En la última entrada percibí en remoto que no te quedaba claro el concepto de greenwashing. Como tenemos una acendrada vocación pedagógica quiero hoy comenzar la entrada con un ejemplo palmario que hemos descubierto esta semana con estupor. Como sabes, todas las marcas automovilísticas se están volcando en mostrarnos los esfuerzos titánicos que están realizando para electrificar sus gamas con la mayor rapidez posible. Audi no podía ser menos y ha presentado un concept que nos ha dejado boquiabiertos primero por su soberbio diseño y a continuación por el planteamiento de la propia presentación. El tal modelo, de nombre Audi Grandsphere Concept, que parecería dibujado tanto en su exterior como el interior por John Lautner, exhibe la línea de diseño del futuro A8, buque insignia de la marca. Pero siendo el diseño verdaderamente espectacular, aún nos han sorprendido más las fotos con las que nos han mostrado el modelo. En todas y cada una el coche aparece rodeado por plantas de un verdor seguramente renderizado y, para colmo, la marca propone colocar una maceta (de diseño) con plantita también en el interior del habitáculo, entre los asientos delanteros, obsérvalo en la foto de arriba. Tanto afán resilvestrador acaso oculte la mala conciencia que se agazapa en el voluminoso vano motor: una fiera de 721 caballos que, por muy eléctrico que sea, de ecológico tiene más bien poco (el 2 CV de mi señor padre, con el que hacíamos épicos viajes allende fronteras incluso, tenía 28 caballos). Pero no hay problema, lo mostramos enchufado al poste de recarga (con el precio que cuesta la electricidad cargar semejante trasto debe salir por un buen pico), le damos el toque vegetal y colamos el opulento producto como si fuera sostenible y todo (fotos). Bueno, pues a esto se le llama greenwashing, espero haya quedado ya claro del todo. Jean-Baptiste Lamarck, naturalista francés, ya en 1820 decía: "El ser humano parece empeñado en la destrucción de sus medios de conservación e incluso de su propia especie. Es como si estuviera destinado a exterminarse después de hacer inhabitable el globo”. Lo cita Gilles Clément, activista resilvestrador, en su libro La sabiduría del jardinero, reseñado por Anatxu Zabalbeascoa en un artículo de nombre Morir bajo la riqueza.
Me dan ganas de dejar la entrada aquí, pero no quiero que te quedes con tan mal sabor de boca. Al cabo, la esperanza debe ser lo último que se pierda. La renaturalización avanza. Recordemos a bote pronto los jardines verticales de Patrick Blanc (como el del Caixafórum de Madrid) o el Bosco Verticale de Stefano Boeri en Milán, dos torres que albergan 800 árboles y que tendrán réplica en otros proyectos del estudio italiano en Holanda, Suiza, Brasil o China. En este sentido los arquitectos paisajistas cobran cada vez más protagonismo, al mismo nivel que los arquitectos, llamémosles así, tradicionales. Uno de los más renombrados es Piet Oudolf, responsable del High Line neoyorquino, pero también (por ejemplo) de la vegetación que adornará The Valley, un complejo urbanístico en Ámsterdam a cargo de MVRDV (los del fallido Marble Arch Mound). En España Oudolf ha diseñado la vegetación del centro artístico que Hauser & Wirth han montado en la Isla del Rey en Menorca y del Museo Chillida-Leku, que volvió a la vida también de mano de Hauser & Wirth. Si aún quieres más verde, date una refrescante vuelta por la web de West 8, el estudio responsable de varias actuaciones en Madrid Río. Y son sólo unos pocos ejemplos. Con ellos, y este bello tema musical muy ad hoc (Memories of Green), nos despedimos hasta la próxima.
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