sábado, 25 de marzo de 2023

Prueba de agudeza visual

 


Sí, vuelve hoy una de nuestras míticas secciones en una entrada urgente y alarmada. No, no te voy a preguntar qué es esto, tenemos un nivel A1+ en temas arquitectónicos pero eso sería demasiado tirado. La idea es que te fijes en la foto a ver si ves algo raro (haz clic sobre ella para verla más grande). No sigas leyendo por favor hasta que lo hayas encontrado (o le hayas dedicado al menos un par de minutos). 

Exacto. Algo le falta a la torre escandinava de Moneo, que para mí es tan símbolo de Madrid como pueda serlo Cibeles (cada uno elige sus referentes). Siempre he pensado que esta sobria construcción  parece querer contraponerse al cercano campanile italiano erigido en 1902 (BIC desde 1992) como parte del Pabellón de hombres ilustres, aunque hoy se encuentre atrapado en el patio de un colegio dominico y sea inaccesible salvo para intrépidos alumnos y latosas palomas, de hecho Patrimonio debe realizar limpiezas regulares para liberar al monumento de no menos monumentales montañas de excrementos (de las palomas, no de los escolares).  

Pero por favor, no nos desviemos del tema. En efecto, querido lecteur, al reloj de la torre le faltan sus manecillas. Recientemente la torre de la estación (que va a sufrir por cierto una cuarta remodelación) ha estado cubierta por andamios suponemos para limpiarla de poluciones y demás suciedades provocadas por el tráfago insomne de este enclave madrileño, y ahora que los han quitado parece que se han olvidado de volver a colocar las manecillas. Dos semanas calculo que llevamos ya con el reloj de tal guisa, que muchas son ya. 

¿Es un problema administrativo? ¿Un tema de suministro? ¿Un descuido absurdo? Todo es posible pero nosotros, dados a las narrativas anómalas, buscaremos un relato alternativo que trate de demostrar que la creatividad humana aún tiene alguna oportunidad de vencer a la inteligencia artificial generativa. ¿Y si nuestros cultos próceres quisieran hacernos reflexionar? Un reloj que no marca las horas es como mínimo revolucionario. Es como si se nos estuviera conminando a una desaceleración o (e incluso y) a una desorientación libertaria auspiciadas por Byung-Chul-Han (ya sabes, ese señor que dice aquello de que "el sujeto actual del rendimiento se parece al esclavo hegeliano, si bien con el detalle de que no trabaja para el amo, sino que se explota de manera voluntaria a sí mismo"). El reloj, esa máquina excelsa convertida en símbolo de racionalidad a ultranza por los ilustrados ("el mundo ya no es un Dios, es una máquina que tiene sus ruedas, sus cuerdas, sus resortes y sus pesas", escribía Diderot) y que para Lewis Mumford era el verdadero símbolo de la Revolución Industrial más que la máquina de vapor, de nuevo no tanto por su aplicación industrial como por su significado metafórico (el capitalismo como máquina de precisos engranajes), ha regido nuestras vidas primero desde las torres de las iglesias para luego pasar a los edificios civiles, como las estaciones, donde las locomotoras, esas máquinas "de poder casi infinito" que decía Balzac, nos permiten logros sobrehumanos: "no dependo ni del tiempo, ni del espacio, ni de la distancia, el mundo está a mi servicio" decía el autor de Las ilusiones perdidas. Otro escritor, W.G. Sebald, describe en Austerlitz ese poderío de la estación en el siglo XIX , donde se representaban la Minería, el Comercio, la Industria o el Transporte como divinidades modernas. Sebald se fija en la estación de Amberes, donde destaca el símbolo que lucía por encima de todos los demás: el reloj: "El reloj en su calidad de gobernador de la nueva onmipotencia estaba situado aún más alto que el escudo del rey (...). Desde el punto central que ocupaba el mecanismo del reloj en la estación de Amberes se podían vigilar los movimientos de todos los viajeros y, a la inversa, todos los viajeros debían levantar la vista hacia el reloj y ajustar sus actividades por él". Si tienes más curiosidad sobre el tema, te recomiendo La ley del reloj de Eduardo Prieto (con prólogo de Moneo). 

Despedimos esta atropellada entrada haciendo votos para que la autoridad competente restituya con prontitud las manecillas al reloj de Moneo. O no. 

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