domingo, 9 de septiembre de 2018
Lasipalatsi
Hace unos días se inauguraba el Amos Rex, un nuevo museo en Helsinki realizado por el estudio local JKMM. Los arquitectos han desventrado una céntrica plaza para crear una enorme caverna que aloja una sala de exposiciones de 2.200 metros cuadrados, espacio óptimo para que artistas de la talla de Kapoor o Serra puedan exponer sus descomunales artefactos, aunque no tanto para exposiciones tradicionales con piezas de tamaño normal, pero es lo que se lleva, no me seas antiguo. Ya lo dice el flamante director del museo, Kai Kartio: "Hoy el arte es cada vez más interactivo y conversacional" (no pillo lo de conversational). Como quiera que el museo no acababa de estar a gusto en su oscuro emplazamiento, señala en juguetona personificación Asmo Jaaksi (de JKMM), el susodicho habría decidido salir a la superficie en forma de orondas burbujas coronadas por redondos tragaluces (aquí fotos). Igual a Alvar Aalto al verlo le habría dado un pasmo. La intervención se completa con una cuidada restauración del aledaño Lasipalatsi (Palacio de Hielo en finés, esa lengua que como el húngaro o el euskera nadie sabe de dónde viene), el bello edificio modernista de los años 30 que puedes ver en la foto de arriba, que de pronto me ha recordado al Nighthawks de Edward Hopper. Como el nuevo "edificio" me interesa lo justo, te dejo con este artículo de Oliver Wainwright, el rey de las metáforas arquitectónicas, y yo con la venia me voy con el Lasipalatsi, que tiene más recorrido.
Como te decía el Palacio de Hielo fue un edificio diseñado en 1936 por Vijlo Revell, Heimo Riihimäki y Niilo Kokko cuando aún estudiaban la carrera. A pesar de su nombre no contenía una pista de patinaje sino oficinas, restaurantes y un cine. El estilo era funcionalista puro y duro, con una única concesión a la galería: una enorme chimenea para la caldera del edificio en la que se acomodó un reloj. Lo que más me ha llamado la atención es que el tal palacio iba a ser un edificio temporal, para diez años máximo, pero ahí se quedó pues cada vez que se filtraban planes para su demolición los helsinguinos se oponían y defendían con uñas y dientes su gélido palacio, algo inaudito si tenemos en cuenta, como veíamos en la última entrada, la siempre cacareada falta de sintonía entre la arquitectura moderna y el ciudadano de a pie. Quizá haya que ser escandinavo para amar el ángulo recto (o portugués). Acaso en este edificio Revell y sus colegas habrían conseguido el sueño moderno de Giedion (volvemos a él), el fin del "cisma entre la arquitectura y la tecnología", de la oposición forma y materia, o si lo prefieres Kunstform y Kernform (que se note que estoy leyendo La vida de la materia. Sobre el inconsciente del arte y la arquitectura, del arquitecto y filósofo Eduardo Prieto). Ya Viollet-le-Duc, en arrebato futurista, había afirmado que la indudable belleza de la locomotora se debía a que tenía un "estilo propio" donde forma, estructura y función se fusionaban a la perfección. Prieto, con todo, despeja el espejismo, negando que los modernos consigueran esa supuesta alquimia arquitectónica. Las fotos de Ronchamp o la Villa Savoye en construcción muestran que antes de quedar ocultos por unas cuantas manos del blanco extremo de rigor eran "un sucio amasijo de ladrillos". Y remata: "No nos engañemos pues: sin el color blanco, sin la ocultación de la materia, sin las estrategias, en fin, propias del más rancio pero también más eficaz formalismo de raíz clásica, no hubiera sido posible buena parte de la modernidad, por mucho que Giedion quisiera convencernos de lo contrario" (esto me suena a lo de los sepulcros blanqueados de la Biblia). El Lasipalatsi también es blanco, pero en la mayoría de los edificios de Revell (con una interesante carrera arquitectónica como en seguida veremos) no hay voluntad de ocultación, y es que me da que los escandinavos fueron los únicos verdaderos modernos. Mónica García, en un artículo sobre "La casa de los niños", un complejo escolar en Tapiola, dice: "Revell recurre como base constructiva a la dualidad de la madera y el ladrillo, materiales locales muy frecuentes en Tapiola dada la escasez de otros materiales tras la guerra; ambos son utilizados de modo franco, se representan a sí mismos, sin pretender ser nada diferente de su propia naturaleza".
Vijlo Revell tiene una interesante biografía. Para empezar decir que se salvó por los pelos de morir en la Segunda Guerra Mundial cuando una mina rusa reventó el casco del destructor en el que se encontraba, el Ilmarinen. Otros 271 marineros no fueron tan afortunados. Interesado por la serialización en arquitectura acudió a Alemania en plena guerra invitado por Neufert (no olvidemos que Finlandia era aliada de los alemanes). De nuevo en Tapiola, el complejo Mäntyviita-Sufika, en los años 50, fue el primer ejemplo de viviendas finlandesas con elementos prefabricados, y en Kaskenkaatajantie Revell optó directamente por la fabricación de elementos arquitectónicos in-situ (aquí más explicaciones y fotos). Pero la obra más espectacular del arquitecto es el ayuntamiento de Toronto, realizado junto a Heikki Castrén, un impresionante edificio con influencia probablemente de Niemeyer en el que el finés abandona al fin el ángulo recto (lo haría también en la bella capilla Vatiala) para levantar dos potentes torres semicirculares que abrazan la asamblea del ayuntamiento, un edificio en forma de OVNI (apareció en una entrega de Star Trek) que pronto fue apodado la ostra. Más de 500 proyectos fueron presentados al concurso internacional (celebrado en 1958) en cuyo jurado estaba Eero Saarinen, el arquitecto americano de origen finlandés que construyera la icónica terminal de la TWA en el aeropuerto Kennedy de Nueva York, y Ernesto Rogers, primo de Richard Rogers y autor de la Torre Velasca de Milán. El potente diseño del ayuntamiento, que contrastaba con las rígidas formas miesianas de los cinco finalistas (entre los que se encontraba un diseño de Pei, el autor de la cristalina pirámide del Louvre o la Torre Espacio madrileña) trajo cola, y fue criticado y defendido por igual en la prensa canadiense. Saarinen, el más firme defensor del proyecto de su compatriota seguramente porque era el proyecto más expresivo (en línea con su propia obra), consiguió convencer al resto del jurado. Por desgracia Revell no lo vería acabado al fallecer en 1964, un año antes de su conclusión.
Casi que me despido ya. Disculpa el abrupto final, la ortografía finlandesa me ha dejado exhausto. Feliz vuelta.
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