lunes, 28 de marzo de 2011

Mi reino por un niemeyer



La inauguración del centro Niemeyer en Avilés, con sus formas curvas como una ola de fuerza desmedida, está creando un desbordante tsunami cultural en el que recalan todo tipo de celebrities. En la reciente inauguración Woody Allen tocaba el clarinete para un aforo entregado en el que destacaban 2.000 estudiantes de instituto que, a decir de organizadores, descubrieron el jazz gracias al director melómano. Foster, Serrat, Saura o Brad Pitt son otras estrellas implicadas en el proyecto. Hoy además leo en la prensa que nada menos que Kevin Spacey ha anunciado que va a representar un Ricardo III en el auditorio del brasileño. Va quedar un poco fuera de lugar el tenebroso rey maquinador y sanguinario en un entorno tan radiante y luminoso en el que habría sido más apropiada, por ejemplo, La tempestad, con su carácter más alegre y festivo (obra que además sucede en una isla llena de magia y fantasía, algo que igualmente remite a la isla de la innovación asturiana). La gris y amenazadora Torre de Londres, donde Ricardo encierra (y liquida) a los descendientes de Eduardo IV para asegurarse el trono, poco tiene que ver con la blanca torre de Niemeyer cuyo restaurante con espectaculares vistas remite al placer más que al dolor. Y la sensualidad del complejo asturiano choca no menos con la fea deformidad del rey, quien al menos muere al final de la obra poco después de exclamar aquella famosa frase: "Mi reino por un caballo". No pocos alcaldes y concejales viendo el éxito de la iniciativa asturiana no suspirarán con la misma urgencia que el malvado rey por un niemeyer o similar en sus tierras por mucho que otros intentos similares hayan pinchado de mala manera (cuántos de ellos se aprestan estos días a inaugurar lo que sea, hasta aeropuertos a medio terminar, porque llega la precampaña y ya no se puede). Esperemos que el centro Niemeyer siga siendo un polo de atracción cultural por muchos años.

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