domingo, 17 de mayo de 2020

Perdiendo el hilo


El confinamiento tiene sus cosas buenas. Así, múltiples artistas están subiendo a la red trabajos que de otra manera no podríamos haber disfrutado, y podemos cotillear en sus casas y cosas. Estos días insólitos por ejemplo hemos podido escuchar lo último de Vangelis, The Thread (El hilo)un espectáculo de danza a cargo de Russell Maliphant basado en el mito del Minotauro y el hilo de Ariadna, entendido el tal hilo como "los valores humanos fundamentales que todos compartimos más allá de nuestra religión, etnia o creencias", aunque es obvio el potente componente heleno que aglutina la obra, con referencias al arte minoico, poderosa música racial del mago electrónico (griego) creador de la BSO de Blade Runner y vestuario a cargo de la diseñadora ateniense Mary Katrantzou. Pues bien, una grabación de la representación se dejó en abierto durante una semana (no fue la que se hizo en el teatro de Epidauro, ya sería pedir mucho) y pudimos disfrutarla by the face (por cierto que algún vivo aprovechó la circunstancia y ya está en Youtube un extracto de la recia banda sonora). Te preguntarás que qué tiene esto que ver con la arquitectura, y yo te responderé presto, mon frère, que nosotros desde propugnamos una aproximación holística a la disciplina que encubra (como lo hace ese pedantismo léxico que permea, pringoso, la narrativa de este tu blog) nuestras estigias lagunas. Pero mira, que para todo hay solución, resulta que el mismo Vangelis creó una apoteósica mini banda sonora para un desfile de moda de su amiga Mary Katrantzou, sí, la misma que ha trabajado en The Thread, que tuvo lugar en el marco incomparable del templo de Poseidón en el cabo Sounio el pasado octubre. Te enlazo pues al magnífico video donde arquitectura, música y moda interactúan en bella simbiosis.

Como (al parecer) hay más música que la de Vangelis, te contaré también que Moby, otro de nuestros músicos de cabecera, acaba de lanzar al calor de la cuarentena un álbum (All Visible Objects, título sacado de una cita de Moby Dick, la novela escrita por su tataratío Herman Melville -el verdadero nombre de Moby es Richard Melville Hall), que aun recordando, quizá demasiado, a anteriores trabajos, nos ha parecido espléndido. No solo ha puesto el álbum a nuestra disposición en Youtube,  paraíso de confinados, sino que nos ha regalado un videoblog de media hora donde explica desde su casa cómo se inspiró para los distintos temas. Así, nos comenta que uno de los cortes más sugerentes (Morningside) rinde homenaje a Nueva York, donde nació (en Harlem), y a la música electrónica que escuchaba de joven; el tema, nos sigue relatando, es "como ir conduciendo o paseando por Manhattan buscando una discoteca y sentir el vacío y a la vez la calidez y el sonido rebotando en los edificios"(estoy por ponerlo a todo trapo desde casa tras el aplauso sanitario, para contraprogramar los fatigosos anthems de Village People con los que un vecino no cesa de castigar al vecindario -las primeras diez veces tuvo su gracia, mas todo cansa). Para otro de los cortes (Separation) Moby se pone metafísico, explicando que el título no se refiere a la separación física entre personas (ahora tan dolorosamente experimentada) sino a cómo hemos dado la espalda a la "realidad objetiva, la verdad, la experiencia directa del universo, lo divino", de cómo hemos perdido el hilo con lo trascendente, vaya. Acaso el confinamiento nos ayude a recuperarlo. Too much change es quizá el tema más melancólico, y uno de mis favoritos; Moby desearía que no recordara tanto a nuestra vida en estos días insólitos. En el videoclip (así como en algunos de las portadas de sus discos, como el que abre la entrada) es obvio el interés de Moby por la arquitectura, tiene un blog (ya desatendido) en el que subía fotos de las bizarras casas de Los Ángeles, adonde se mudó desde Nueva York cansado de la ajetreada vida en la Gran Manzana y el tufo de las barbacoas (es vegano militante) que le llegaban a la terraza de su gigantesco apartamento en el edificio El Dorado (uno de los diseñados por Emery Roth en el flanco oeste de Central Park con sus características dos torres y que se sitúa justo en frente del Guggenheim, al otro lado del estanque del enorme parque). En Los Ángeles vivió en un principio en una impresionante mansión de estilo neonormando (The Wolf´s Lair, levantada en los locos años 20 por el promotor de la urbanización Hollywoodland, cuyo cartel, recortado, es hoy icono de la ciudad; Lautner diseñó para él un pabellón de invitados donde Moby situó su estudio musical). De familia humilde y desestructurada, el músico dedicó el dinero que ganaba a borbotones gracias a que publicistas y cineastas se pegaban por usar sus temas (en TVE sirvieron como música de fondo durante muchos años) a comprar casoplones, según el mismo decía, para contrarrestar la inseguridad que sufrió en su juventud, casas que luego vendía tras restaurarlas con pingües ganancias aireadas por Curbed.

Con el hilo ya perdido del todo terminamos con súbito final. Feliz semana, y que la Fase, la Franja y la Fuerza te acompañen.

domingo, 10 de mayo de 2020

Juntos pero no revueltos


Propuesta de Plastique Fantastique para estos días recios
"Se puede contemplar al neo-liberalismo colapsando en tiempo real. Los gobiernos cuya misión era reducir el estado a su mínima expresión, recortar impuestos y préstamos y desmantelar los servicios públicos están descubriendo que las fuerzas del mercado, a las que convirtieron en fetiche, no pueden defendernos de esta crisis. (...) El cambio es incluso más interesante de lo que en principio puede parecer. El poder ha migrado no solo del dinero privado hacia el estado, sino que a su vez ha huido del mercado y del estado a otro lugar completamente diferente: el de la acción comunitaria ("the commons"). En todo el mundo, las comunidades se han movilizado donde los gobiernos han fracasado. 

En India, la gente joven se ha organizado por su cuenta a escala masiva para ofrecer paquetes de ayuda a los "daily wagers", personas sin ahorros o propiedades que viven al día y dependen totalmente del movimiento de dinero en metálico que en estos momentos se ha detenido. En Wuhan, China, tan pronto como el transporte público se detuvo, muchos conductores voluntarios crearon una flota comunitaria que transportaba a los trabajadores sanitarios de sus hogares a los hospitales (...) [el autor da una veintena más de ejemplos similares].

Las películas de terror se equivocaron del todo. En lugar de convertirnos en zombies comedores de carne humana, la pandemia ha convertido a millones de personas en buenos vecinos. En su libro Free, Fair and Alive, David Bollier y Silke Helfrich definen esta actitud como "una forma de actuación social que permite que la gente disfrute de la libertad sin reprimir a otros, defienda la justicia sin control burocrático... y reivindique la soberanía sin nacionalismo". Los "comunes" no son ni capitalistas ni comunistas, ni mercado ni estado. Son un levantamiento de poder social en el que aunamos esfuerzos como iguales para afrontar nuestros aprietos compartidos. 

Miles de libros, películas y fábulas nos aseguran que el final de cuento de hadas al que todos deberíamos aspirar es convertirnos en millonarios. Entonces podremos aislarnos de la sociedad en una mansión con altos muros, sanidad privada, educación privada y avión privado. Los "comunes" plantean un objetivo contrario: encontrar el sentido, el propósito y la satisfacción trabajando juntos para mejorar la vida de todos. En tiempos de crisis, redescubrimos nuestra naturaleza social. (...)

No hay garantía de que este resurgimiento de acción colectiva sobreviva a la pandemia. Podríamos regresar al aislamiento y la pasividad que tanto el capitalismo como el estatismo han fomentado. Pero no creo que lo hagamos. Tengo la sensación de que algo está tomando forma ahora, algo que echábamos en falta: la fuerza transformadora e inesperadamente emocionante de la ayuda mutua". (George Monbiot: The horror films got it wrong en The Guardian).

“La solución no será el aislamiento ni la construcción de nuevos muros y posteriores cuarentenas. Hace falta una plena solidaridad incondicional y una respuesta coordinada a nivel global, una nueva forma de lo que antaño se llamó comunismo. Si no orientamos nuestros esfuerzos en esa dirección, entonces el Wuhan de hoy puede acabar siendo lo habitual en las ciudades futuras (...) Si los Estados se aíslan, comenzarán las guerras (...) Como expresa Will Hutton: ‘En la actualidad está agonizando cierta forma de globalización de libre mercado y desregulada, con su propensión a las crisis y a las pandemias. Pero está naciendo otra forma que reconoce la interdependencia y la primacía de la acción colectiva de base empírica. (. ..) No apelo a una solidaridad idealizada. La crisis actual demuestra que la solidaridad y la cooperación global tienen como finalidad la supervivencia de todos y cada uno de nosotros, y que obedecen a una pura motivación racional y egoísta. (...) Tal como reza el dicho: en una crisis somos todos socialistas. Incluso Trump se ha planteado una forma de renta básica universal. Este socialismo forzado, ¿será un socialismo para los ricos, como el rescate de los bancos en 2008? (...) Ahí es donde aparece mi idea de comunismo, no como un sueño inconcreto, sino como el nombre de lo que ya está sucediendo (...) el gasto de billones para ayudar no sólo a las empresas, sino también a los individuos se justifica como medida extrema para mantener la economía en funcionamiento y evitar la pobreza, pero lo que ocurre es más radical: con esas medidas, el dinero ya no funciona al modo capitalista tradicional, sino fuera de las restricciones de la ley del valor”. (Slavoj Zizek, Pandemia).

"Vivir a distancia es vivir menos. El alejamiento que impide la propagación del virus va a transformar nuestros hábitos, y el futuro inmediato se perfila como un paisaje de partículas elementales que se desplazan evitando el roce para situarse en los vértices de una malla regular que marca la distancia de seguridad. En esa distopía vamos a residir hasta que las pruebas diagnósticas, los antivirales y las vacunas vuelvan a hacer seguros los contactos, quizá dentro de dos años. Es un tiempo muy largo para nuestra experiencia individual o colectiva, pero muy corto para la vida testaruda de las ciudades, y es probable que la Covid-19 no modifique las pautas urbanas como antes sí lo hicieron la peste, el cólera o la tuberculosis. Si acertamos a resolver sus problemas sanitarios, de congestión y de seguridad, la ciudad densa —además de crisol de innovación y motor económico— es nuestro mejor recurso para enfrentarnos a la emergencia climática, así que es dudoso el retorno a la insostenible ciudad dispersa (...) Si la humanidad sabe convertir esta crisis en una oportunidad, se moverán menos las gentes y las cosas, el consumo de proximidad se preferirá al lejano, y el tiempo pausado al vertiginoso: viviremos más juntos, que es una de las formas que adopta la felicidad". (Luis Fernández-Galiano, Vivir a distancia)

Gelbes Hertz (Corazón amarillo), del colectivo Haus-Rucker-Co (1968): Pop pandémico




domingo, 3 de mayo de 2020

La nueva normalidad




Pues así es como los estudiantes chinos favorecen el distanciamiento social en la escuela. Parece ser que la idea proviene de un tocado tradicional, casi arquitectónico, de los tiempos de la dinastía Song, que gobernó China entre 960 y 1279. Aunque no está claro, parece ser que lo que se quería evitar (en audiencias palaciegas al menos) era el chismorreo entre cortesanos. Obsérvalo más de cerca en este video.

En esa misma dirección observa estas mascarillas diseñadas por Yrúrarí Jóhannsdóttir, islandesa ella, a ver quién es el guapo que se le acerca. 



Tras contribución tan simpar puedo retirarme satisfecho, no sin antes desearte que fases y franjas te sean favorables.