Pues hoy por fin hablaremos del Küppersmühle (KPM) a orillas del Rin en Duisburgo, el magnífico museo de Herzog y de Meuron rehabilitado en una intervención que tanto recuerda a la que llevaron a cabo para el Tate Modern. Como en Londres, los suizos han ampliado un espacio fabril que ellos mismos habían reconvertido en museo en 1999 con tres nuevos edificios de potentes paredes cerámicas que apenas se distinguen del original. Y también como en la capital británica, donde en un primer momento la Switch House iba a ir forrada de vidrio, HdM han optado con gran acierto por el ladrillo tras haber presentado un primer proyecto en el que un prisma transparente se asentaba sobre la antigua fábrica en forzada (y no muy afortunada, en mi opinión) pose, pero juzga tú mismo. La novedad que más nos sorprende en su exterior es ese fascinante acantilado cerámico que sirve de nueva tarjeta de presentación del museo y refleja la pulsión matérica de los suizos, al tiempo que otorga al edificio una condición opaca, casi antipática, que también podemos ver en la Switch House (vuelvo a citar a Rowan Moore como ya hicimos en aquella reseña: "En esta y otras obras, a Herzog y De Meuron les gusta presentar un momento protestante de negación previa al placer, de rechazo previo a la acogida, de severidad previa a la generosidad. Es parte de su visión del mundo, diferente de la mayoría de los arquitectos, en la que el deleite y la belleza coexisten con aspectos de la existencia más problemáticos o misteriosos"). El interior, efectivamente, está lleno de placenteras sorpresas, como esa magnífica escalera que culebrea dentro del añadido de base triangular como si un decorado de Dune se tratara y que encaja a la perfección con este prodigioso texto de un experto en escaleras (y tantas otras cosas), Santiago de Molina. Lo cierto es que largo y tendido se podría hablar de las soberbias escaleras del dúo helvético, la próxima vez que vayas al Caixafórum de Madrid en lugar de usar el ascensor sube por ellas, en su pertinaz renuncia al ángulo recto pueden recordar al también suizo Goetheanum de Steiner. Volviendo a Duisburgo, también destacaría el espacio casi metafísico que se crea en el interior de los silos, cruzados por sendos puentes que unen el edificio antiguo con la ampliación y que puede verse a través del techo brutalmente horadado de una sorprendente sala hipóstila con poderosas columnas disímiles, unas de base cuadrada, otras hexagonal. Mejor ves más fotos en la página web del museo.
Poco en su exterior podría augurar que el KPM aloja un museo dedicado al arte de posguerra, salvo quizás esas incisiones verticales en sus crudas paredes que, iluminadas en la noche, le aportan un toque moderno, así nos lo describe Arquitectura Viva: "La fachada al río adquiere así el ritmo abstracto de una partitura musical que niega el orden de lo existente al ser iluminada desde el interior cuando anochece". Pero en efecto, dándote una vuelta por la web del museo descubrirás la interesante colección que alberga obras, entre muchos otros, de Kiefer, Baselitz, Canogar, Tàpies, Saura, Soulages o Mathieu. Por si no te suena este último artista (nosotros de arquitectura no sabemos, pero de arte tampoco), te enlazo a un video de 1971 en el que aparece pintando en original performance. A ver si identificas al músico que le acompaña, aquí tienes el impagable documento gráfico. Sí, el señor que luce pelambrera indómita y abundante cacha sin el más mínimo pudor (los 70 eran así) es Vangelis, que en aquellos momentos iniciaba su carrera en solitario aburrido del pop facilón de Aphrodite´s Child. Sus inicios, marcados por la experimentación, le deben mucho a Frederic Rossif, afamado director de documentales francés para el que puso música por ejemplo a un documental sobre el mencionado pintor (Georges Mathieu ou la Fureur d'être), del que el video anterior es un fragmento, aunque el trabajo más conocido del tándem es la serie L´Apocalypse des Animaux sobre el mundo animal; siempre me ha parecido que su tema central pudo influir en la icónica sintonía de García-Abril para El hombre y la tierra (un par de años posterior). Por cierto, y ya cabo esta disruptiva digresión no sin disculparme por abusar, una vez más, de tu infinita paciencia, la discográfica del griego acaba de sacar por fin a la venta Juno to Jupiter (soberbio), deja que te enlace a otro interesante video en el que se puede ver a la sonda que da nombre al álbum camino del planeta a ritmo de uno de los más originales temas del nuevo trabajo. 50 años de nada separan ambos temas.
Muchos dirán que el KPM es un señor muermo y preferirán la más pirotécnica rehabilitación que Heatherwick realizó en una fábrica muy similar en Ciudad del Cabo (el Zeitz MOCCA), en la que el inglés desventró con saña unos antiguos silos para crear vertiginosos espacios y, justo al contrario que los suizos, abrió paredes y techos a la luz del exterior (aquí el referente cinematográfico bien podría ser Alien). Tú mismo. Se me ocurre que sería interesante, más allá de insustanciales valoraciones personales, hacer una comparativa objetiva de ambas intervenciones en términos por ejemplo de sostenibilidad. ¿Cuál de las dos actuaciones reutiliza más y mejor el edificio original? ¿Cuál respeta más la energía embebida del edificio antiguo? ¿Cuál aprende más del contenido informativo incorporado al soporte material en palabras de Fernández-Galiano? ¿Cuál será más barata de mantener? Wainwright concluía un reciente artículo para The Guardian sobre el vencedor del Stirling, la biblioteca Town House de Grafton Architects, haciendo un amargo comentario: tanto hablar de la sostenibilidad y la reducción de la huella de carbono y resulta que todos los finalistas eran edificios de nueva creación, empezando por el ganador ("a concerto of concrete"), ninguno se trataba de un edificio rehabilitado, en la línea del lema que proponen Lacaton y Vassal (se acaba de estrenar una exposición sobre su obra en el ICO): "Nunca demoler, eliminar o sustituir, siempre añadir, transformar y reutilizar”. Quién sabe si Foster, presidente del jurado del Stirling de este año, que por cierto diseñó el masterplan de la barriada industrial donde se asienta el KPM, acaso se decantó por el aireado edificio de las arquitectas irlandesas, al que califica de Teatro para la vida, porque le pareció una versión pospandémica de la facultad de Rudolph en Yale que como te decía en la entrada anterior visitó recientemente. Convendrás conmigo que tras tamaña teoría solo nos queda despedirnos raudos hasta una próxima ocasión.
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