 2011

Más deconstrucción



El Mundo comentaba ayer la noticia de la inauguración parcial (un 24%) de la Cidade da Cultura de Santiago con las escalofriantes cifras que ya son cantinela habitual en relación al faraónico proyecto cuyo presupuesto está fuera de control (se ha disparado un 400%), se llevan gastados 351 millones y sólo se han terminado dos de los seis edificios proyectados (la Biblioteca y el Archivo gallegos) estimándose que el coste final ascienda a 500 millones por lo bajo, pues dos de los edificios restantes son más grandes que los recién estrenados. Las cifras resultan sangrantes, aunque aún escandaliza más que el ondulado proyecto que se compara a los típicos montes gallegos de la zona o a una vieira parece tener problemas de definición funcional, vamos, que no saben qué van a hacer con tanto metro cuadrado. A falta de verlo en la realidad, las fotos no me convencen mucho (recuerdo lo impresionante que resultaba la maqueta original del proyecto, que ya tiene 12 años) y me recuerda a un amenazador tsunami de hormigón o un saurio agonizante, toda una metáfora. En fin, Galicia se lo merece (¿por qué unas autonomías van a poder tener su icono identitario y otras no?), lo que no se merece es un arquitecto (Peter Eisenman, apóstol deconstructivista según el artículo) que, según un profético miembro del jurado que lo aprobó, no supo definir claramente el proyecto poniendo las bases del desastre que posteriormente los múltiples vaivenes políticos acabarían por provocar. Uno también se pregunta: ¿Necesitaba Santiago otro icono más? ¿No podrían haber pensado los políticos de rigor, Fraga a la cabeza, en un lugar más necesitado de atención y renovación al estilo de Avilés o Bilbao? Nunca mais.

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