Te muestro hoy lo último de los neoyorquinos Diller Scofidio+Renfro (los de la High Line): el centro educativo Roy y Diana Vagelos en el prestigioso campus de Medicina de la Universidad de Columbia en Nueva York. Se estrenará en agosto y como ves resulta una curiosa estructura en la que, a base de un generoso uso de cristal, uno no va a saber si está dentro o fuera. En palabras de sus autores, el edificio, una suerte de "salón vertical", se estructura en torno a una escalera, la "Study Cascade", que se extiende por los catorce pisos de la construcción conectando distintas zonas de encuentro que favorezcan el aprendizaje colaborativo y la interacción entre los estudiantes, que han participado activamente en su diseño. Y digo yo que con las impresionantes vistas que debe haber, no sé hasta que punto los estudiantes lograrán concentrarse.
El Blur Building: estar y no estar |
Pero volvamos al edificio Vagelos. Ahora ya sabemos que Diller Scofidio+Renfro buscaban adrede esa lucha de contrarios entre lo exterior y lo interior, en plan performance conceptual y provocadora. Y aquí en AÚ rápidamente recogemos el guante. Para post-paranoia la que estará pasando ahora Camerón de la Isla en el 10 de Downing Street. En un ejercicio impecable de democracia participativa ha metido a su país y a Europa en un embolao de dimensiones cósmicas. Pero a ver, un poco de calma, que para la fontanería fina están (o deberían estar) los políticos: al final, tras el revuelo mediático y los ladridos de los populistas, la cosa quedará en un no estar estando (algo así como el Blur building), o estoy fuera pero en realidad estoy dentro (como el Vagelos), que los ingleses no van a permitir que se les escape un buen negocio. En un artículo publicado ayer en El País (Votar lo contrario de lo que parece), Juan Ignacio Crespo lo tiene claro: "En 1992, en Dinamarca, también en el mes de junio y también en referéndum, se expresó la oposición al Tratado de Maastricht. Veinticuatro años después, y tras otro referéndum en el año 2000 en el que decidieron que no querían formar parte de la eurozona, y por tanto, no utilizar el euro como moneda, la situación es que, aunque ellos no lo sepan, lo que tienen como moneda (la corona danesa) es en realidad una manera de hablar del euro con otro nombre: el banco central de Dinamarca tiene que hacer esfuerzos indecibles para que la corona se mantenga pegada al euro tanto cuando éste se aprecia como cuando pierde valor. ¿Por qué? porque sus relaciones comerciales con la UE así lo exigen. (...) ¿Quiere esto decir, razonando por analogía, que los votantes británicos que hoy creen que han votado contra la permanencia de Reino Unido en la UE no saben que, en realidad, han votado por quedarse? Sí. Lo más probable es que ese termine siendo el resultado. El comercio entre los pueblos no solo es un componente esencial del progreso, sino que fue siempre el motor del propio imperio británico". Si ya lo decíamos aquí hace un par de entradas, aquí el que se lleva el gato al agua es que el que nada y guarda la ropa, el que supera los contrarios uniéndolos con pasmosa naturalidad, la bigamia del malabarista Bjarke Ingels, que ha superado la dicotomía de otro danés, el Hamlet de ser o no ser, he ahí la cuestión, por un ser y no ser, he ahí la cuestión. Eso sí, con tanto empeño en desactivar los oxímoron vamos a acabar todos grillados (post-paranoicos, o sea).
"No estoy segura de que la verdad esté ahí fuera. Creo que las preguntas son bellas. Las respuestas están muertas" (Elizabeth Diller, de Diller Scofidio+Renfro, aquí en pose post-algo). |
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