Seguiremos hoy la f(r)icción que comenzábamos la entrada anterior. Si no te importa, y por no perdernos en cansinos preámbulos, desplaza el cursor ligeramente hacia abajo y te pones al día. No creo sea pedir mucho.
Decíamos ayer que había bajado a darme un chapuzón en la piscina comunitaria del complejo vacacional The Edge mientras nuestros tres arquitectos, recién llegados al cielo de los ídem, se ponían a caldo con fruición. Pero ahora que me doy cuenta, arrea, ha cambiado el escenario. Ya no estoy en el lujoso resort de Rafael de-La Hoz, sino que por extraño albur, me encuentro en la piscina de la casa AV del estudio bgp arquitectura. No me quejaré, la belleza miesiana de este oasis blanco en el centro de la ciudad de México es espectacular, pero jobar, me toca la moral que siendo el narrador omnisiciente de este relato alguien me la esté metiendo doblada. Si es que no somos nadie. Prosigamos, empero.
Desde la pisicina puedo escuchar a nuestros tres protagonistas, cuyo caluroso debate es ya bronca destemplada. Funcionario burgués, gauche caviar, Varry Brava de la arquitectura, son algunas de las lindezas que alcanzo a oir y con las que los tres arquitectos se zahieren con saña. Deviene palmario que necesitamos un mediador, una figura carismática con la suficiente auctoritas como para reconducir un debate que sin duda podría acabar a guantazo limpio. El problema es que la persona en la que estoy pensando aún por fortuna no ha necesitado los servicios de Caronte y se halla in hac lacrimarum valle, donde aún no hemos salido de una y ya estamos metidos en otra peor. Busquemos raudos una solución que nos permita además retomar el mando narrativo. Ya lo tengo, creemos un clon/replicante de dicha personalidad que dé el pego y problema solucionado con nota.
Dicho y hecho, que diría uno de nuestros tres arquitectos. Pero déjame que pergeñe una entrada adecuada para el personaje, al que desde ahora llamaremos El Interlocutor. Decíamos que en el cielo de los arquitectos sólo circulaban Citroën SM, pero teniendo en cuenta lo singular de la situación, haremos que nuestro invitado clonado llegue a la casa diseñada por Bernardo Gómez Pimienta a bordo de otro automóvil, eso sí, Citroën también, un CX. Raudo atraviesa las calles replicadas de D.F. esta algo estrafalaria flecha de belleza bizarra que nunca quiso militar en el segmento premium convencional, sino que prefirió destacar por lo inaudito de sus exageradas formas, como lo demuestra el indescriptible anuncio que tuvo a la mítica Grace Jones como protagonista y con el que la marca de los chevrones lo lanzó al mercado con un par. Aquí lo tienes, tremendo. Ya no se hacen coches (ni anuncios) así. Pues sí, esta beauté sauvage es la que le trae a la casa AV, ante la que se detiene con aparatosa frenada. De nuevo, no sabemos cómo se han arremolinado a la entrada un nutrido grupo de arquitectos sabedores de la llegada de El Interlocutor, quien se baja del auto a ritmo del tema Sunshine Dust del novísimo sello Mindform Records, con sede en el corazón del Lake District, donde me gustaría estar ahora mismo dicho sea de paso. Languidece el día, pero le iluminan los inumerables flashes de los móviles que los congregados enarbolan, ansiosos, para obtener una instantánea de la histórica visita. El Interlocutor se mueve entre ellos con un swagger que parece seguir el ritmo de la música. Saluda aquí y allá, dirigiéndose a los arquitectos por sus nombres de pila. Si aquí tu narrador tuviera más nivel reconocería sus caras, pero no es el caso. Muchos le piden autógrafos, una arquitecta (¿Lina?) le pide un oxímoron. "Tu cemento es ligero como el aire del pueblo", le contesta en un despeine. Tras departir brevemente con unos cuantos se despide con tristeza llevándose la mano al corazón, consciente de la misión que le ha traído aquí.
Llega al salón de la vivienda mientras nuestros inadvertidos arquitectos siguen enzarzados en sus violentas discusiones. Pero oye, es verle, y producirse un silencio sepulcral. El foráneo no le conoce, pero al ver la reacción de los otros dos enmudece igualmente.
-"¡Cómo! ¿Tú por aquí también?", salta uno de ellos, el que luce cuidada melena.
-"Estoy solo de visita, tranquilos", señala melífluo mientras hago que se siente en una Lounge Chair de los Eames con terminación en cuero blanco. Los demás están sentados en simples Wassilys, la idea es que queden claras las jerarquías. "Todo un placer volver a veros", sonríe plácido, pero tras el amigable gesto se le adivinan dientes afilados. "¿De qué iba el debate?".
-"Una mica de tot", responde, cortado, el segundo.
Se produce un incómodo silencio que El Interlocutor deshace con finura.
-"Veo estamos sentados en torno de una mesa Barcelona de Mies. Podríamos proseguir por ahí. Los tres habéis trabajado en Barcelona y le habéis cambiado notablemente su perfil. Habladme de vuestras últimas aportaciones a la ciudad condal".
-"¿Por qué las últimas?", señala el segundo, el más orondo de los tres.
-"Pues mira, porque esto es para un blog de medio pelo que se centra en las arquitecturas más recientes. ¿Por qué esa reticencia?"
-"¿Por la grapadora quizás?" ríe con ganas el de la melena. "Por favor qué engendro".
-"Pues anda que tu hotel W, ¡pero si es una copia barata del Burj Al Arab!", responde, rebotado.
-"Perdona, yo ese disseny ya lo tenía concebido casi idéntico para el proyecto de la torre de Telefónica en Madrid que nunca vio la luz. Pero oye, hablando de copias, ¿tú no fusilaste la Casa Malaparte para la Casa Canovelles? Y esa especie de jaula metálica superpuesta ¿no hace referencia también a Malaparte cuando señalaba que su casa era la imagen secreta de la prisión donde tantas veces estuvo recluido por sus desavenencias con Mussolini?".
-"Soy un pájaro que se ha tragado su propia jaula, decía. Igual sí".
-"Barcelona es la ciudad de la copia", tercia el de la Pérfida Albión. "Ahí está el Pabellón de Mies".
-"Gracias a mí, por cierto. Copiar es un derecho, nada hay ya original. Como dice Santiago de Molina, "la clonación de la clonación es la realidad".
-"¿El pabellón de Barcelona es una copia o un zombie? No sé yo. La copia puede tener sentido o acabar en broma de mal gusto. Tú mismamente" -se dirige ahora al foráneo- "cruzaste la T4 y el Pompidou y embutiste tamaño desatino en el interior de una plaza de toros neomudéjar. Con el centro comercial Arenas te luciste".
-"Permitidme que reconduzca", interviene con suavidad El Interlocutor viendo que los ánimos vuelven a encresparse. "Hablando de Mies de nuevo, a quién veis ganador del Mies van der Rohe de este año?"
-"Como se lo den a la Town House de la universidad de Kingston sería la bomba después de ganar el Stirling, pero quizá lo merezca, es un edificio magnífico, festivo. Una invitación a resocializar tras la pandemia", señala el de la plaza de toros surrealista, aún escocido.
-"¿A un coste de 5.267 euros el metro cuadrado? No lo veo. El bloque de 85 viviendas sociales de Peris y Toral en Cornellá (en la foto de arriba) sale por 950. Pisos sin pasillos, con habitaciones de iguales dimensiones para que sea el inquilino el que diseñe su distribución, sin jerarquías preconcebidas. Y estructura de madera, el futuro".
-"Me agobia este edificio. Es el grid moderno exacerbado al infinito, en su fachada, su planta, su distribución interior. Cielos, es la madre de todas las cuadrículas. El horror cartesiano. Un Matrix miesiano".
-"No te pongas melodramático, sisplau. Es la eficiencia, estúpido".
-"Pero tú no opinabas que El Escorial, otra cuadrícula asfixiante ("ejemplo de una concepción arquitectónica despótica", decías), era un edificio feísimo, sólo superado por el Reina Sofía? ¿O es porque estaba en Madrid?".
El Interlocutor les mira con ternura mientras de nuevo el ambiente se caldea sin remedio. Los tres arquitectos pertenecen a una raza extinta, pero no lo saben. Levanta los brazos, en pose mesiánica, y de nuevo se hace el silencio.
-"¿Y si la forma no siguiera a la función sino al amor?" -los tres quedan noqueados- "Os voy a poner deberes. Quiero que veáis esta película: ¿Dónde estás, Bernadette?. En ella podréis aprender cómo una vocación arquitectónica (o de cualquier otro tipo) perdida puede volver a recuperarse, no sin asumir riesgos. O cómo el arquitecto de ego desmedido tiene los días contados, el futuro de la arquitectura será empático, abierto a la diversidad y negociado con los usuarios o no será. Y que la mujer arquitecta (o de cualquier otra profesión) debe a menudo elegir entre trabajo y cuidados, a riesgo de romperse en el proceso y quedar anulada y amargada".
De inmediato aparece la película proyectada en una inmensa pantalla. Los cuatro se giran para verla mientras yo hago mutis discretamente por el foro.
-"Por cierto, narrador, la próxima casa donde nos encontremos quiero que sea esta", dice sin dignarse a mirarme el de la melena.
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