sábado, 20 de septiembre de 2014

Híbridos


Empieza la Operación Canalejas con el derribo del número 6 de la muy castiza calle de Alcalá en Madrid. La idea es intervenir en varios edificios de la zona -incluyendo el emblemático Banco Español de Crédito- manteniendo las fachadas pero levantando en su retaguardia nuevas construcciones que, sobrepasando la altura de dichas fachadas en tres plantas, alberguen un hotel, viviendas de lujo y un centro comercial. El proyecto lo dirige el estudio Lamela, lo lleva a cabo OHL y está previsto termine para finales de 2016. Todo ello por supuesto con la bendición de la Comisión de Patrimonio Histórico, tan laxa para unas cosas como estricta para otras (para más inri, los académicos de Bellas Artes de San Fernando serán testigos de excepción de la magna obra, pues su sede se haya justo enfrente del meollo). La memoria del proyecto justifica la demolición del edificio de Alcalá 6 señalando que "surge en una época a la que no pertenece, como un intento inútil de emular su entorno", careciendo de independencia como inmueble ya que era un simple anexo al banco Central Hispano sin entrada desde la calle. El proyecto pretende concederle "la independencia negada" (uy, a qué me suena esto...)  proporcionándole un acceso directo desde el exterior y un núcleo vertical que le permita "autosuficiencia". La fachada, que de nuevo según la memoria, tiene vanas "pretensiones de inserción en su entorno" y no es "representativa del momento en que se realiza" (vamos, que la ponen a caldo, la verdad es que no vale mucho, juzga tú mismo) ha sido desmontada para ser instalada después sobre la nueva construcción cual huera máscara que se sentirá aún más alienada en semejante entorno (¿y no habría sido mejor ya puestos dejar que descansara en paz?).

¿Cómo quedará esta emblemática calle tras semejante intervención? Todos sabemos que esta clase de hibridaciones heteróclitas las carga el diablo. Arquitectura Viva dedicaba al tema del palimpsesto arquitectónico uno de sus últimos números aludiendo en interesante metáfora (el palimpsesto es un manuscrito reescrito una y otra vez) a la reutilización de materiales y cimientos. Fernández-Galiano lo defendía con estas palabras: "Proponer hoy el palimpsesto edificado equivale a defender la pertinencia física y simbólica del aprovechamiento de lo existente. (...) la arquitectura del palimpsesto emplea de forma más económica los recursos materiales y energéticos, y prolonga la vida de las fábricas a las que se añade o sobre las que se levanta, estableciendo con ellas el diálogo táctil y carnal que expresa el verso exacto de John Donne, cuando el poeta solicita a su amada permiso para que sus manos se muevan 'before, behind, between, above, below'". Qué imaginativo uso de las preposiciones, por cierto. Todo esto está muy bien, pero cuando se intenta hacer un palimpsesto de manera artificial y forzada, cuando no hay ese verdadero diálogo gozoso sino que se violenta a los edificios, el resultado acabará siendo un engendro, cual monstruo de Frankenstein, de discutible estética. Te traigo tres ejemplos tomados del siempre interesante blog de Oliver Wainwright, crítico de The Guardian, que hemos agrupado en diferentes tipologías:

Modalidad 1. Ojos que no ven...


Wainwright tiene duras palabras para este encuentro en la tercera fase entre una fachada victoriana preservada cual ninot indultat (aunque despojada de sus ventanas) y una residencia de estudiantes moderna que se adivina detrás: "Es una situación que hace que la pared original parezca un intruso, una pieza del viejo Londres disneificado copiado y pegado de cualquier otro lugar". Es que da hasta miedo. Me recuerda a la descripción que Poe hace de la terrorífica casa Usher al inicio de su famoso relato cuando dice que sus ventanas eran como ojos vacíos. Pallasmaa en La imagen corpórea hace referencia a lo mismo: "Distintas partes de la casa tienen un eco en el cuerpo humano. Las ventanas son los frágiles ojos de la casa que observan el mundo y examinan a los visitantes. Una ventana rota resulta desgradable a la vista, sensación que nace de su asociación inconsciente con un ojo violentado". En fin, para lo que hay que ver a veces...

Modalidad 2. El tamaño no importa.


Pues eso es lo que parecen querer decir los arquitectos de este mamotreto de 23 plantas escondido tras la antigua sede de una compañía de gas en Cardiff. Ellos querían mantener el bello edificio, vamos, como Moneo en el Bankinter. Igual necesitarían pasarse por el oculista.

Modalidad 3. Aquí te pillo...



Al hilo del tórrido verso de Donne, aquí diríamos que los edificios, como las personas, ante una llamémosle urgencia tectónica no están para andarse con historias y disparan a lo primero que se mueve. Eso explicaría este ayuntamiento contra natura entre unos edificios de apartamentos y la fachada de una antigua capilla (arrea) en Londres. El problema de este tipo de situaciones suele ser el día después, cuando descubres a tu partenaire a la luz del día. Pero que conste que yo sólo sé de esto por las películas.


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