La casa ideal para estos días recios |
Siempre ha existido una fascinación alucinada por las vidas privadas de los ricos y no tan famosos. A todos nos gusta fisgar por el ojo de la cerradura, sin embargo, los excesos domésticos de Ambani apenas representan la obscena punta del iceberg que conforma esta suerte de porno arquitectónico. Un porno, momento arquitectónico salaz y seductor, que es tanto insidioso como ubícuo y se nos suministra a través de serviciales canales en forma de revistas, páginas web y programas de televisión. Enciende tu televisor a las 8 de la tarde de un día entre semana y ahí están, los gesticulantes boulevardiers y sus procacidades: (...) y el papi de todos ellos, Kevin McCloud, atrapado para siempre en Grand Designs, el Noveno Círculo del infierno archporn. (...)
¿Vivirías en una casa así? Y sin embargo este porno arquitectónico tiene un vientre sórdido y procaz que reduce la arquitectura a una manera de entender el lifestyle tristemente idealizada y que promueve el sálvese quien pueda. Así, sirve para reforzar un sentido de irrealidad cada vez más extendido y una desigualdad tóxica en medio de un mercado de la vivienda que alcanza precios vergonzosos. El pasado año se denunció que en los listados de propiedades a la venta en Londres sólo había una vivienda al precio de 100.000 libras.(...)
El RIBA [el Royal Institute of British Architects] hace el juego ahora a esta farsa ayuntándose con el Channel 4, creador de Grand Designs, para hacer un programa sobre cada una de las casas seleccionadas para obtener su premio de Casa del Año. Donde una vez hubo una cobertura concienzuda de cada uno de los proyectos seleccionados para el premio Stirling [no necesariamente centrados en la vivienda], expandiendo con éxito la reserva genética de las diferentes tipologías en la arquitectura televisada, encontramos ahora una voluntad de reducir su alcance a un puñado de vacuas estampitas dedicadas a sonreír sin ganas al porno arquitectónico. La arquitectura y el público televisivo merecen más que semejante basura para bobos.
En este ambiente de intereses creados, los arquitectos son a menudo los peores enemigos de sí mismos. La mayoría comienzan con un encargo para la casa de ensueño de alguien, así que están encantados de hacer lo que haga falta para conseguir clientes y encargos. En concreto, esto incluye que su trabajo aparezca no solo en la prensa especializada, donde solo será contemplado por otros arquitectos, sino que consiga dar el salto en el hiperespacio hasta alcanzar el ámbito, más acogedor y empalagoso, de las revistas generalistas, que son leídas con detenimiento por miles de clientes potenciales. (...)
Mientras haya casas, el porno arquitectónico estará con nosotros, lanzándonos un descarado guiño que nos diga "vamos, sabes que quieres". Pero, mientras ciudades como Londres sigan su vaciamiento provocado por la desorbitada subida del precio del terreno y las propiedades, la construcción de silos para apartamentos cuyo único fin es la especulación y la falta de vivienda asequible, mientras las casas se consideren simples símbolos de status y repositorios de capital, entonces el fetichismo por las casas de ensueño parece una distracción de grotesca crueldad, un zurullo envuelto en oropel". (Catherine Slessor, Outrage: the toxicity of house porn, en The Architectural Review).
¿La prehistoria del archporn?: Casa del futuro de Alison y Peter Smithson (1956) |