Me encuentro esta foto en The Independent. Ojo, esto también es arquitectura, más aún si consideramos que, según el rotativo inglés, son los servicios del Commerzbank en Fráncfort, la torre levantada por el estudio de Norman Foster nada menos. En uno de los bocetos del edificio publicados en Norman Foster. Drawings 1958-2008 el arquitecto refleja los juegos panópticos que se producen desde una de las oficinas del edificio de 259 metros. Lo que no nos imaginábamos es que también se cuidara de ofrecer excelentes vistas del skyline de la capital financiera alemana a los banqueros en los mismísimos baños, convirtiendo su micción en una experiencia panóptica a la que podríamos aplicar escatológicas metáforas. Mientras los banqueros hacen sus aguas menores, más al sur nosotros y nuestras economías hacen aguas (mayores) y no digamos los griegos, que están pissed-off con tanto recorte. La foto, curiosa y jocosa en un primer momento, deviene inquietante: no nos libramos del control económico germano ni cuando los cancerberos de las finanzas europeas acuden al excusado. Ni tan siquiera Orwell o Huxley imaginaron un celo vigilante igual. Es una lástima que a pesar de tanto rigor panóptico no se dieran cuenta (¿o es que miraban a otro lado?) del timo financiero de la estampita en forma de fondos tóxicos estadounidenses que se habían originado a base de contratar hipotecas basura a go-go. El caso es que salvamos a los bancos de aquella tormenta perfecta financiera (salvo algunos valientes como Islandia, donde les crujieron) y en el proceso nos quedamos hechos una merde. Y en estas vemos a Merkel con su falsa sonrisa de hiena, toda ella austeridad calvinista, apareciendo en el Reichstag remodelado por (otra vez) Foster, con su cúpula panóptica (transparente y vigilante), dispuesta a recortar lo que haga falta a los eurodíscolos que miccionen fuera del tiesto, y es que directamente se nos aflojan los esfínteres. Imploramos una lluvia dorada del BCE en forma de euros desde lo alto de su cutrón rascacielos que alivie nuestra rampante deuda, una cascada áurea y aria que bien podría representar Olafur Eliasson con una instalación ad hoc.Y es que ya lo decía Zigmunt Bauman: sin liquidez no somos nadie.
Mucho podemos aprender de esta fábula posmoderna de las cigarras entrópicas y las hormigas panópticas, y que podría resumirse en el título de la obra de Michel Foucault Vigilar y castigar. En este ensayo sobre el origen de la cárcel y la evolución del castigo a los delincuentes se nos habla del panóptico, artilugio de vigilancia inventado en 1787 por Jeremy Bentham, filósofo y pensador reformista, que consistía en un edificio de grandes superficies acristaladas que permiten una observación continua y cómoda de los presos. Ya no los necesitamos, ahora tenemos cámaras y ordenadores, pero nuestra sociedad debe aprender a vigilar el gasto y castigar los desmanes. Por cierto que Bentham, todo un precedente de Damien Hirst, llevó su pulsión panóptica hasta un paroxismo gore al dejar escrito en su testamento el deseo de que su cuerpo fuera momificado y expuesto en una urna de cristal en la University College London, en lo que él denominó auto-icon. Al parecer los esforzados embalsamadores no quedaron muy contentos con el resultado de la cabeza y la sustituyeron por una de cera. No obstante, guardaron la cabeza real también en la urna, aunque finalmente acabaron por quitarla porque los estudiantes se dedicaban a robarla, mejor no saber para qué. Angelitos. ¿Quieres ver la reliquia laica del filósofo? Vamos, que sé que estás deseando (entra aquí). Todo un argumento de peso para convencer de una vez a Fernández-Galiano de que, efectivamente, la entropía no existe. Es todo cuestión de ponerse.