domingo, 22 de marzo de 2020

Rehorizontalización


"Cuando John Lennon y Yoko Ono se casaron en secreto en Gibraltar el 20 de marzo de 1969 la ceremonia duró solo tres minutos. Pero esos minutos, tan elaboradamente protegidos, fueron de hecho el final de la privacidad. Rápidamente invitaron a una audiencia global a su cama de luna de miel, un encamamiento de una semana de duración por la paz que se extendió desde el 25 al 31 de marzo, de 9 de la mañana a 9 de la noche, en la habitación 902 del hotel Hilton de Amsterdam. Dos de las personas más públicas del mundo se metieron en una pecera literal: la caja de cristal del Hilton. (...)

John y Yoko no se limitaron a ocupar la habitación. La rediseñaron como un escenario multimedia con una imagen particular en mente. Fueron en todos los sentidos los arquitectos de esa imagen. (...) Con su espalda contra la ventana, miraban al interior de la habitación en una especie de estrategia loosiana; Loos siempre colocaba el sofá contra la ventana, con sus ocupantes mirando al interior convertidos en una silueta contra la luz para aquellos que entraban en la habitación. Sus cuerpos contra la luz, sobre un fondo cubierto todo de blanco: blancas paredes, blancas sábanas, blancos pijamas y flores blancas, parecían volar sobre la capital holandesa. 

El hotel está en la ciudad pero aislado, un oasis transparente. ¿Pero qué queda fuera? El telón de fondo es Ámsterdam, a la sazón el centro de la revolución cultural y sexual de la Europa de los 60, el centro de la experimentación con sexo, drogas, rock´n´roll, activismo político y protestas varias, contra la guerra de Vietnam, el gobierno local y los recortes en vivienda social, y en apoyo de la igualdad de derechos, aborto, e incluso formas alternativas de transporte. 

La cama 24/7 de John Lennon y Yoko Ono anticipa la cama laboral de hoy. En lo que es seguramente un cálculo conservador, The Wall Street Journal señalaba en 2012 que el 80% de los jóvenes profesionales urbanos de Nueva York trabajaban de manera regular desde sus camas. La fantasía de la oficina en casa ha cedido el paso a la realidad de la oficina en la cama. El mismo significado de la palabra"oficina" se ha tranformado. Millones de camas dispersas están tomando el mando sobre los conglomerados de edificios de oficinas. El boudoir está derrotando a la torre. Las tecnologías electrónicas en red han eliminado todos los límites a lo que se puede hacer desde la cama. ¿Pero cómo hemos llegado hasta aquí?

La industrialización trajo consigo los turnos de 8 horas y la separación radical entre el hogar y la oficina o la fábrica, entre descanso y trabajo, noche y día. La post-industrialización devuelve el trabajo de nuevo al hogar y a la propia cama. Todo el universo se concentra en una pequeña pantalla con la cama flotando en un mar infinito de información. Tumbarse no es descansar sino moverse. La cama es ahora un lugar de acción.

El trabajador recostado ya no necesita piernas. La cama es la prótesis definitiva y toda una nueva industria se dedica a proveer de artilugios que faciliten el trabajo mientras estamos tumbados: leer, escribir, mandar mensajes de texto, grabar, emitir, escuchar, hablar y, por supuesto, comer, beber, dormir o hacer el amor, actividades que parecen haberse convertido últimamente en trabajo también. Dormir ha devenido un trabajo duro para millones, con la industria psicofarmacéutica ofreciendo nuevas medicinas cada año y un ejército de expertos en sueño dando consejos sobre cómo conseguir este objetivo por lo visto cada vez más difícil, todo en el nombre, por supuesto, de la productividad.

Esta filosofía ya estaba personificada en la figura de Hugh Hefner, quien como es bien sabido apenas abandonaba su cama, y no digamos su casa. Literalmente situó su oficina en su cama en 1960, cuando se mudó a la mansión Playboy en el 1340 de North State Parkway en Chicago, convirtiendo así su lecho en el epicentro de un imperio global, su atuendo de negocios convertido en pijamas y batas de seda. "No salgo de mi casa en absoluto!!!!... Soy un recluso contemporáneo", dijo a Tom Wolfe (...). 

Hefner no estaba solo. La cama bien puede haberse convertido en la oficina americana definitiva desde mediados de siglo pasado. En una entrevista a Paris Review en 1957 se le preguntaba a Truman Capote sobre sus hábitos como escritor: "¿Escribe en una mesa? ¿Utiliza una máquina de escribir?", a lo que respondía:"Soy un autor completamente horizontal. No puedo pensar a menos que esté tumbado, ya sea en la cama o en un sofa, y con un puro y un café a mano". 

Incluso los arquitectos han montado su oficina en la cama. Richard Neutra comenzaba a trabajar en el momento en el que se despertaba, con un elaborado equipo que le permitía diseñar, escribir o incluso entrevistarse desde la cama. Su lecho en la casa VDL de Silver Lake, en Los Ángeles, incluía dos teléfonos, tres puestos de comunicación para hablar con otras habitaciones de la casa (...), mesas de dibujo y caballetes que se desplegaban sobre la cama, luz eléctrica y un radio-gramófono manejado desde un panel de control sobre el cabecero (...). 

El equipamiento que Hefner imaginó (alguno de cuyos artilugios, como el contestador telefónico, aún no existían) se ha puesto al servicio ahora de la generación de internet y los medios de comunicación social. La fantasía Playboy de la bella chica de la puerta de al lado es más probable que se haga realidad hoy con alguien de otro continente, y estaría por ver si ella es real o una construcción electrónica. ¿Importa? Como en la reciente película Her, un conmovedor reflejo de la vida en un estado suave y uterino resultado de nuestras nuevas tecnologías móviles, la "ella" en cuestión es un sistema operativo que resulta ser un compañero más satisfactorio que un ser humano. El protagonista se acuesta con ella, charlan, discuten, hacen el amor y finalmente rompen, todo ello a menudo en la cama. 

Si, según Jonathan Crary, el tardocapitalismo es el final del sueño, colonizando cada minuto de nuestras vidas para producir y consumir, los actos del recluso voluntario no son al cabo tan voluntarios. La división decimonónica de la ciudad entre descanso y trabajo puede pronto quedar obsoleta. (...) El final del trabajo remunerado y su substitución por un ocio creativo ya fue imaginado en proyectos utópicos de los 60 y 70 por Constant, Superstudio y Archizoom, que incluían camas superequipadas. Ahí está, por ejemplo, el Cushicle y el Suitaloon de Michael Webb de 1964-67, en los que la cama electrónicamente mejorada para el sexo y el trabajo es también vestido, casa y vehículo. Si ya estamos viviendo en el 24/7, enfrentándonos a un futuro inminente de vida sin trabajo, ¿no deberían los arquitectos volver a la problemática que la cama y la nueva ciudad trae consigo? ¿No es el sueño una controversia arquitectónica?

Mientras tanto la ciudad ha empezado a rediseñarse a sí misma. En la presente sociedad aquejada de déficit de atención, hemos descubierto que trabajamos mejor en periodos cortos pero intensos interrumpidos por momentos de descanso. Se diseñan camas cerradas para espacios de oficinas y muchas empresas, como MetroNaps, ofrecen cápsulas-cama en la oficina para aumentar la productividad. (...) Pero estos espacios de relajación no están solo surgiendo en las oficinas. Nuevas tipologías de edificios dedicados al sueño surgen por doquier en las ciudades.(...) La controversia en torno a la cama se ha convertido en una controversia urbana. Nuevos tipos de intimidad están generando nuevas arquitecturas". (Beatriz Colomina, Pyjama party: what we do in bed en The Architectural Review).

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