Así tenemos a Iesu. Blanca hielo en sus inicios, luce ahora hecha unos zorros, acaso como el espíritu moderno. Si no hace tanto veíamos un revival de lo blanco, quién sabe si instigado por el Zeitgeist sanitario con un Foster vestido íntegramente albo en aquella portada de Icon, ahora que la pandemia es casi cosa del pasado al blanco le pueden ir dando. Es curioso que Parra Bañón, tan dado a referencias ignotas, mencione foto tan reciente en Pies de foto para arquitecturas descalzas, comparando al de Mánchester con el siempre elegante Loos: "Nadie ha podido vestirse con tanta elegancia como él, portavoz en cualquier circunstancia de un traje inmaculado y rigurosamente sometido a la tensión de la plancha. Ni siquiera Norman Foster cuando se viste prístinamente de blanco: jersey blanco hielo de cuello alto debajo de un traje de chaqueta de color blanco crudo con cuatro botones tangentes cosidos en cada puño, a tono con la ropa interior (blanco roto) [Bañón, raro de lujo como le llama Fernández-Galiano, es muy dado a las licencias poéticas] y alpargatas de lona teñida con blanco tiza. Sin calcetines, posa papal (solo le falta el solideo o la tiara, y quizá el apoyo de la férula simbólica) en septiembre del año 2020 en St. Moritz para la portada de una revista internacional de diseño. Posa albo a sus ochenta y cinco años en uno de los edificios vermiformes que ha injertado en la tierra (Chesa Futura) ante las montañas suizas en las que acostumbra a esquiar, cuando aún no las ha cubierto la nieve, para diferenciarse de la hermandad de arquitectos que visten completamente de negro. El vestido, el revestimiento, el tapiz, la cortina, la alfombra, el pijama, la ropa, el gabán, el hábito es, como con insistencia postuló Loos (...) el asunto de la arquitectura".
Sería interesante escuchar los comentarios que Bañón dedicaría al outfit de nuestro querido Jose Ramón Hernández Correa, que posa feliz en la última entrada de su blog dedicada a la exposición que el IAE dedica en estos momentos a Juan Daniel Fullaondo, quien fuera su profesor. Correa combina hábilmente blanco higienista (en la camiseta) y negro arquitectónico (en los pantalones, bandolera y calcetines) y ambos en las zapatillas deportivas. Bañón aventuraría el color de su ropa interior, pero nosotros, meros aficionados, preferiríamos no hacerlo. El arquitecto y bloguero que, como dice Jaume Prat (cómo echamos en falta su blog, por cierto), nos enseñó a amar Seseña, es el primero que hace chanzas con su look y menciona como descargo el también aspecto algo descuidado de Vargas Llosa en alguna foto reciente. Recordemos aprovechando que el Pisuerga pasa por Murcia que el peruano fue el encargado de escribir la necrológica de Le Corbusier en la revista bonaerense Primera Plana.
Ya puestos, habremos de hablar sobre el "héroe mal nadador" en palabras de Bañón, quien nos muestra en su desbordante "ensayo-álbum-relato", como no podía ser de otra manera, la famosa foto del francosuizo en pelota picada luciendo cacha y cicatriz náutica y premonitoria. Lo que desconocíamos es que lo que dibuja en dicha foto es la pintura-pintada que hizo en la E1027, la blanca casa diseñada por Eileen Gray, para horror de la irlandesa (el IAE por cierto le dedicó a la vivienda una exposición el verano pasado). Y es que Corbu era un tramposillo. Tanto hablar de catedrales blancas y ángulos rectos y al final hacía lo que le salía del alma.
Blancas son las maquetas que se nos muestran en la exposición sobre Fullaondo, lo cual llama poderosamente la atención porque en las fotografías que podemos allí ver ninguno de sus edificios lo es. La maqueta que me pareció más interesante -también la muestra José Ramón en su entrada- fue la del proyecto no realizado que diseñó junto a Chillida para la entrada del puerto de Bilbao, asimismo de un blanco deslumbrante. ¿Alguien se imagina una escultura de Chillida blanca? Lo cierto es que, aunque cada vez las hay más color madera, la maqueta de blanco unívoco sigue siendo la más habitual en exposiciones: ¿herencia subliminal del Movimiento Moderno? Me gustó, por cierto, la exposición sobre el arquitecto bilbaíno aunque, como me suele pasar cuando voy al IAE, casi disfruté más contemplando la rehabilitación del antiguo convento del s. XVII realizada, en los primeros 90, por Linazasoro. La encantadora encargada, Elena creo que me dijo se llamaba, vestida riguorsamente de negro como los guías, nos ofreció una jugosa conversación (nos dijo por ejemplo que Vázquez Consuegra había estado hacía unos días) y nos habló de las cuatro intervenciones temporales con las que sendos equipos de arquitectos muy jóvenes quieren alegrar y visibilizar el recoleto museo encajado en el monte Urgull. La que más nos gustó por votación familiar fue la muy pop de Ocamica Tudanca (los arquitectos multipremiados por la plaza de Mansilla Mayor).
Acabemos esta entrada -postal veraniega más bien- como empezamos. ¿Por qué se decantaría Moneo por el blanco para Iesu, color tan poco apropiado para estos lares? Vallet, moderno hasta las trancas como veíamos, dejó la capilla de Agiña con el hormigón pelado. Santiago de Molina, con su retranca tan británica, nos recordaba hace poco los problemas que causaba esa acendrada manía moderna por lo minimal. ¿Al pensar en el color de Iesu recordó acaso Moneo la que se montó en Estocolmo cuando quiso dejar en gris el Moderna Museet, que finalmente tuvo que cubrir de color salmón?
"Eran blancas las catedrales porque eran nuevas. Las ciudades eran nuevas, se construían íntegras, ordenadas, regulares, geométricas, de acuerdo con planos. La piedra de Francia, recién tallada, era resplandeciente de blancura, como blanca y deslumbrante había sido la Acrópolis de Atenas (...). Comenzaba el mundo nuevo. Blanco, límpido, alegre, aseado, neto y sin retornos, el nuevo mundo se abría como una flor entre las ruinas" nos dice un Corbu que pronto iba a colaborar con Vichy en Cuando las catedrales eran blancas (1937). Pero ya todos sabemos que la Acrópolis, como la estatuaria griega que hoy conocemos pálida, estaban cubiertas de vívidos y variados colores como la vida misma.
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