¿Serías capaz, querido lector, de trabajar, por ejemplo como ebanista, llegar a casa y encontrarte con una prole en plena eclosión nocturna (cólico del lactante, dentición, primeros y peligrosos pasos), estudiar (arquitectura, sin ir más lejos, a pesar de haber dejado los estudios formales con 11 años para trabajar en el negocio familiar), y montar tu propio negocio, todo a la vez y en los primeros años del siglo XX (o sea, la lavadora, el lavavajillas o los pañales aún no se habían inventado)? Pues bien, el caballero en cuestión no sólo no pereció en el intento, sino que siguió teniendo descendencia (llegó a los 6 hijos junto a su sufrida esposa), diseñó muebles de modernidad casi extraterrestre, acabó sus estudios de arquitectura y no mucho más tarde diseñaría una casa llamada a convertirse en icono accidental de la arquitectura moderna.
Pero ¿de quién estamos hablando? Más pistas. La casa en cuestión fue diseñada junto a una joven viuda con tres hijos que quería una suerte de casa educativa en la que sus hijos pudieran tener su independencia pero al mismo tiempo se les pudiera controlar (esos dichosos deberes del cole...) y pudieran convivir con el resto de la familia. Más cuadraturas del círculo: la quería alegre pero sobria, moderna pero simple, urbana pero abierta a la naturaleza... Nuestro arquitecto coraje levantó finalmente una casa tan excepcional (paneles corredizos en lugar de paredes, grandes ventanales, colores vivos en el interior) que durante los fines de semana una muchedumbre se acercaba a verla, y en el cole, una de las hijas sufría un peculiar bullying: sus compañeros se reían de ella por vivir en una casa tan friki y ajena a la barriada burguesa en la que se instalaba. Esa misma niña no por casualidad se licenciaba como arquitecta en 1940 y aún en 1954 era una de las dos únicas arquitectas de los 3.000 registrados en su país natal, Holanda. A su vez, fue tal el grado de complicidad afectiva entre arquitecto y cliente que tras enviudar él también acabaría viviendo en la casa que juntos diseñaron y les uniría hasta su muerte, en 1967. Ella tampoco abandonaría la casa hasta el final de sus días, en 1985.
Hablamos del holandés Gerrit Rietveld y la revolucionaria Casa Schröder de Utrecht construida en 1924 para Truus Schröder. Encuentro la interesante historia en el suplemento Casas con Arte de la revista Descubrir el Arte, cuya lectura recomendamos. Vete abriendo boca aquí.
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