domingo, 3 de julio de 2011

Disequilibrium



Cada loco con su tema, y yo sigo con la desestabilización. Acabo de empezar un curso para profesores y resulta que me encuentro con el concepto que expresaba Nouvel aplicado a la enseñanza. Nuestra profesora nos espetó que para que se produzca un aprendizaje realmente significativo debemos crear un disequilibrium en los alumnos que les descoloque de tal manera que enganche su atención y abra su mente para así poder insertar el contenido en cuestión en la long term memory. O sea, lo mismo que decía Nouvel cuando hablaba de crear un espacio de seducción, un espacio virtual de ilusión que le emparentaba con la prestidigitación. Y yo que creía que mi función era estabilizar a mis inestables adolescentes, proceso en el cual yo acababa tan desestabilizado como ellos... Pues no, ahora resulta que los tengo que descolocar si quiero que aprendan algo. Viendo nuestras caras de poco entusiasmo (provocadas seguramente más por el hecho de que nos espera un largo mes de asistencia a clase que por la idea en sí) la profesora del curso nos retó a un ejercicio proustiano: que recordáramos de nuestra experiencia escolar o universitaria qué conceptos se nos habían quedado insertados en la memoria de manera más indeleble. Yo lo tuve claro en seguida: una exposición de Paul Klee a la que asistí de bachiller en la Fundación Juan March conducido por un profesor de dibujo, músico y arquitecto, que ahora diríamos tenía la pinza algo suelta (aunque yo creo que era puro teatro) y cuyas clases eran todo menos convencionales. Para empezar quedé deslumbrado por el diseño del edificio de la Fundación (obra de José Luis Picardo inaugurado en 1975, en la foto), un miniguggenheim madrileño radiante en aquellos tiempos tan grises, con sus esquinas redondeadas preludio de Hadid y sus formas elegantes y contenidamente modernas que chocaban con los burgueses bloques que la rodeaban. Y qué decir de los cuadros del pintor abstracto suizo... Pero lo que más me descolocó es que el profesor nos mandó elegir el cuadro que más nos gustara y hacer una crítica sobre él. Recuerdo la absoluta sensación de disequilibrium ante una actividad que excedía mis capacidades, o eso creía: al final salí adelante. Nunca olvidé a Klee. Otro ejemplo, esta vez universitario. Examen de literatura nortemericana en el que se podían usar todos los apuntes y libros que quiséramos. Ambiente festivo en el aula de examen ante una prueba que presumíamos chupada. El profesor, un insigne ejemplar tocado (pero no hundido) que solía regalarnos con clases caóticas en las que los conceptos, casi siempre telegráficos, eran comparados entre sí hasta extremos inauditos y cuyos libros eran de compleja comprensión, llegó, nos dio las preguntas y nos puso la siguiente condición: debíamos utilizar todos los nombres de autores que iba a poner en a pizarra en el contexto apropiado. Y entonces empezó a llenar la enorme pizarra furiosamente con toda clase de escritores y críticos literarios, vivos, muertos, de nacionalidades varias, de siglos diversos y géneros variopintos. Aquí, más que disequilibrium lo que sentí era ya directamente acongojamiento. Pues también salí del atolladero. De los años universitarios su asignatura es la que más y mejor recuerdo. Tuve mejores profesores (de los que aprendí cosas más importantes), pero es curioso que esos sean mis recuerdos académicos más vívidos.

O sea, que el docente tiene que ir en búsqueda de la singularidad frente a la standardization (otro de los palabros utilizado en el curso) y no sólo en metodología sino también en evaluación (realizar exámenes creativos siguiendo complejos parámetros frente a los ready-made tests incorporados por los manuales), mensaje difícil de digerir ahora que justo nos acaban de meter un buen tajo a la portuguesa en la paga extra. Es curioso: una vez más Nouvel habla de algo parecido para su profesión en su ya citado ensayo junto a J.Baudrillard Los objetos singulares. Arquitectura y Filosofía: "Se asiste hoy a una forma de clonación de arquitecturas puesto que a partir del momento en que un edificio de oficinas está hecho sobre una tipología dada, de la cual se conocen la técnica, el precio y las condiciones de realización, se podrá duplicarlo y hacerlo construir sin tener que pagar de nuevo la concepción. (...).Es una forma de sabotaje arquitectónico, de prostitución". Y ya al final del libro:"Cualquiera que sea la forma futura de nuestra civilización, siempre habrá un lugar para la arquitectura, siempre una estrategia particular para habitar, un territorio para defender.(...) Se dice que el libro va a desaparecer con Internet, pero siempre tendremos necesidad de alojamiento, de estar en un lugar...incluso si la gesta arquitectónica tiende a volverse cada vez más automática.(...) Una arquitectura automática creada por arquitectos intercambiables; esta fatalidad no nos acecha, es lo esencial de la realidad de hoy. Nos queda la excepción para confirmar la regla".

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