La casa como decíamos sigue patrones típicos del movimiento moderno que la Italia fascista de la época adoptó, como la forma rectangular, los grandes ventanales o el techo horizontal. Sin embargo Malaparte, trabajando con un contratista de la zona, introdujo marcados cambios que la alejan de dicho movimiento. Las escaleras de acceso al tejado, por ejemplo, en forma de triángulo invertido, están probablemente inspiradas en las escaleras de la iglesia de Lipari, isla en la que Malaparte fue exiliado por sus ataques a Hitler y Mussolini en sus escritos (a pesar de que abrazó el fascismo en un primer momento) y de la que pudo salir al año de iniciarse la condena (la reclusión era para cinco), gracias a la intercesión de su amigo Galeazzo Ciano, yerno de Mussolini y ministro de exteriores en su gobierno (dos años atrás hablábamos de él y de su paso por el balneario de Corconte). La escalinata, que también puede recordar a un teatro griego, sirve según señala Gloria Saravia en su estudio Los dos mundos en Casa Malaparte de una suerte de recorrido iniciático que culmina en el solarium, "el lugar del ritual". Sobre dicha superficie, que ofrece vistas espectaculares sobre el Mar Tirreno, Malaparte levanta otro elemento singular, una especie de pantalla cortaviento de formas dalinianas que McDonough compara a una vela, una interrogación o una hoz comunista (Malaparte, en uno de sus habituales bandazos ideológicos, se hizo maoísta en los 50 y aún le daría tiempo, ya en su lecho de muerte, de convertirse al catolicismo). El autor y arquitecto estadounidense recalca el componente surrealista de la casa: "La casa Malaparte es principalmente un objeto surrealista, un híbrido entre arquitectura y poema, encarnando al mismo tiempo las características de un edificio profundamente inteligente e icónico y un trabajo literario dotado de múltiples capas. Como en un poema, sus matizadas implicaciones son tan importantes como lo que aparece manifiesto en la cosa misma. La Casa Malaparte exhibe lo que André Breton, el fundador del surrealismo describió como la "belleza convulsa" del arte. Combinando imágenes y símbolos, la Casa Malaparte ofrece colindancias que son perturbadoramente incompatibles, evocando un ensueño o encarnando el poder evocador de, como Breton describió la quintaesencia del surrealismo, "una potente locomotora abandonada durante años a la locura de un bosque virgen"."
Los sucesivos encontronazos de Malaparte con el fascismo acabaron en continuas reclusiones en la cárcel y es que cuando fue enviado como reportero de guerra al terrible frente de Leningrado, en el que por cierto coincidió con el escritor y embajador español en Finlandia, el no menos contradictorio Agustín de Foxá (al que el italiano hizo aparecer en su novela Kaputt de 1944), lejos de enviar las típicas crónicas alabando al ejército nazi se empeñaba en resaltar las cualidades del disciplinado soldado ruso. Sus repetidas estancias a la sombra forjaron su carácter e influyeron en la elección del aislado emplazamiento de su casa, como relata en su libro La Piel (1949): “Hoy más que nunca siento que la celda N. 461 del 4º Braccio de Regina Coeli se ha quedado dentro de mí, se ha transformado secretamente en la forma de mi espíritu. Hoy más que nunca me siento ‘como un pájaro que se ha tragado su propia jaula’. Llevo la celda conmigo, dentro de mí, como una mujer embarazada lleva a su hijo en el vientre. […] Hoy vivo en una isla, en una casa triste, dura y severa sobre el mar: una casa que es el fantasma, la imagen secreta de la prisión. La imagen de mi nostalgia”. Sorprende que parezca sentir nostalgia por la cárcel. Quizá en ella, lejos de las atrocidades que presuntos seres humanos estaban perpetrando en la guerra (puede encontrarse una macabra colección de ellas en sus libros), se sintiera paradójicamente seguro y aliviado.
Párrafo aparte merece la película Le Mépris (1963) de Jean-Luc Godard, en la que la Casa Malaparte toma cuerpo como escenario en el que una despechada Brigitte Bardot se mueve en un triángulo amoroso de trágico final mientras se representa el juego del cine dentro del cine con Fritz Lang (interpretándose a sí mismo) rodando una hollywoodiense versión de La Odisea. Está basada en un relato de Alberto Moravia, uno de los numerosos escritores y artistas que solían aparecer en la revista Prospettive, editada por Malaparte de 1938 a 1952 y entre los que se encontraban también Picasso, García Lorca, Alberti, Machado, Eliot, de Chirico, Hesse, Heidegger, Joyce, Pound, Eluard, Breton..... Solo por escuchar el "tema de Camille" de Georges Delerue merecería la pena ver esta película en la que Arata Isozaki, reconvertido en crítico cinematográfico para el libro de McDonough, ve una metáfora trágica del mito del rapto de Europa.
Empezamos con un anuncio y acabamos con otro:
Aún una última cita, también en Malaparte, a house like me, ésta de Giancarlo Broggi, arquitecto que restauró la casa en los 90: "Cuando veo la casa ahora, incluso tras su restauración, estoy tentado de hacer de poeta: Aquí, en Punta Massullo, el estrecho sendero desciende de la montaña abajo hacia la casa, directamente a la brillante escalera, como un cordón umbilical que una a la Madre Tierra con su propio vástago. Aquí está la criatura que anhela liberarse a sí misma de su materialidad, saltar sobre el infinito que se abre hacia el exterior, inmenso, desde la terraza sobre el tejado hacia el cielo y el mar".
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