jueves, 7 de abril de 2011

Metropol-Parasol-Primosol-Zumosol



Me entero por casualidad del precio del nuevo icono de uso difuso en Sevilla (de nombre Metrosol-Parasol) y se me ponen los pelos como escarpias. Hace unos días leía la crítica de Rowan Moore en el Observer en la que, con recochineo rayando en desdén, tildaba el enorme umbráculo (30 metros de altura) de icono pensado en aquellos años locos en los que el cielo era el límite y que ahora, recién inaugurado, queda como un artefacto que provoca admiración y sonrojo a partes iguales. La estructura, que alberga un mercado, tiendas y hace de pórtico de unas ruinas romanas mientras su visera soportará un restaurante y una senda con vistas espectaculares, recibe los apodos de seta mágica o inmenso gofre en la crítica mencionada. El autor, Jürgen Mayer H, un berlinés con pretensiones artísticas pone, cómo no, referentes mucho más ambiciosos: las bóvedas de la catedral sevillana (al parecer su objetivo era crear una "catedral sin paredes" que fuera "democrática" -uy, a qué me suena eso-) y los árboles circundantes. Impresionante también (con un punto ridículo) la necesidad de crear un pegamento especial para unir las piezas de madera de la estructura que resistiera los agobiantes calores veraniegos (Arup nada menos se han encargado de los detalles estructurales). En fin, Moore daba una de cal y una de arena (dice del parasol que es "algo maravilloso, osado, ingenioso, resuelto y de impresionante consistencia, magnífico por su contenido y su apilamiento de pasado, presente y futuro, de ruinas, mercado, espacio para representaciones y cubierta abierta al cielo" pero también que no pega ni con cola si se me permite el chiste fácil con su entorno), y ya está, otra impactante follie de las postrimerías de la década prodigiosa sin demasiado sentido (¿necesita Sevilla un icono? ¿necesitan los eurodiputados un avión privado? -todo se andará-) y poco más. El crítico inglés no habla de coste económico. El shock me lo llevo hoy cuando navegando por la red sin muchas ganas mientras hacía que veía con mi hijo Toy Story 3 por enésima vez, me entero de que el ondulado maderamen del alemán, presupuestado en 25 millones, ha salido por casi 100. Con ese dinero podríamos haber hecho 10 bloques de vivienda social como los magníficos de Zigzag en Mieres (ver entrada anterior). Pero qué primos somos.

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