"¡Oh amargura revisitada, Lisboa de antaño y de hoy!" |
"Dom Hans van der Laan, monje benedictino, arquitecto y teórico, observó en sus relevantes estudios sobre la naturaleza, la cultura y la liturgia, que la elevación de los menhires significa un primer acto de afirmación de la presencia humana frente a las leyes gravitatorias, dada su artificialidad. Estas construcciones no pueden entenderse todavía como propiamente arquitectónicas, pero constituyen un primer eslabón que servirá de apoyo inicial a su relato, y, por tanto, a la expresión de las necesidades del hombre, no sólo materiales, sino también espirituales.
La artificialidad a la que hacemos mención supondría en realidad una forma de enfrentamiento con la Naturaleza, se derivaría de la propia condición humana y de su libertad de elección, lo cual queda recogido en el Génesis, en el cual se señala a la arquitectura como una actividad propia del hombre caído tras su expulsión del Paraíso, añorado territorio del hombre inocente, del "hombre natural". La nueva condición humana, la propia del hombre caído, se materializa arquitectónicamente en la Torre de Babel, a la vez desafío y búsqueda de una nueva relación con la Divinidad, pues la Torre no significa sino una forma del templo que el hombre construye movido por su anhelo de Totalidad". (José Ignacio Linazasoro, La memoria del orden).
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