domingo, 23 de junio de 2019

Ciudades en venta



"El fenómeno, nunca visto, destrozó parte del patrimonio artístico de la ciudad y dejó en la calle a muchos de sus habitantes. Exceptuando la peste de 1630, cuando el éxodo sanitario redujo en un tercio el número de vecinos, la inundación de 1966 fue la peor catástrofe poblacional. Hoy, con 100.000 residentes menos y un tejido social en extinción, Venecia afronta su tercera gran emergencia. Esta vez causada por la fuente de riqueza que le permitió sobrevivir entonces.
—¿Los riesgos? —responde incrédulo el arquitecto británico David Chipperfield, tras la presentación de su restauración de la Procuraduría Vieja en la plaza de San Marcos—. Es demasiado tarde, Venecia es ya una ciudad tomada por el turismo. Todas querían más visitantes porque era la manera más rápida de contribuir a la economía. Pero ahora, fíjese en Barcelona, hay un replanteamiento de la cuestión porque el turismo está matando la ciudad. Y creo que debemos hacerlo. Pero en algunos lugares como Venecia es difícil que se pueda revertir la situación.
Las crónicas periodísticas flirtean desde hace años con el título de la obra de Thomas Mann para subrayar la gravedad de la emergencia. ¿Muere Venecia?, se pregunta el periodista al comienzo del viaje mientras resuena en su cabeza el adagiet­to de la Quinta sinfonía de Mahler. La silenciosa realidad es que la idea de la ciudad como fuente de inspiración no supera hoy un macabro síntoma de expiración. La evocación exagerada de un mundo perdido que describió el escritor ­John Ruskin en Las piedras de Venecia cobra sentido, en todo caso, más de 150 años después. La restauración tras la gran inundación tuvo algunos efectos positivos. Pero un nuevo fenómeno avanzaba silenciosamente, una conquista del espacio público más devastadora numéricamente que el brote de peste. En términos turísticos se sustituyó definitivamente la legendaria guía Il forastiere illuminato (1740), que invitaba al “viajero culto” a descubrir los secretos de Venecia durante seis días, por una receta exprés para devorar las ocho horas en tierra que concede el régimen penitenciario del crucero. Llegaron 29 millones de visitantes al año y la ciudad pasó a otras manos.
La hipótesis del punto de no retorno de Chipperfield es ahora la de muchos de sus residentes. Incluidos gremios tan poco proclives a criticar el turismo como el de los 433 gondoleros que lidian a diario con la materia prima de esta industria y maldicen ahora a los grupos que exigen embutirse en su afilada barca para ahorrar unos euros. Giovanni, apoyado en uno de los 455 puentes por donde los visitantes arrastran fatigosamente sus maletas a diario, no lo oculta. “Soy gondolero, no estúpido. Hemos vendido la ciudad a los chinos. Fíjese en todas esas ventanas con el cartel de ‘Se alquila’. Esto ya no nos pertenece”. Unos pasos más allá, en el campo de San Bartolomeo, un contador instalado en la farmacia Morelli aporta el dato diario de la caída poblacional.
El problema no son los chinos (aunque tienen ya el 13% de los inmuebles), quizá tampoco solamente el turismo desaforado (600 turistas por cada residente). El historiador y arqueólogo Salvatore Settis glosó en 2014 en el profético Si Venecia muere los grandes males de la isla advirtiendo de un avance imparable hacia la disneylandización del territorio y la pérdida de identidad. “Está ligada al éxodo de ciudadanos. Se han marchado 100.000 habitantes en las últimas cuatro décadas, caen a un ritmo de 1.000 al año (hoy hay alrededor de 58.000). Pero aumentan las segundas residencias, casas preciosas y grandes, ricos que van a pasar una semana al año. Esa es la muerte de Venecia, y el riesgo es dejar de ser una verdadera ciudad hecha de habitantes y convertirse en un parque temático. No hay ninguna política pública: local, central o regional. Tampoco alguna idea para atraer jóvenes. El mercado inmobiliario está completamente adulterado. Incluso los gondoleros se marchan fuera de la isla”.(...)
La paradoja veneciana, tan útil como metáfora de estos tiempos autodestructivos, invoca también algunos de los gérmenes de la teoría de la posmodernidad ilustrados por Robert Venturi en el fundacional Aprendiendo de Las Vegas (1972). Si entonces fue la capital de los casinos de Nevada quien vació de contenido la ciudad véneta para edificar en la strip el mayor monumento a la ironía arquitectónica, hoy es la realidad quien se propone superar el efecto teatral de su réplica." (Daniel Verdú, Venecia, el turismo como problema, el arte como solución).
Podríamos dejar aquí la entrada, pero siempre preocupados por ofrecerte una óptima experiencia de usuario querríamos llegar un poco más allá de un cutre copiaypega. De las muchas obras artísticas que hacen referencia a Venecia te quiero traer una, con conexiones arquitectónicas por demás, que dudo que conozcas. Se trata de una oscura película de 1973 llamada Amore del director y crítico cinematográfico francorumano Henry Chapier. Tras su estreno y corta exhibición en cines durmió el sueño de los justos durante más de 40 años y solo ha visto la luz cuando el Ina, el archivo cinematográfico francés, la subió a su web en 2015. La película gira en torno a Venecia, y viendo los títulos de crédito, con un fondo de pinturas surrealistas que representan la ciudad en descomposición, poblada por edificios mutantes y animales monstruosos (todo ello acompañado de una inquietante música de Vangelis en su época más experimental, cuando acababa de romper con el grupo Aphrodite´s Child tras el álbum maldito 666 e inciaba una incierta carrera en solitario), me da que acaso la tal peli sea infumable tostón. El argumento es como te digo muy arquitectónico (no he visto la película, me fío de lo que he pillado por internet, es lo que Daniel Levitin llama el contraconocimiento en La mentira como arma, tú, mon semblable, me sabrás perdonar): tenemos a un arquitecto que llega a Venecia para evaluar un proyecto que se propone salvar la bella urbe de su desaparición bajo las aguas (a eso debe hacer referencia la última imagen de los créditos iniciales, en la que aparece la ciudad rodeada por un aparente dique de contención circular que bien podría estar sacada del Delirious New York de Koolhaas si no fuera porque el libro es de 1978). Nuestro protagonista no parece muy interesado por Venecia, pero hete aquí que descubre a una bella aristócrata (trasunto acaso de la ciudad) ante la que cae prendado. Tras flirtear con él la dama se queda con un noble italiano y nuestro arquitecto se va de Venecia contrito y ahíto. La banda sonora de Vangelis, que curiosamente fue publicada en LP (con vinilo rosado) a poco de salir Amore a flote en ina.fr (no pocos dicen que es un disco pirata extraído directamente de la película) incorpora varios temas que llevan como nombre lugares de la ciudad (así, Giudecca, el barrio donde se produjo el reciente accidente del crucero o Campo San Polo, la segunda plaza de Venecia). En la vida real, la urbe abandonó sus conexiones aristocráticas y se entregó con enjundia al turismo de masas. Morirá de éxito. Termino con otra cita del artículo de Daniel Verdú:
"La catástrofe llama a distintas puertas de la ciudad. La jibarización del espacio público y la guerra que los vecinos mantienen con el Ayuntamiento para alejar los grandes cruceros de la laguna (una manifestación recorrió el centro de la isla hace una semana exigiendo su inmediata prohibición) tiene también una vertiente evidente medioambiental. El 29 de octubre de 2018, la crecida del agua alcanzó los 156 centímetros, la cuarta más alta desde el desborde de 1966. Una situación derivada del cambio climático que fascina a los turistas asiáticos, dispuestos siempre a pagar más por visitar la ciudad cuando está inundada. Pero también un reflejo de la gestión a tres bandas (nacional, regional y local) que ha convertido la ciudad en la más inclinada a desaparecer bajo el agua de todo el catálogo de la Unesco.
Venecia lleva 40 años esperando la puesta en marcha de un sistema de seis diques conocido como MOSE. Los cinco primeros ya están construidos, pero después de tantos años esperando el último, su diseño podría haber quedado obsoleto. El proyecto se llevó por delante al anterior alcalde, Giorgio Orsoni, por corrupción y puso de manifiesto mejor que nada una parálisis administrativa que rema enérgicamente hacia el desastre".

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