Pero vuelvo a la espiral, y es que la descripción del artefacto del arquitecto estadounidense me ha dejado trastocadas las neuronas. No se trata de una espiral tradicional con un centro y eje únicos, sino de una espiral contemporánea que abre una multiplicidad de direcciones en muchas trayectorias distintas. En definitiva, una espiral policéntrica que se proyecta con energía hasta un cénit dramático..., no te digo, si parece la definición de España. Y ya puestos, para que te ambientes, y en honor a Libeskind, gran aficionado a la música (y porque en AÚ nos va la mezcla de churras con merinas en desnortada espiral), te enlazo con un tema de Vangelis que se llama, mira tú por dónde, Spiral, un clásico de la música electrónica del álbum homónimo publicado en 1977, en la época más cósmica y vanguardista del compositor griego. Otro de los temas del álbum, Dervish D, toma su nombre de los derviches giróvagos turcos "que con sus giros representan la espiral del universo", según las notas del libreto. En la cubierta, una cita del Tao Te King: "Seguir significa ir lejos, ir lejos significa volver", el eterno retorno, o sea. Más aún que una tómbola, la vida es un tiovivo. Disfruta mientras gira.
viernes, 28 de febrero de 2014
Criaturas bárbaras (2)
Pero vuelvo a la espiral, y es que la descripción del artefacto del arquitecto estadounidense me ha dejado trastocadas las neuronas. No se trata de una espiral tradicional con un centro y eje únicos, sino de una espiral contemporánea que abre una multiplicidad de direcciones en muchas trayectorias distintas. En definitiva, una espiral policéntrica que se proyecta con energía hasta un cénit dramático..., no te digo, si parece la definición de España. Y ya puestos, para que te ambientes, y en honor a Libeskind, gran aficionado a la música (y porque en AÚ nos va la mezcla de churras con merinas en desnortada espiral), te enlazo con un tema de Vangelis que se llama, mira tú por dónde, Spiral, un clásico de la música electrónica del álbum homónimo publicado en 1977, en la época más cósmica y vanguardista del compositor griego. Otro de los temas del álbum, Dervish D, toma su nombre de los derviches giróvagos turcos "que con sus giros representan la espiral del universo", según las notas del libreto. En la cubierta, una cita del Tao Te King: "Seguir significa ir lejos, ir lejos significa volver", el eterno retorno, o sea. Más aún que una tómbola, la vida es un tiovivo. Disfruta mientras gira.
viernes, 21 de febrero de 2014
Otro mundo es posible
"Vivimos en un mundo de fenómenos manifiestos. Sin embargo, desde el inicio de los tiempos, el hombre ha sentido intuitivamente la existencia de otro mundo: un mundo no manifiesto cuya presencia subraya —y hace soportable— el mundo que experimenta cada día. Los principales vehículos con los que exploramos y comunicamos nuestras nociones de ese mundo no manifiesto son la religión, la filosofía y las artes. A semejanza de éstas, también la arquitectura está generada por las creencias míticas y expresa la presencia de una realidad más profunda que el mundo manifiesto en el que existe". (Charles Correa, Un lugar a la sombra. Foto: instalación de Grafton Architects en la exposición Sensing Spaces que estará en la Royal Academy de Londres hasta el 6 de abril).
sábado, 15 de febrero de 2014
Drones sobre Madrid
Esta vez de verdad: pincha aquí. Es difícil reconocer nuestra ciudad vista así. Y ahora léete esta cita del artículo Lo que podemos pedir a las máquinas de Eduardo Prieto en El País de hoy (en Arquitectura Viva 158 ya había aparecido una versión reducida bajo el nombre de La calle como algoritmo):
"La ciudad es el problema; la técnica, la solución. Este eslogan podría resumir los programas urbanos que tanto en las metrópolis consolidadas de Occidente como en las bullentes megalópolis de Asia se sostienen en esa versión del panóptico moderno que son las llamadas ciudades inteligentes. (...) De ahí que las tesis tecnocráticas vuelvan a resultar atractivas, aunque su sex appeal mecanicista comparta en muchos aspectos el obsoleto credo de los determinismos, y resulte tan añejo como ya lo es nuestra modernidad. (...) Como ha puesto de manifiesto César Rendueles en un reciente y excitante libro, Sociofobia, tras ello no solo se oculta el interés económico, sino una suerte de inocencia fetichista ante la tecnología, entregada a la creencia —que la tozuda realidad no se cansa de refutar— de que las técnicas digitales son una fuente automática de transformaciones sociales, de procesos emancipadores ajenos a la gastada tradición de la democracia representativa. (...) El peligro es que la ciudad acabe entregada a los nuevos especialistas digitales, y que los necesarios papeles jugados por el reprochable político o el megalómano urbanista o arquitecto acaben devaluándose conforme se socava paralelamente el quehacer deliberativo de los ciudadanos anónimos en cuanto constructores materiales de la vida urbana.(...) De este modo, lejos ya del modelo agresivo del ojo que todo lo ve —el Panopticon de Bentham o el Big Brother orwelliano—, la tecnocracia es hoy reclamada por la propia comunidad digital; no se impone con violencia desde fuera, sino que se exige desde dentro, en una suerte de variante líquida, pero autoimpuesta de demagogia. (...) Y es que este ciberfetichismo de algoritmos y concertinas no resolverá nuestros problemas económicos y sociales, ni tampoco los urbanos, pues en los territorios y las ciudades no hay más inteligencia que la de aquellos que las habitan. La conclusión fue anticipada hace más de 50 años por el arquitecto y tecnólogo norteamericano Lewis Mumford: no debemos pedirles a las máquinas más de lo que realmente pueden darnos".
viernes, 7 de febrero de 2014
El pájaro que se tragó su propia jaula
La casa como decíamos sigue patrones típicos del movimiento moderno que la Italia fascista de la época adoptó, como la forma rectangular, los grandes ventanales o el techo horizontal. Sin embargo Malaparte, trabajando con un contratista de la zona, introdujo marcados cambios que la alejan de dicho movimiento. Las escaleras de acceso al tejado, por ejemplo, en forma de triángulo invertido, están probablemente inspiradas en las escaleras de la iglesia de Lipari, isla en la que Malaparte fue exiliado por sus ataques a Hitler y Mussolini en sus escritos (a pesar de que abrazó el fascismo en un primer momento) y de la que pudo salir al año de iniciarse la condena (la reclusión era para cinco), gracias a la intercesión de su amigo Galeazzo Ciano, yerno de Mussolini y ministro de exteriores en su gobierno (dos años atrás hablábamos de él y de su paso por el balneario de Corconte). La escalinata, que también puede recordar a un teatro griego, sirve según señala Gloria Saravia en su estudio Los dos mundos en Casa Malaparte de una suerte de recorrido iniciático que culmina en el solarium, "el lugar del ritual". Sobre dicha superficie, que ofrece vistas espectaculares sobre el Mar Tirreno, Malaparte levanta otro elemento singular, una especie de pantalla cortaviento de formas dalinianas que McDonough compara a una vela, una interrogación o una hoz comunista (Malaparte, en uno de sus habituales bandazos ideológicos, se hizo maoísta en los 50 y aún le daría tiempo, ya en su lecho de muerte, de convertirse al catolicismo). El autor y arquitecto estadounidense recalca el componente surrealista de la casa: "La casa Malaparte es principalmente un objeto surrealista, un híbrido entre arquitectura y poema, encarnando al mismo tiempo las características de un edificio profundamente inteligente e icónico y un trabajo literario dotado de múltiples capas. Como en un poema, sus matizadas implicaciones son tan importantes como lo que aparece manifiesto en la cosa misma. La Casa Malaparte exhibe lo que André Breton, el fundador del surrealismo describió como la "belleza convulsa" del arte. Combinando imágenes y símbolos, la Casa Malaparte ofrece colindancias que son perturbadoramente incompatibles, evocando un ensueño o encarnando el poder evocador de, como Breton describió la quintaesencia del surrealismo, "una potente locomotora abandonada durante años a la locura de un bosque virgen"."
Los sucesivos encontronazos de Malaparte con el fascismo acabaron en continuas reclusiones en la cárcel y es que cuando fue enviado como reportero de guerra al terrible frente de Leningrado, en el que por cierto coincidió con el escritor y embajador español en Finlandia, el no menos contradictorio Agustín de Foxá (al que el italiano hizo aparecer en su novela Kaputt de 1944), lejos de enviar las típicas crónicas alabando al ejército nazi se empeñaba en resaltar las cualidades del disciplinado soldado ruso. Sus repetidas estancias a la sombra forjaron su carácter e influyeron en la elección del aislado emplazamiento de su casa, como relata en su libro La Piel (1949): “Hoy más que nunca siento que la celda N. 461 del 4º Braccio de Regina Coeli se ha quedado dentro de mí, se ha transformado secretamente en la forma de mi espíritu. Hoy más que nunca me siento ‘como un pájaro que se ha tragado su propia jaula’. Llevo la celda conmigo, dentro de mí, como una mujer embarazada lleva a su hijo en el vientre. […] Hoy vivo en una isla, en una casa triste, dura y severa sobre el mar: una casa que es el fantasma, la imagen secreta de la prisión. La imagen de mi nostalgia”. Sorprende que parezca sentir nostalgia por la cárcel. Quizá en ella, lejos de las atrocidades que presuntos seres humanos estaban perpetrando en la guerra (puede encontrarse una macabra colección de ellas en sus libros), se sintiera paradójicamente seguro y aliviado.
Párrafo aparte merece la película Le Mépris (1963) de Jean-Luc Godard, en la que la Casa Malaparte toma cuerpo como escenario en el que una despechada Brigitte Bardot se mueve en un triángulo amoroso de trágico final mientras se representa el juego del cine dentro del cine con Fritz Lang (interpretándose a sí mismo) rodando una hollywoodiense versión de La Odisea. Está basada en un relato de Alberto Moravia, uno de los numerosos escritores y artistas que solían aparecer en la revista Prospettive, editada por Malaparte de 1938 a 1952 y entre los que se encontraban también Picasso, García Lorca, Alberti, Machado, Eliot, de Chirico, Hesse, Heidegger, Joyce, Pound, Eluard, Breton..... Solo por escuchar el "tema de Camille" de Georges Delerue merecería la pena ver esta película en la que Arata Isozaki, reconvertido en crítico cinematográfico para el libro de McDonough, ve una metáfora trágica del mito del rapto de Europa.
Empezamos con un anuncio y acabamos con otro:
Aún una última cita, también en Malaparte, a house like me, ésta de Giancarlo Broggi, arquitecto que restauró la casa en los 90: "Cuando veo la casa ahora, incluso tras su restauración, estoy tentado de hacer de poeta: Aquí, en Punta Massullo, el estrecho sendero desciende de la montaña abajo hacia la casa, directamente a la brillante escalera, como un cordón umbilical que una a la Madre Tierra con su propio vástago. Aquí está la criatura que anhela liberarse a sí misma de su materialidad, saltar sobre el infinito que se abre hacia el exterior, inmenso, desde la terraza sobre el tejado hacia el cielo y el mar".
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